lunes, 12 de diciembre de 2016

No se puede confiar en un pastor que come carne

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Cuán desafortunado es que muchos adventistas del séptimo día esperen hasta que los investigadores mundanos anuncien las evidencias científicas para creer lo que ha sido dado por revelación. Como resultado, nuestro record de salud no es tan impresionante como debería ser. A medida que las evidencias se amontonan indicando que la carne es un factor en el cáncer y otras enfermedades, más y más no adventistas están adoptando una dieta vegetariana.

Increíble, el gran grupo de adventistas del séptimo día comedor de carne parece ser el más difícil de impresionar. A pesar de páginas y libros de amonestaciones, consejos, y ruegos, miles de laicos y ministros continúan comiendo carne. ¿Hay algo ambiguo acerca del consejo de Dios sobre este asunto? No, nada. Casi parece que aquellos que se molestan ante el consejo han llegado a una seria crisis de credibilidad concerniente al Espíritu de Profecía. Si hay duda en algunas áreas de teología, las que son probadas en los “libros rojos”, no hay absolutamente ninguna al tratar el asunto de la alimentación de carne. Considere declaraciones como éstas las cuales son representativas de cientos más, justamente igual a ellas:

“La propensión a la enfermedad se aumenta diez veces cuando se tiene una dieta a base de carne. Los poderes intelectuales, morales y físicos disminuyen con el uso habitual de la carne. La alimentación de carne
transforma el sistema, nubla el intelecto y adormece la sensibilidad moral.” Counsels on Health, p. 70.


“Ni una onza de carne debiera entrar en nuestro estómago. El consumo de carne es antinatural. Hemos de regresar al propósito original que Dios tenía en la creación del hombre.” Consejos sobre el Régimen
Alimenticio, p. 454.

“Muchos que están hoy solamente medio convertidos con respecto al consumo de la carne abandonarán al pueblo de Dios para no andar más con él.... Mejor renunciar al nombre de cristiano que hacer profesión y al
mismo tiempo satisfacer apetitos que fortalecen las pasiones no santificadas... Dios nos llama a una reforma decidida.” Counsels on Health, pp. 575-579.

“Vez tras vez se me ha mostrado que Dios está tratando de conducirnos de vuelta, paso a paso, a su propósito original que el hombre debe subsistir con los productos naturales de la tierra. Los que esperan la venida del Señor, con el tiempo eliminarán el consumo de carne.
La carne dejará de formar parte de su dieta. Siempre debiéramos tener este fin en cuenta, y esforzarnos para avanzar firmemente hacia él. ”Aquellos que están en una posición donde es posible tener una dieta
vegetariana, pero que eligen seguir sus propias preferencias en este mundo, comiendo y bebiendo como les place, gradualmente descuidarán la instrucción que el Señor ha dado acerca de otras fases de la verdad presente y perderán su percepción de lo que es verdad...” Testimonies, Vol. 9, pp. 156, 157.

“Este asunto me ha sido presentado en diferentes aspectos. No se discierne la moralidad causada por la alimentación de carne; si así fuera, no oiríamos más argumentos y excusas en favor de la gratificación del apetito con la carne.” Medical Ministry, p. 278.

Uno de los hechos más sorprendentes acerca de este consejo es la forma en que es rechazada por ministros y dirigentes de la iglesia. Con el tiempo de angustia a las mismas puertas y la grey literalmente hambrienta de dirección espiritual, hay pastores todavía que están haciendo fiesta sobre las ollas de carne de Egipto y haciendo al pueblo errar por sus propios ejemplos pervertidos. Aunque el comer carne en sí nunca ha sido señalado como un pecado por esta iglesia, ¿qué podemos decir acerca de los predicadores que no responden a consejos específicos como los siguientes?

“Que ninguno de nuestros ministros dé un mal ejemplo en el consumo de carne. Que tanto ellos como sus familias vivan de acuerdo a la luz de la reforma pro-salud” Consejos sobre el régimen alimenticio, p 478.

“¿Es posible que podamos tener confianza en ministros, quienes al sentarse ante las mesas donde se sirve carne, se unen a los demás al comerla?” Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 481.

“¿Quiere cualquiera de los que son ministros del evangelio y que proclaman la verdad más solemne que haya sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ‘ollas de Egipto’? ¿Quieren los que son sostenidos por el diezmo de la tesorería de Dios permitir que la gula envenene la corriente vital que fluye por las venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las amonestaciones que Dios les ha dado?” Consejos sobre el régimen
alimenticio, p. 485.

Extracto del libro "Compromisos Sutiles" de Joe Crews

Como dice el pastor Gates, debemos orar por nuestros ministros si estos aun se mantienen en esta senda, pues ya estamos a las puertas del fin del tiempo de gracia y necesitamos que nuestros lideres estén con la mayor claridad moral posible, sin dejar de mencionar que para ellos sobre todo es un pecado constante, pues "el que sabe hacer lo bueno y no lo hace comete pecado".

