La victoria de
Cristo al negarse al apetito
295.
Para Cristo, como para la santa pareja del Edén, el apetito fue la base de la
primera gran tentación. Precisamente donde empezó la ruina, debe empezar la
obra de nuestra redención. Así como por haber complacido el apetito Adán cayó,
por sobreponerse al apetito Cristo debía vencer. “Y después de haber ayunado
cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le
dijo: Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan en pan. El