domingo, 15 de mayo de 2016

A la pequeña Grey




Queridos Hermanos: Voy a referir una visión que me dió el Señor el 26 de enero de 1850. Vi que algunos de los hijos de Dios están amodorrados, soñolientos o despiertos tan sólo a medias, sin advertir en qué tiempo vivimos ni que ya entró el hombre de la “escobilla,”1 ni tampoco que algunos corren el peligro de ser barridos. Rogué a Jesús que los salvara, y les dejase un poco más de tiempo para que vieran el peligro y se prepararan antes de que fuese para siempre demasiado tarde. El ángel dijo: “La destrucción viene como un violento torbellino.” Le supliqué que se compadeciese y salvase a quienes amaban al mundo y estaban apegados a sus bienes, sin voluntad para desprenderse de ellos ni para sacrificarse a fin de mandar con apremio mensajeros que apacentaran a las hambrientas ovejas que perecían por falta de alimento espiritual. {PE 48.1}
Me fué tan penoso el espectáculo de las pobres almas moribundas por falta de la verdad presente y el de algunos que, a pesar de profesar creerla, las dejaban morir porque no proveían los medios necesarios para proseguir la obra de Dios, que le rogué al ángel que lo apartara de mi vista. Vi que cuando la causa de Dios exigía de algunos el sacrificio de sus haciendas, se alejaban entristecidos como el joven que se llegó a Jesús (Mateo 19:16-22), pero que muy luego el inminente azote se descargaría sobre ellos y les arrebataría todas sus posesiones, y entonces sería demasiado tarde para sacrificar los bienes terrenales y allegar un tesoro en el cielo. {PE 49.1}
Vi después al glorioso Redentor, incomparablemente bello y amable, que, dejando su reino de gloria, vino a este obscuro y desolado mundo para dar su preciosa vida y morir, el justo por los injustos. Mientras estuvo cargado con la pesadumbre de los pecados del mundo, soportó las befas, los escarnios y la trenzada corona de espinas, y sudó gotas de sangre en el huerto. El ángel me preguntó: “¿Por quién esto?” ¡Oh! yo veía y comprendía que era por nosotros; que por nuestros pecados sufrió todo aquello, a fin de que con su preciosa sangre pudiese redimirnos para Dios. {PE 49.2}
Después vi de nuevo a quienes no querían vender sus bienes terrenales para salvar a las perecientes almas, enviándoles la verdad mientras Jesús permanecía ante el Padre ofreciendo por ellas su sangre, sus sufrimientos y su muerte, y mientras los mensajeros de Dios aguardaban, dispuestos a llevarles la verdad salvadora a fin de que recibiesen el sello del Dios vivo. Es muy deplorable que a algunos de los que profesan la verdad presente, les duela hacer un sacrificio tan leve como el de entregar a los mensajeros el propio dinero de Dios, que él les prestó para que lo administrasen. {PE 49.3}
Otra vez se me apareció en sus sufrimientos el paciente Jesús, cuyo profundo amor lo movió a dar la vida por los hombres. También vi la conducta de quienes, diciéndose ser discípulos de él, prefieren guardar los bienes terrenos en vez de auxiliar la causa de la salvación. El ángel preguntó: “¿Pueden éstos entrar en el cielo?” Otro ángel respondió: “¡No! ¡nunca, nunca, nunca! Quienes no hayan mostrado interés por la causa de Dios en la tierra, no podrán jamás cantar en el cielo el himno del amor redentor.” Vi que la obra que Dios estaba haciendo rápidamente en la tierra iba pronto a ser abreviada en justicia, y que los mensajeros deben correr velozmente en busca de las ovejas descarriadas. Un ángel dijo: “¿Son todos mensajeros?” Otro contestó: “¡No, no; los mensajeros de Dios tienen un mensaje!” {PE 50.1}
Vi que la causa de Dios ha sido estorbada y deshonrada por algunos que viajaban sin mensaje de Dios. Los tales tendrán que dar cuenta de todo dinero gastado en viajar donde no tenían obligación de ir, porque ese dinero podría haber ayudado a hacer progresar la causa de Dios; y por la falta de alimento espiritual que podrían haberles dado los mensajeros escogidos y llamados por Dios, hubo almas que murieron de inanición. Vi que aquellos que tenían fuerza para trabajar con sus manos a fin de ayudar a la causa eran tan responsables por su fuerza como otros lo eran por sus propiedades.[Véase el Apéndice.{PE 50.2}
El potente zarandeo ha comenzado y proseguirá de suerte que aventará a cuantos no estén dispuestos a declararse por la verdad con valentía y tenacidad ni a sacrificarse por Dios y su causa. El ángel dijo: “¿Acaso os figuráis que alguien será obligado a sacrificarse? No, no. Debe ser una ofrenda voluntaria. Se ha de vender todo para comprar el campo.” Clamé a Dios para suplicarle que perdonara a su pueblo, entre el cual había algunos desfallecidos y moribundos, pues vi que llegaban rápidamente los juicios del Todopoderoso, y rogué al ángel que hablara en su propio lenguaje a la gente. Pero él respondió: “Todos los truenos y relámpagos del Sinaí no conmoverían a los que no quieren ser conmovidos por las evidentes verdades de la Palabra de Dios, ni tampoco los despertaría el mensaje de un ángel.” {PE 50.3}
Contemplé entonces la pureza y hermosura de Jesús. Su ropaje era más blanco que el blanco más deslumbrante. No hay lengua alguna que pueda describir su gloria y ensalzada belleza. Todos los que guarden los mandamientos de Dios entrarán por las puertas en la ciudad, y tendrán derecho al árbol de la vida y a estar siempre en la presencia de Jesús, cuyo rostro brilla más que el sol al mediodía. {PE 51.1}
Se me señaló el caso de Adán y Eva en el Edén. Comieron de la fruta prohibida y fueron expulsados del huerto; y después la flamígera espada guardó el árbol de vida para que ellos no participasen de su fruto y fuesen pecadores inmortales. El árbol de vida había de perpetuar la inmortalidad. {PE 51.2}
Oí que un ángel preguntaba: “¿Quién de la familia de Adán ha traspasado el círculo de la espada de fuego y participado del árbol de la vida?” Y oí a otro ángel que contestaba: “Ninguno de la familia de Adán ha pasado más allá de aquella espada ni ha comido del árbol; de modo que no hay pecador inmortal. El alma que pecare, ésa morirá de muerte eterna, una muerte que durará para siempre y de la cual no hay esperanza que uno resucite; y entonces se apaciguará la ira de Dios. {PE 51.3}

“Los santos permanecerán en la santa ciudad y reinarán como reyes y sacerdotes por mil años. Entonces descenderá Jesús con los santos sobre el monte de las Olivas y el monte se hendirá para convertirse en dilatada llanura donde se asiente el paraíso de Dios. El resto de la tierra no quedará purificado hasta que, al fin de los mil años, resuciten los impíos y se congreguen en torno de la ciudad. Los pies de los malvados nunca profanarán la tierra renovada. Del cielo descenderá fuego de Dios para devorarlos y quemarlos de raíz y rama. Satanás es la raíz y sus hijos las ramas. El mismo fuego que devore a los malvados purificará la tierra.” {PE 51.4}

La prueba de nuestra fe


En este tiempo de prueba, necesitamos alentarnos y consolarnos mutuamente. Las tentaciones de Satanás son ahora mayores que nunca, pues sabe que le queda poco tiempo y que muy luego cada caso será decidido para vida o para muerte. No es ahora el momento de dejarse vencer por el desaliento ni de sucumbir bajo la prueba. Debemos sobreponernos a todas nuestras aflicciones y confiar plenamente en el todopoderoso Dios de Jacob. El Señor me ha mostrado que basta su gracia para resistir todas las pruebas, y aunque éstas sean más duras que nunca, si tenemos absoluta confianza en Dios, podremos vencer todas las tentaciones y por su gracia salir victoriosos. {PE 46.1}
Si resistimos las pruebas y logramos triunfar sobre las tentaciones de Satanás, entonces soportaremos la prueba de nuestra fe, la cual es más preciosa que el oro, y quedaremos más fuertes y mejor preparados para sobrellevar pruebas ulteriores. Pero si nos acobardamos y cedemos a las tentaciones de Satanás, nos volveremos más débiles, no recibiremos recompensa por la prueba, y no estaremos tan bien preparados para resistir lo que nos sobrevenga después. Así nos iremos debilitando cada vez más, hasta que Satanás nos lleve cautivos a su voluntad. Debemos llevar puesta la completa armadura de Dios, y estar listos en todo momento para sostener el conflicto con las potestades de las tinieblas. Cuando nos asalten las tentaciones y las pruebas, acudamos a Dios para luchar con él en oración. No dejará que volvamos vacíos, sino que nos dará fortaleza y gracia para vencer y quebrantar el poderío del enemigo. ¡Ojalá que todos viesen estas cosas en su verdadera luz y soportasen las fatigas como buenos soldados de Jesús! Entonces Israel podría seguir adelante, confortado en el Señor y en la potencia de su fortaleza. {PE 46.2}
Dios me ha mostrado que él dió a los suyos un cáliz de amargura que beber, para limpiarlos y purificarlos. Es un trago muy acerbo, pero ellos pueden amargarlo todavía más con sus murmuraciones, quejas y lamentos. Quienes no lo reciban habrán de beber otro trago, porque el primero no hizo en su carácter el efecto asignado. Y si el segundo tampoco les aprovecha, habrán de ir bebiendo otro y otro, hasta que cumpla su efecto, o serán dejados sucios e impuros de corazón. Vi que el amargo cáliz puede dulcificarse con la paciencia, la resignación y la oración, y que producirá en el corazón de quienes así lo reciban el efecto que le fué asignado, con lo cual Dios quedará honrado y glorificado. No es cosa menuda ser cristiano, aprobado y poseído por Dios. El Señor me mostró a algunos que dicen profesar la verdad presente y cuya vida no está en armonía con lo que profesan. Tienen una norma de piedad por demás baja, y les falta mucho para tener la santidad de la Biblia. Algunos siguen una conducta vana e inconveniente, y otros ceden al engreimiento. No esperemos reinar con Cristo en la gloria si satisfacemos nuestro gusto, vivimos y obramos según el mundo, disfrutamos de sus placeres y nos gozamos en la compañía de los mundanos. {PE 47.1}
Debemos participar aquí de los sufrimientos de Cristo, si queremos compartir después su gloria. Si procuramos nuestros propios intereses y placeres en vez de agradar a Dios y hacer prosperar su valiosa causa, que sufre, deshonramos a Dios y a la santa causa que profesamos amar. Sólo disponemos de muy corto tiempo para trabajar en el servicio de Dios. Nada debe parecernos demasiado costoso para la salvación de la desgarrada grey de Jesús. Quienes pacten ahora con Dios por medio del sacrificio serán pronto reunidos en la patria celestial para recibir una rica recompensa y poseer el nuevo reino por siempre jamás. {PE 47.2}

¡Oh! vivamos enteramente para el Señor, y demostremos por nuestra ordenada conducta y pía conversación que hemos estado con Jesús y somos sus humildes discípulos. Debemos trabajar mientras dure el día, porque cuando llegue la tenebrosa noche de tribulaciones y angustias, será demasiado tarde para trabajar por Dios. Jesús está en su santo templo y ahora aceptará nuestros sacrificios, nuestras oraciones y la confesión de nuestras faltas y pecados, y perdonará todas las transgresiones de Israel, a fin de que queden borradas antes de salir él del santuario. Entonces los santos y justos seguirán siendo santos y justos, porque todos sus pecados habrán quedado borrados, y ellos recibirán el sello del Dios vivo; pero quienes sean injustos e impuros, seguirán siendo también injustos e impuros, porque ya no habrá en el santuario sacerdote que ofrezca ante el trono del Padre las oraciones, sacrificios y confesiones de ellos. Por lo tanto, lo que deba hacerse para salvar almas de la inminente tormenta de ira, ha de ser hecho antes de que Jesús salga del lugar santísimo del santuario celestial. {PE 47.3}

La puerta abierta y cerrada



El sábado 24 de marzo de 1849 tuvimos con los hermanos de Topsham, Maine, una reunión muy agradable e interesante. El Espíritu Santo fué derramado sobre nosotros y fuí arrebatada en Espíritu a la ciudad del Dios viviente. Luego se me mostró que los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo acerca de la puerta cerrada no pueden separarse, y que el tiempo en que los mandamientos de Dios habían de resplandecer en toda su importancia y cuando el pueblo de Dios había de ser probado acerca de la verdad del sábado era cuando se abriese la puerta en el lugar santísimo del santuario celestial, donde está el arca que contiene los diez mandamientos. Esta puerta no se abrió hasta que hubo terminado la mediación de Jesús en el lugar santo del santuario en 1844. Entonces Jesús se levantó, cerró la puerta del lugar santo, abrió la que da al santísimo y pasó detrás del segundo velo, donde está ahora al lado del arca y adonde llega la fe de Israel ahora. {PE 42.1}
Vi que Jesús había cerrado la puerta del lugar santo, y nadie podía abrirla; y que había abierto la puerta que da acceso al lugar santísimo, y nadie puede cerrarla. Apocalipsis 3:7, 8;1 y que desde que Jesús abrió la puerta que da al lugar santísimo, que contiene el arca, los mandamientos han estado brillando hacia los hijos de Dios, y éstos son probados acerca de la cuestión del sábado. {PE 42.2}
Vi que la prueba actual acerca del sábado no podía producirse antes que terminase la mediación de Cristo en el lugar santo y él hubiese pasado al interior del segundo velo. Por lo tanto, los cristianos que durmieron antes que se abriese la puerta de acceso al santísimo cuando terminó el clamor de medianoche, el séptimo mes, en 1844, sin haber guardado el verdadero día de reposo, descansan ahora en esperanza; porque no tuvieron la luz ni la prueba acerca del sábado que tenemos ahora desde que la puerta se abrió. Vi que Satanás estaba tentando acerca de este punto a algunos de los hijos de Dios. Debido a que tantos buenos cristianos se durmieron en los triunfos de la fe sin haber guardado el verdadero día de reposo, dudaban de que éste fuese una prueba para nosotros ahora. {PE 42.3}
Los enemigos de la verdad presente han estado tratando de abrir la puerta del lugar santo, que Jesús cerró, y de cerrar la puerta del lugar santísimo, que él abrió en 1844, donde está el arca que contiene las dos tablas de piedra en las cuales fueron escritos por el dedo de Jehová los diez mandamientos. {PE 43.1}
En este tiempo de sellamiento Satanás está valiéndose de todo artificio para desviar de la verdad presente el pensamiento del pueblo de Dios y para hacerlo vacilar. Vi una cubierta que Dios extendía sobre su pueblo para protegerlo en tiempo de aflicción; y toda alma que se hubiese decidido por la verdad y fuese de corazón puro había de ser cobijada por la cubierta del Todopoderoso. {PE 43.2}
Satanás sabía esto y obraba con gran poder para mantener vacilantes y perturbados acerca de la verdad a tantos como le fuese posible. Vi que los golpes misteriosos de Nueva York y otros lugares provenían del poder satánico, y que tales cosas se volverían cada vez más comunes y se revestirían de un manto religioso, con el fin de inducir a los engañados a sentirse seguros, y para desviar, si fuese posible, la atención del pueblo de Dios hacia ellas y hacerle dudar de las enseñanzas y del poder del Espíritu Santo.1 {PE 43.3}
Vi que Satanás obraba de unas cuantas maneras mediante sus agentes. Actuaba por intermedio de ministros que habían rechazado la verdad y cedido a graves engaños para creer la mentira y ser condenados. Mientras predicaban y oraban, algunos caían postrados y desvalidos, no por el poder del Espíritu Santo, sino por el de Satanás infundido en esos agentes, y por su intermedio en la gente. Mientras predicaban, oraban y conversaban, algunos adventistas profesos que habían rechazado la verdad presente se valían del mesmerismo para ganar adherentes, y la gente se regocijaba en esta influencia porque pensaba que era la del Espíritu Santo. Hasta hubo algunos que empleaban el mesmerismo y estaban tan sumidos en las tinieblas y el engaño del diablo que creían ejercer un poder que Dios les había dado. Tanto habían igualado a Dios consigo mismos que consideraban su poder como cosa sin valor. (Véase el Apéndice.) {PE 43.4}
Algunos de estos agentes de Satanás afectaban los cuerpos de algunos de los santos a quienes no podían engañar ni apartar de la verdad mediante una influencia satánica. ¡Ojalá que todos pudiesen ver esto como Dios me lo reveló, a fin de que conocieran mejor las astucias de Satanás y se mantuvieran en guardia! Vi que Satanás obraba así para enajenar, engañar y desviar a los hijos de Dios precisamente ahora en el tiempo del sellamiento. Vi a algunos que no se erguían rígidamente por la verdad presente. Las rodillas les temblaban, y sus pies resbalaban porque no estaban firmemente asentados en la verdad; y mientras estaban así temblando la cubierta del Dios Omnipotente no podía extenderse sobre ellos. {PE 44.1}
Satanás probaba cada una de sus artes para sujetarlos donde estaban hasta que hubiese pasado el sellamiento, hasta que la cubierta se hubiese corrido sobre el pueblo de Dios, y ellos hubiesen quedado sin refugio que los protegiera de la ira ardiente de Dios en las siete últimas plagas. Dios ha comenzado a correr esta cubierta sobre su pueblo, y ella será extendida sobre todos los que han de tener refugio en el día de la matanza. Dios obrará con poder en favor de su pueblo; y a Satanás también se le permitirá obrar. {PE 44.2}
Vi que las señales, los prodigios y las falsas reformas aumentarían y se extenderían. Las reformas que me fueron mostradas no eran del error a la verdad. Mi ángel acompañante me invitó a buscar el trabajo del alma que solía manifestarse en favor de los pecadores. Lo busqué, pero no pude verlo; porque ya pasó el tiempo de la salvación de ellos.1 {PE 45.1}


Conmoción de las potestades del cielo



El 16 de diciembre de 1848, el Señor me dió una visión de la conmoción de las potestades del cielo. Vi que cuando el Señor dijo “cielo” al anunciar las señales indicadas por Mateo, Marcos y Lucas, quería decir el cielo, y cuando dijo “tierra” se refería a la tierra. Las potestades del cielo son el sol, la luna y las estrellas. Gobiernan en los cielos. Las potestades terrenas son las que gobiernan en la tierra. Las potestades del cielo se conmoverán a la voz de Dios. Entonces el sol, la luna y las estrellas se desquiciarán de su asiento. No se aniquilarán, sino que se conmoverán a la voz de Dios. {PE 41.1}

Sobrevinieron sombrías y densas nubes que se entrechocaban unas con otras. La atmósfera se partió, arrollándose hacia atrás, y entonces pudimos ver en Orión un espacio abierto de donde salió la voz de Dios. Por aquel espacio abierto descenderá la santa ciudad de Dios. Vi que ahora se están conmoviendo las potestades de la tierra, y que los acontecimientos ocurren en orden. Guerras, rumores de guerra, espada, hambre y pestilencia conmueven primero las potestades de la tierra, y después la voz de Dios sacudirá el sol, la luna, las estrellas y también la tierra. Vi que la conmoción de las potencias europeas no es, como enseñan algunos, la conmoción de las potestades del cielo, sino la de las airadas naciones. {PE 41.2}

El amor de Dios por su pueblo


He visto el tierno amor de Dios por su pueblo, y es muy grande. Vi ángeles que extendían sus alas sobre los santos. Cada santo tenía su ángel custodio. Si los santos lloraban desalentados o estaban en peligro, los ángeles que sin cesar los asistían, volaban con presteza a llevar la noticia, y los ángeles de la ciudad cesaban de cantar. Entonces Jesús comisionaba a otro ángel para que bajase a alentarlos, vigilarlos y procurar que no se apartaran del sendero estrecho; pero si los santos desdeñaban el vigilante cuidado de aquellos ángeles, rechazaban su consuelo y seguían extraviados, los ángeles se entristecían y lloraban. Llevaban allá arriba la noticia, y todos los ángeles de la ciudad se echaban a llorar y en alta voz decían: “Amén.” Pero si los santos fijaban los ojos en el premio que los aguardaba y glorificaban a Dios en alabanza, entonces los ángeles llevaban a la ciudad la grata nueva, y los ángeles de la ciudad tañían sus áureas arpas, y cantaban en alta voz: “¡Aleluya!” y por las bóvedas celestes repercutían sus hermosos cánticos. {PE 39.1}
En la santa ciudad hay perfecto orden y armonía. Todos los ángeles comisionados para visitar la tierra llevan una tarjeta de oro que, al salir o entrar en la ciudad, presentan a los ángeles de la puerta. El cielo es un lugar agradable. Yo anhelo estar allí y contemplar a mi hermoso Jesús que por mí dió la vida, y ser transmutada a su gloriosa imagen. ¡Oh! ¡quién me diera palabras para expresar la gloria del brillante mundo venidero! Estoy sedienta de las vivas corrientes que alegran la ciudad de nuestro Dios. {PE 39.2}
El Señor me mostró en visión otros mundos. Me fueron dadas alas y un ángel me acompañó desde la ciudad a un lugar brillante y glorioso. La hierba era de un verde vivo y las aves gorjeaban un dulce canto. Los moradores de aquel lugar eran de todas estaturas; eran nobles, majestuosos y hermosos. Llevaban la manifiesta imagen de Jesús, y su semblante refulgía de santo júbilo, como expresión de la libertad y dicha que en aquel lugar disfrutaban. Pregunté a uno de ellos por qué eran mucho más bellos que los habitantes de la tierra, y me respondió: “Hemos vivido en estricta obediencia a los mandamientos de Dios, y no incurrimos en desobediencia como los habitantes de la tierra.” Después vi dos árboles, uno de los cuales se parecía mucho al árbol de vida de la ciudad. El fruto de ambos era hermoso, pero no debían comer del uno de ellos. Hubieran podido comer de los dos, pero les estaba vedado comer de uno. Entonces el ángel que me acompañaba me dijo: “Nadie ha probado aquí la fruta del árbol prohibido, y si de ella comieran, caerían.” Después me transportaron a un mundo que tenía siete lunas; donde vi al anciano Enoc, que había sido trasladado. Llevaba en su brazo derecho una esplendente palma, en cada una de cuyas hojas se leía escrita la palabra: “Victoria.” Ceñía sus sienes una brillante guirnalda blanca con hojas, en el centro de cada una de las cuales se leía: “Pureza.” Alrededor de la guirnalda había piedras preciosas de diversos colores que resplandecían más vivamente que las estrellas y, reflejando su fulgor en las letras, las magnificaban. En la parte posterior de la cabeza llevaba un moño que sujetaba la guirnalda, y en él estaba escrita la palabra: “Santidad.” Sobre la guirnalda ceñía Enoc una corona más brillante que el sol. Le pregunté si aquel era el lugar adonde lo habían transportado desde la tierra. El me respondió: “No es éste. Mi morada es la ciudad, y he venido a visitar este sitio.” Andaba por allí como si estuviese en casa. Supliqué a mi ángel acompañante que me dejara permanecer allí. No podía sufrir el pensamiento de volver a este tenebroso mundo. El ángel me dijo entonces: “Debes volver, y si eres fiel, tendrás, con los 144.000, el privilegio de visitar todos los mundos y ver la obra de las manos de Dios.” {PE 39.3}

El sellamiento



Al principiar el santo sábado 5 de enero de 1849, nos dedicamos a la oración con la familia del Hno. Belden en Rocky Hill, Connecticut, y el Espíritu Santo descendió sobre nosotros. Fuí arrebatada en visión al lugar santísimo, donde vi a Jesús intercediendo todavía por Israel. En la parte inferior de su ropaje, llevaba una campanilla y una granada. Entonces vi que Jesús no dejaría el lugar santísimo antes que estuviesen decididos todos los casos, ya para salvación, ya para destrucción, y que la ira de Dios no podía manifestarse mientras Jesús no hubiese concluído su obra en el lugar santísimo y dejado sus vestiduras sacerdotales, para revestirse de ropaje de venganza. Entonces Jesús saldrá de entre el Padre y los hombres, y Dios ya no callará, sino que derramará su ira sobre los que rechazaron su verdad. Vi que la cólera de las naciones, la ira de Dios y el tiempo de juzgar a los muertos, eran cosas separadas y distintas, que se seguían una a otra. También vi que Miguel no se había levantado aún, y que el tiempo de angustia, cual no lo hubo nunca, no había comenzado todavía. Las naciones se están airando ahora, pero cuando nuestro Sumo Sacerdote termine su obra en el santuario, se levantará, se pondrá las vestiduras de venganza, y entonces se derramarán las siete postreras plagas. {PE 36.1}
Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra las plagas se detendrían. Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual los hizo clamar día y noche por su libramiento. Este fué el tiempo de la angustia de Jacob. Entonces todos los santos clamaron en angustia de ánimo y fueron libertados por la voz de Dios. Los 144.000 triunfaron. Sus rostros quedaron iluminados por la gloria de Dios. Entonces se me mostró una hueste que aullaba de agonía. Sobre sus vestiduras estaba escrito en grandes caracteres: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto.” Pregunté acerca de quiénes formaban esta hueste. El ángel me dijo: “Estos son los que una vez guardaron el sábado y lo abandonaron.” Los oí clamar en alta voz: “Creímos en tu venida, y la proclamamos con energía.” Y mientras hablaban, sus miradas caían sobre sus vestiduras, veían lo escrito y prorrumpían en llanto. Vi que habían bebido de las aguas profundas, y hollado el residuo con los pies—pisoteado el sábado—y que por esto habían sido pesados en la balanza y hallados faltos. {PE 36.2}
Entonces el ángel que me acompañaba dirigió de nuevo mi atención a la ciudad, donde vi cuatro ángeles que volaban hacia la puerta. Estaban presentando la tarjeta de oro al ángel de la puerta, cuando vi a otro ángel que, volando raudamente, venía desde la dirección de donde procedía la excelsa gloria, y clamaba en alta voz a los demás ángeles mientras agitaba algo de alto abajo con la mano. Le pregunté a mi guía qué significaba aquello, y me respondió que por el momento yo no podía ver más, pero que muy pronto me explicaría el significado de todas aquellas cosas que veía. {PE 37.1}
El sábado por la tarde, enfermó uno de nuestros miembros, y solicitó oraciones para recobrar la salud. Todos nos unimos en súplica al Médico que nunca perdió un caso, y mientras el poder curativo bajaba a sanar al enfermo el Espíritu descendió sobre mí y fuí arrebatada en visión. {PE 37.2}
Vi cuatro ángeles que habían de hacer una labor en la tierra y andaban en vías de realizarla. Jesús vestía ropas sacerdotales. Miró compasivamente al pueblo remanente, y alzando las manos exclamó con voz de profunda compasión: “¡Mi sangre, Padre, mi sangre, mi sangre, mi sangre!” Entonces vi que de Dios, sentado en el gran trono blanco, salía una luz en extremo refulgente que derramaba sus rayos en derredor de Jesús. Después vi un ángel comisionado por Jesús para ir rápidamente a los cuatro ángeles que tenían determinada labor que cumplir en la tierra, y agitando de arriba abajo algo que llevaba en la mano, clamó en alta voz: “¡Retened! ¡Retened! ¡Retened! ¡Retened! hasta que los siervos de Dios estén sellados en la frente.” {PE 37.3}

Pregunté a mi ángel acompañante qué significaba lo que oía y qué iban a hacer los cuatro ángeles. Me respondió que Dios era quien refrenaba las potestades y que encargaba a sus ángeles de todo lo relativo a la tierra; que los cuatro ángeles tenían poder de Dios para retener los cuatro vientos, y que estaban ya a punto de soltarlos, pero mientras aflojaban las manos y cuando los cuatro vientos iban a soplar, los misericordiosos ojos de Jesús vieron al pueblo remanente todavía sin sellar, y alzando las manos hacia su Padre intercedió con él, recordándole que había derramado su sangre por ellos. En consecuencia se le mandó a otro ángel que fuera velozmente a decir a los cuatro que retuvieran los vientos hasta que los siervos de Dios fuesen sellados en la frente con el sello de Dios. {PE 38.1}

Mi primera visión



Como Dios me ha mostrado el camino que el pueblo adventista ha de recorrer en viaje a la santa ciudad, así como la rica recompensa que se dará a quienes aguarden a su Señor cuando regrese del festín de bodas, tengo quizás el deber de daros un breve esbozo de lo que Dios me ha revelado. Los santos amados tendrán que pasar por muchas pruebas. Pero nuestras ligeras aflicciones, que sólo duran un momento, obrarán para nosotros un excelso y eterno peso de gloria con tal que no miremos las cosas que se ven, porque éstas son pasajeras, pero las que no se ven son eternas. He procurado traer un buen informe y algunos racimos de Canaán, por lo cual muchos quisieran apedrearme, como la congregación amenazó hacer con Caleb y Josué por su informe. Números 14:10. Pero os declaro, hermanos y hermanas en el Señor, que es una buena tierra, y bien podemos subir y tomar posesión de ella. {PE 13.3}
Mientras estaba orando ante el altar de la familia, el Espíritu Santo descendió sobre mí, y me pareció que me elevaba más y más, muy por encima del tenebroso mundo. Miré hacia la tierra para buscar al pueblo adventista, pero no lo hallé en parte alguna, y entonces una voz me dijo: “Vuelve a mirar un poco más arriba.” Alcé los ojos y vi un sendero recto y angosto trazado muy por encima del mundo. El pueblo adventista andaba por ese sendero, en dirección a la ciudad que se veía en su último extremo. En el comienzo del sendero, detrás de los que ya andaban, había una brillante luz, que, según me dijo un ángel, era el “clamor de media noche.” Esta luz brillaba a todo lo largo del sendero, y alumbraba los pies de los caminantes para que no tropezaran. {PE 14.1}
Delante de ellos iba Jesús guiándolos hacia la ciudad, y si no apartaban los ojos de él, iban seguros. Pero no tardaron algunos en cansarse, diciendo que la ciudad estaba todavía muy lejos, y que contaban con haber llegado más pronto a ella. Entonces Jesús los alentaba levantando su glorioso brazo derecho, del cual dimanaba una luz que ondeaba sobre la hueste adventista, y exclamaban: “¡Aleluya!” Otros negaron temerariamente la luz que brillaba tras ellos, diciendo que no era Dios quien los había guiado hasta allí. Pero entonces se extinguió para ellos la luz que estaba detrás y dejó sus pies en tinieblas, de modo que tropezaron y, perdiendo de vista el blanco y a Jesús, cayeron fuera del sendero abajo, en el mundo sombrío y perverso. Pronto oímos la voz de Dios, semejante al ruido de muchas aguas, que nos anunció el día y la hora de la venida de Jesús. Los 144.000 santos vivientes reconocieron y entendieron la voz; pero los malvados se figuraron que era fragor de truenos y de terremoto. Cuando Dios señaló el tiempo, derramó sobre nosotros el Espíritu Santo, y nuestros semblantes se iluminaron refulgentemente con la gloria de Dios, como le sucedió a Moisés al bajar del Sinaí. {PE 14.2}
Los 144.000 estaban todos sellados y perfectamente unidos. En su frente llevaban escritas estas palabras: “Dios, nueva Jerusalén,” y además una brillante estrella con el nuevo nombre de Jesús. Los impíos se enfurecieron al vernos en aquel santo y feliz estado, y querían apoderarse de nosotros para encarcelarnos, cuando extendimos la mano en el nombre del Señor y cayeron rendidos en el suelo. Entonces conoció la sinagoga de Satanás que Dios nos había amado, a nosotros que podíamos lavarnos los pies unos a otros y saludarnos fraternalmente con ósculo santo, y ellos adoraron a nuestras plantas.Véase el Apéndice. {PE 15.1}
Pronto se volvieron nuestros ojos hacia el oriente, donde había aparecido una nubecilla negra del tamaño de la mitad de la mano de un hombre, que era, según todos comprendían, la señal del Hijo del hombre. En solemne silencio, contemplábamos cómo iba acercándose la nubecilla, volviéndose cada vez más esplendorosa hasta que se convirtió en una gran nube blanca cuya parte inferior parecía fuego. Sobre la nube lucía el arco iris y en torno de ella aleteaban diez mil ángeles cantando un hermosísimo himno. En la nube estaba sentado el Hijo del hombre. Sus cabellos, blancos y rizados, le caían sobre los hombros; y llevaba muchas coronas en la cabeza. Sus pies parecían de fuego; en la mano derecha tenía una hoz aguda y en la izquierda llevaba una trompeta de plata. Sus ojos eran como llama de fuego, y escudriñaban de par en par a sus hijos. Palidecieron entonces todos los semblantes y se tornaron negros los de aquellos a quienes Dios había rechazado. Todos nosotros exclamamos: “¿Quién podrá permanecer? ¿Está mi vestidura sin manchas?” Después cesaron de cantar los ángeles, y por un rato quedó todo en pavoroso silencio cuando Jesús dijo: “Quienes tengan las manos limpias y puro el corazón podrán subsistir. Bástaos mi gracia.” Al escuchar estas palabras, se iluminaron nuestros rostros y el gozo llenó todos los corazones. Los ángeles pulsaron una nota más alta y volvieron a cantar, mientras la nube se acercaba a la tierra. {PE 15.2}
Luego resonó la argentina trompeta de Jesús, a medida que él iba descendiendo en la nube, rodeado de llamas de fuego. Miró las tumbas de sus santos dormidos. Después alzó los ojos y las manos hacia el cielo, y exclamó: “¡Despertad! ¡Despertad! ¡Despertad los que dormís en el polvo, y levantaos!” Hubo entonces un formidable terremoto. Se abrieron los sepulcros y resucitaron los muertos revestidos de inmortalidad. Los 144.000 exclamaron: “¡Aleluya!” al reconocer a los amigos que la muerte había arrebatado de su lado, y en el mismo instante nosotros fuimos transformados y nos reunimos con ellos para encontrar al Señor en el aire. {PE 16.1}
Juntos entramos en la nube y durante siete días fuimos ascendiendo al mar de vidrio, donde Jesús sacó coronas y nos las ciñó con su propia mano. Nos dió también arpas de oro y palmas de victoria. En el mar de vidrio, los 144.000 formaban un cuadrado perfecto. Algunas coronas eran muy brillantes y estaban cuajadas de estrellas, mientras que otras tenían muy pocas; y sin embargo, todos estaban perfectamente satisfechos con su corona. Iban vestidos con un resplandeciente manto blanco desde los hombros hasta los pies. Había ángeles en todo nuestro derredor mientras íbamos por el mar de vidrio hacia la puerta de la ciudad. Jesús levantó su brazo potente y glorioso y, posándolo en la perlina puerta, la hizo girar sobre sus relucientes goznes y nos dijo: “En mi sangre lavasteis vuestras ropas y estuvisteis firmes en mi verdad. Entrad.” Todos entramos, con el sentimiento de que teníamos perfecto derecho a estar en la ciudad. {PE 16.2}
Allí vimos el árbol de la vida y el trono de Dios, del que fluía un río de agua pura, y en cada lado del río estaba el árbol de la vida. En una margen había un tronco del árbol y otro en la otra margen, ambos de oro puro y transparente. Al principio pensé que había dos árboles; pero al volver a mirar vi que los dos troncos se unían en su parte superior y formaban un solo árbol. Así estaba el árbol de la vida en ambas márgenes del río de vida. Sus ramas se inclinaban hacia donde nosotros estábamos, y el fruto era espléndido, semejante a oro mezclado con plata. {PE 17.1}
Todos nos ubicamos bajo el árbol, y nos sentamos para contemplar la gloria de aquel paraje, cuando los Hnos. Fitch y Stockman, que habían predicado el Evangelio del reino y a quienes Dios había puesto en el sepulcro para salvarlos, se llegaron a nosotros y nos preguntaron qué había sucedido mientras ellos dormían.Véase el Apéndice. Procuramos recordar las pruebas más graves por las que habíamos pasado, pero resultaban tan insignificantes frente al incomparable y eterno peso de gloria que nos rodeaba, que no pudimos referirlas, y todos exclamamos: “¡Aleluya! Muy poco nos ha costado el cielo.” Pulsamos entonces nuestras áureas arpas cuyos ecos resonaron en las bóvedas del cielo. {PE 17.2}
Con Jesús al frente, descendimos todos de la ciudad a la tierra, y nos posamos sobre una gran montaña que, incapaz de sostener a Jesús, se partió en dos, de modo que quedó hecha una vasta llanura. Miramos entonces y vimos la gran ciudad con doce cimientos y doce puertas, tres en cada uno de sus cuatro lados y un ángel en cada puerta. Todosexclamamos: “¡La ciudad! ¡la gran ciudad! ¡ya baja, ya baja de Dios, del cielo!” Descendió, pues, la ciudad, y se asentó en el lugar donde estábamos. Comenzamos entonces a mirar las espléndidas afueras de la ciudad. Allí vi bellísimas casas que parecían de plata, sostenidas por cuatro columnas engastadas de preciosas perlas muy admirables a la vista. Estaban destinadas a ser residencias de los santos. En cada una había un anaquel de oro. Vi a muchos santos que entraban en las casas y, quitándose las resplandecientes coronas, las colocaban sobre el anaquel. Después salían al campo contiguo a las casas para hacer algo con la tierra, aunque no en modo alguno como para cultivarla como hacemos ahora. Una gloriosa luz circundaba sus cabezas, y estaban continuamente alabando a Dios. {PE 17.3}
Vi otro campo lleno de toda clase de flores, y al cortarlas, exclamé: “No se marchitarán.” Después vi un campo de alta hierba, cuyo hermosísimo aspecto causaba admiración. Era de color verde vivo, y tenía reflejos de plata y oro al ondular gallardamente para gloria del Rey Jesús. Luego entramos en un campo lleno de toda clase de animales: el león, el cordero, el leopardo y el lobo, todos vivían allí juntos en perfecta unión. Pasamos por en medio de ellos, y nos siguieron mansamente. De allí fuimos a un bosque, no sombrío como los de la tierra actual, sino esplendente y glorioso en todo. Las ramas de los árboles se mecían de uno a otro lado, y exclamamos todos: “Moraremos seguros en el desierto y dormiremos en los bosques.” Atravesamos los bosques en camino hacia el monte de Sion. {PE 18.1}
En el trayecto encontramos a un grupo que también contemplaba la hermosura del paraje. Advertí que el borde de sus vestiduras era rojo; llevaban mantos de un blanco purísimo y muy brillantes coronas. Cuando los saludamos pregunté a Jesús quiénes eran, y me respondió que eran mártires que habían sido muertos por su nombre. Los acompañaba una innúmera hueste de pequeñuelos que también tenían un ribete rojo en sus vestiduras. El monte de Sión estaba delante de nosotros, y sobre el monte había un hermoso templo. Lo rodeaban otros siete montes donde crecían rosas y lirios. Los pequeñuelos trepaban por los montes o, si lo preferían, usaban sus alitas para volar hasta la cumbre de ellos y recoger inmarcesibles flores. Toda clase de árboles hermoseaban los alrededores del templo: el boj, el pino, el abeto, el olivo, el mirto, el granado y la higuera doblegada bajo el peso de sus maduros higos, todos embellecían aquel paraje. Cuando íbamos a entrar en el santo templo, Jesús alzó su melodiosa voz y dijo: “Únicamente los 144.000 entran en este lugar.” Y exclamamos: “¡Aleluya!” {PE 18.2}
Este templo estaba sostenido por siete columnas de oro transparente, con engastes de hermosísimas perlas. No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si yo supiera el idioma de Canaán! ¡Entonces podría contar algo de la gloria del mundo mejor! Vi tablas de piedra en que estaban esculpidos en letras de oro los nombres de los 144.000. Después de admirar la gloria del templo, salimos y Jesús nos dejó para ir a la ciudad. Pronto oimos su amable voz que decía: “Venid, pueblo mío; habéis salido de una gran tribulación y hecho mi voluntad. Sufristeis por mí. Venid a la cena, que yo me ceñiré para serviros.” Nosotros exclamamos: “¡Aleluya! ¡Gloria!” y entramos en la ciudad. Vi una mesa de plata pura, de muchos kilómetros de longitud, y sin embargo nuestra vista la abarcaba toda. Vi el fruto del árbol de la vida, el maná, almendras, higos, granadas, uvas y muchas otras especies de frutas. Le rogué a Jesús que me permitiese comer del fruto y respondió: “Todavía no. Quienes comen del fruto de este lugar ya no vuelven a la tierra. Pero si eres fiel, no tardarás en comer del fruto del árbol de la vida y beber del agua del manantial.” Y añadió: “Debes volver de nuevo a la tierra y referir a otros lo que se te ha revelado.” Entonces un ángel me transportó suavemente a este obscuro mundo. A veces me parece que no puedo ya permanecer aquí; tan lóbregas me resultan todas las cosas de la tierra. Me siento muy solitaria aquí, pues he visto una tierra mejor. ¡Ojalá tuviese alas de paloma! Echaría a volar para obtener descanso. {PE 19.1}
*****
Cuando salí de aquella visión, todo me pareció cambiado. Todo lo que miraba era tétrico. ¡Cuán obscuro era el mundo para mí! Lloraba al verme aquí y sentía nostalgia. Había visto algo mejor, y ello arruinaba este mundo para mí. Relaté la visión a nuestro pequeño grupo de Portland, el cual creyó entonces que provenía de Dios. Fueron momentos en que sentimos el poder de Dios y el carácter solemne de la eternidad. Más o menos una semana después de esto el Señor me dió otra visión. Me mostró las pruebas por las que habría de pasar, y que debía ir y relatar a otros lo que él me había revelado, y también que tendría que arrostrar gran oposición y sufrir angustia en mi espíritu. Pero el ángel dijo: “Bástate la gracia de Dios; él te sostendrá.” {PE 20.1}
Al salir de esta visión, me sentí sumamente conturbada. Estaba muy delicada de salud y sólo tenía 17 años. Sabía que muchos habían caído por el engreimiento, y que si me ensalzaba en algo, Dios me abandonaría, y sin duda alguna yo me perdería. Recurrí al Señor en oración y le rogué que pusiese la carga sobre otra persona. Me parecía que yo no podría llevarla. Estuve postrada sobre mi rostro mucho tiempo, y la única instrucción que pude recibir fué: “Comunica a otros lo que te he revelado.” {PE 20.2}
En la siguiente visión que tuve, rogué fervorosamente al Señor que, si debía ir y relatar lo que me había mostrado, me guardase del ensalzamiento. Entonces me reveló que mi oración era contestada y que si me viese en peligro de engreírme, su mano se posaría sobre mí, y me vería aquejada de enfermedad. Dijo el ángel: “Si comunicas fielmente losmensajes y perseveras hasta el fin, comerás del fruto del árbol de la vida y beberás del agua del río de vida.” {PE 20.3}
Pronto se difundió que las visiones eran resultado del mesmerismo, y muchos adventistas estuvieron dispuestos a creerlo y a hacer circular el rumor. Un médico que era un célebre mesmerizador me dijo que mis visiones eran mesmerismo, que yo era un sujeto muy dócil y que él podía mesmerizarme y darme una visión. Le respondí que el Señor me había mostrado en visión que el mesmerismo era del diablo, que provenía del abismo y que pronto volvería allí, junto con los que continuasen practicándolo.Véase el Apéndice. Le dí permiso para mesmerizarme si podía. Lo probó durante más de media hora, recurriendo a diferentes operaciones, y finalmente renunció a la tentativa. Por la fe en Dios pude resistir su influencia, y ésta no me afectó en lo más mínimo. {PE 21.1}
Si tenía una visión en una reunión, muchos decían que era excitación y que alguien me mesmerizaba. Entonces me iba sola a los bosques, donde únicamente el ojo o el oído de Dios pudiese verme u oírme; me dirigía a él en oración y él a veces me daba una visión allí. Me regocijaba entonces, y contaba lo que Dios me había revelado a solas donde ningún mortal podía influir en mí. Pero algunos me dijeron que me mesmerizaba a mí misma. ¡Oh!—pensaba yo,—¿hemos llegado al punto en que los que acuden sinceramente a Dios a solas y confiando en sus promesas para obtener su salvación, pueden ser acusados de hallarse bajo la influencia corrupta y condenadora del mesmerismo? ¿Pedimos “pan” a nuestro bondadoso Padre celestial para recibir tan sólo una “piedra” o un “escorpión”? Estas cosas herían mi ánimo y torturaban mi alma con una intensa angustia, que era casi desesperación, mientras que muchos procuraban hacerme creer que no había Espíritu Santo y que todas las manifestaciones que habían experimentado los santos hombres de Dios no eran más que mesmerismo o engaños de Satanás. {PE 21.2}
En aquel tiempo había fanatismo en el estado de Maine. Algunos evitaban todo trabajo y despedían de la fraternidad a cuantos no querían aceptar sus opiniones al respecto, así como algunas otras cosas que ellos consideraban deberes religiosos. Dios me reveló esos errores en visión y me envió a sus hijos extraviados para que se los declarase; pero muchos de ellos rechazaron rotundamente el mensaje, y me acusaron de amoldarme al mundo. Por otro lado, los adventistas nominales me acusaron falsamente de fanatismo, y algunos, con impiedad me llamaban dirigente del fanatismo que en realidad yo estaba procurando corregir. (Véase el Apéndice.) Diferentes fechas fueron fijadas en repetidas ocasiones para la venida del Señor, y se insistió en que los hermanos las aceptasen; pero el Señor me mostró que todas pasarían, porque el tiempo de angustia debía transcurrir antes de la venida de Cristo, y que cada vez que se fijara una fecha y ésta transcurriera, ello no podría sino debilitar la fe del pueblo de Dios. Por enseñar esto, se me acusó de acompañar al siervo malo que decía en su corazón: “Mi Señor tarda en venir.” {PE 22.1}
Todas estas cosas abrumaban mi ánimo, y en la confusión me veía a veces tentada a dudar de mi propia experiencia. Mientras orábamos en la familia una mañana, el poder de Dios comenzó a descansar sobre mí, y cruzó por mi mente el pensamiento de que era mesmerismo, y lo resistí. Inmediatamente fuí herida de mudez, y por algunos momentos perdí el sentido de cuanto me rodeaba. Vi entonces mi pecado al dudar del poder de Dios y que por ello me había quedado muda, pero que antes de 24 horas se desataría mi lengua. Se me mostró una tarjeta en que estaban escritos en letras de oro el capítulo y los versículos de cincuenta pasajes de la Escritura.1 Después que salí de la visión, pedí por señas la pizarra y escribí en ella que estaba muda, también lo que había visto, y que deseaba la Biblia grande. Tomé la Biblia y rápidamente busqué todos los textos que había visto en la tarjeta. No pude hablar en todo el día. A la mañana siguiente temprano, llenóse mi alma de gozo, se desató mi lengua y prorrumpí en grandes alabanzas a Dios. Después de esto ya no me atreví a dudar ni a resistir por un momento al poder de Dios, pensaran los demás lo que pensaran. {PE 22.2}
En 1846, mientras estaba en Fairhaven, Massachusetts, mi hermana (quien solía acompañarme en aquel entonces), la Hna. A., el Hno. G. y yo misma subimos en un barco a vela para ir a visitar a una familia en la isla del Oeste. Era casi de noche cuando partimos. Apenas habíamos recorrido una corta distancia cuando se levantó una tempestad repentina. Había truenos y rayos, y la lluvia caía sobre nosotros a torrentes. Resultaba claro que nos íbamos a perder, a menos que Dios nos librase. {PE 23.1}
Me arrodillé en el barco y comencé a clamar a Dios que nos salvase. Allí, sobre las olas tumultuosas, mientras el agua pasaba por encima del puente sobre nosotros, fuí arrebatada en visión y vi que antes que pereciéramos se secaría toda gota del océano, pues mi obra estaba tan sólo en su comienzo. Cuando salí de la visión, todos mis temores se habían disipado, cantamos y alabamos a Dios y aquel barquito vino a ser para nosotros un Betel flotante. El redactor del Advent Herald había dicho que, por cuanto se sabía, mis visiones eran “el resultado de operaciones mesméricas.” Pero, pregunto, ¿qué oportunidad había para realizar operaciones mesméricas en una ocasión como aquélla? El Hno. G. estaba más que ocupado en el manejo del barco. Procuró anclar, pero el ancla se deslizaba por el fondo. Nuestra embarcación era sacudida sobre las olas e impulsada por el viento, y era tanta la obscuridad que no podíamos ver desde un extremo del barco al otro. Pronto el ancla se afirmó, y el Hno. G. pidió auxilio. Había tan sólo dos casas en la isla, y resultó que estábamos cerca de una de ellas, pero no era aquella a la cual deseábamos ir. Toda la familia se había retirado a descansar, con excepción de una niñita que, providencialmente, oyó el pedido de auxilio lanzado sobre el agua. Su padre acudió pronto en nuestro socorro y, en un barquito, nos llevó a la orilla. Pasamos el resto de aquella noche agradeciendo a Dios y alabándole por su admirable bondad hacia nosotros. {PE 23.2}
Pasajes mencionados en la página anterior
Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo. Lucas 1:20{PE 24.1}
Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber. Juan 16:15{PE 24.2}
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Hechos 2:4{PE 24.3}
Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Hechos 4:29-31{PE 24.4}
No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Mateo 7:6-12, 15{PE 24.5}
Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Mateo 24:24{PE 25.1}
Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Colosenses 2:6-8{PE 25.2}
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma. Hebreos 10:35-39{PE 25.3}
Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Hebreos 4:10-12{PE 25.4}
Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. . . . Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios. Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él. Filipenses 1:6, 27-29{PE 25.5}
Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo. Filipenses 2:13-15{PE 26.1}
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. Efesios 6:10-18{PE 26.2}
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32{PE 26.3}
Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. 1 Pedro 1:22{PE 26.4}
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13:34, 35{PE 27.1}
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? 2 Corintios 13:5{PE 27.2}
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 1 Corintios 3:10-13{PE 27.3}
Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Hechos 20:28-30{PE 27.4}
Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. Gálatas 1:6-9{PE 27.5}
Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas. Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed. ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos. Lucas 12:3-7{PE 27.6}
Porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; y, en las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Lucas 4:10, 11{PE 28.1}
Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos. 2 Corintios 4:6-9{PE 28.2}
Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. 2 Corintios 4:17, 18{PE 28.3}
Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. 1 Pedro 1:5-7{PE 28.4}
Porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor. 1 Tesalonicenses 3:8{PE 28.5}
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Marcos 16:17, 18{PE 29.1}
Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo. Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él. Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oir; ¿por qué lo queréis oir otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? Juan 9:20-27{PE 29.2}
Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardad mis mandamientos. Juan 14:13-15{PE 29.3}
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Juan 15:7, 8{PE 29.4}
Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dió voces, diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Marcos 1:23-25{PE 29.5}
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:38, 39{PE 29.6}
Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten. He aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Apocalipsis 3:7-13{PE 30.1}
Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por doquiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fué hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios. Apocalipsis 14:4, 5{PE 30.2}
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. Filipenses 3:20{PE 30.3}
Por lo tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Santiago 5:7, 8{PE 30.4}
El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. Filipenses 3:21{PE 31.1}
Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fué segada. Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. Apocalipsis 14:14-17.{PE 31.2}
Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Hebreos 4:9{PE 31.3}
Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Apocalipsis 21:2{PE 31.4}
Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.Apocalipsis 14:1{PE 31.5}

Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. Apocalipsis 22:1-5{PE 31.6}

Visiones subsiguientes
El Señor me dió la visión que sigue en 1847, mientras los hermanos estaban reunidos el sábado, en Topsham, Maine. {PE 32.1}
Sentimos un extraordinario espíritu de oración, y mientras orábamos el Espíritu Santo descendió sobre nosotros. Estábamos muy felices. Pronto perdí el conocimiento de las cosas terrenas y quedé arrobada en una visión de la gloria de Dios. Vi un ángel que con presteza volaba hacia mí. Me llevó rápidamente desde la tierra a la santa ciudad, donde vi un templo en el que entré. Antes de llegar al primer velo, pasé por una puerta. Levantóse ese velo, y entré en el lugar santo, donde vi el altar del incienso, el candelabro con las siete lámparas y la mesa con los panes de la proposición. Después que hube notado la gloria del lugar santo, Jesús levantó el segundo velo y pasé al lugar santísimo. {PE 32.2}
En él vi un arca, cuya cubierta y lados estaban recubiertos de oro purísimo. En cada extremo del arca había un hermoso querubín con las alas extendidas sobre el arca. Sus rostros estaban frente a frente uno de otro, pero miraban hacia abajo. Entre los dos ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles, una gloria en extremo esplendorosa que semejaba un trono en que moraba Dios. Junto al arca estaba Jesús, y cuando las oraciones de los santos llegaban a él, humeaba el incienso del incensario, y Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el humo del incienso. Dentro del arca estaba el vaso de oro con el maná, la florida vara de Aarón y las tablas de piedra, que se plegaban la una sobre la otra como las hojas de un libro. Abriólas Jesús, y vi en ellas los diez mandamientos escritos por el dedo de Dios. En una tabla había cuatro, y en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que los otros seis. Pero el cuarto, el mandamiento del sábado, brillaba más que todos, porque el sábado fué puesto aparte para que se lo guardase en honor del santo nombre de Dios. El santo sábado resplandecía, rodeado de un nimbo de gloria. Vi que el mandamiento del sábado no estaba clavado en la cruz, pues de haberlo estado, también lo hubieran estado los otros nueve, y tendríamos libertad para violarlos todos, así como el cuarto. Vi que, por ser Dios inmutable, no había cambiado el día de descanso; pero el papa lo había transferido del séptimo al primer día de la semana, pues iba a cambiar los tiempos y la ley. {PE 32.3}
También vi que si Dios hubiese cambiado el día de reposo del séptimo al primer día, asimismo hubiera cambiado el texto del mandamiento del sábado escrito en las tablas de piedra que están en el arca del lugar santísimo del templo celestial, y diría así: El primer día es el día de reposo de Jehová tu Dios. Pero vi que seguía diciendo lo mismo que cuando el dedo de Dios lo escribió en las tablas de piedra, antes de entregarlas a Moisés en el Sinaí: “Mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios.” Vi que el santo sábado es, y será, el muro separador entre el verdadero Israel de Dios y los incrédulos, así como la institución más adecuada para unir los corazones de los queridos y esperanzados santos de Dios. {PE 33.1}
Vi que Dios tenía hijos que no reconocen ni guardan el sábado. No han rechazado la luz referente a él. Y al empezar el tiempo de angustia, fuimos henchidos del Espíritu Santo, cuando salimos a proclamar más plenamente el sábado.1 Esto enfureció las otras iglesias y a los adventistas nominales,2 pues no podían refutar la verdad sabática, y entonces todos los escogidos de Dios, comprendiendo claramente que poseíamos la verdad, salieron y sufrieron la persecución con nosotros. Vi guerra, hambre, pestilencia y grandísima confusión en la tierra. Los impíos pensaron que nosotros habíamos acarreado el castigo sobre ellos, y se reunieron en consejo para raernos de la tierra, creyendo que así cesarían los males. {PE 33.2}
En el tiempo de angustia, huimos todos de las ciudades y pueblos, pero los malvados nos perseguían y entraban a cuchillo en las casas de los santos; pero al levantar la espada para matarnos, se quebraba ésta y caía tan inútil como una brizna de paja. Entonces clamamos día y noche por la liberación, y el clamor llegó a Dios. Salió el sol y la luna se paró. Cesaron de fluir las corrientes de aguas. Aparecieron negras y densas nubes que se entrechocaban unas con otras. Pero había un espacio de gloria fija, del que, cual estruendo de muchas aguas, salía la voz de Dios que estremecía cielos y tierra. El firmamento se abría y cerraba en honda conmoción. Las montañas temblaban como cañas agitadas por el viento y lanzaban peñascos en su derredor. El mar hervía como una olla y despedía piedras sobre la tierra. Y al anunciar Dios el día y la hora de la venida de Jesús, cuando dió el sempiterno pacto a su pueblo, pronunciaba una frase y se detenía de hablar mientras las palabras de la frase rodaban por toda la tierra. El Israel de Dios permanecía con los ojos en alto, escuchando las palabras según salían de labios de Jehová y retumbaban por la tierra como fragor del trueno más potente. El espectáculo era pavorosamente solemne, y al terminar cada frase, los santos exclamaban: “¡Gloria! ¡Aleluya!” Sus rostros estaban iluminados con la gloria de Dios, y resplandecían como el de Moisés al bajar del Sinaí. A causa de esta gloria, los impíos no podían mirarlos. Y cuando la bendición eterna fué pronunciada sobre quienes habían honrado a Dios santificando su sábado, resonó un potente grito por la victoria lograda sobre la bestia y su imagen. {PE 34.1}

Entonces comenzó el jubileo, durante el cual la tierra debía descansar. Vi al piadoso esclavo levantarse en triunfal victoria, y desligarse de las cadenas que lo ataban, mientras que su malvado dueño quedaba confuso sin saber qué hacer; porque los impíos no podían comprender las palabras que emitía la voz de Dios. Pronto apareció la gran nube blanca. Parecióme mucho más hermosa que antes. En ella iba sentado el Hijo del hombre. Al principio no distinguimos a Jesús en la nube; pero al acercarse más a la tierra, pudimos contemplar su bellísima figura. Esta nube fué, en cuanto apareció, la señal del Hijo del hombre en el cielo. La voz del Hijo de Dios despertó a los santos dormidos y los levantó revestidos de gloriosa inmortalidad. Los santos vivientes fueron transformados en un instante y arrebatados con aquéllos en el carro de nubes. Este resplandecía en extremo mientras rodaba hacia las alturas. El carro tenía alas a uno y otro lado, y debajo, ruedas. Cuando el carro ascendía, las ruedas exclamaban: “¡Santo!” y las alas, al batir, gritaban: “¡Santo!” y la comitiva de santos ángeles que rodeaba la nube exclamaba: “¡Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso!” Y los santos en la nube cantaban: “¡Gloria! ¡Aleluya!” El carro subió a la santa ciudad. Abrió Jesús las puertas de esa ciudad de oro y nos condujo adentro. Fuimos bien recibidos, porque habíamos guardado “los mandamientos de Dios” y teníamos derecho “al árbol de la vida.” {PE 34.2}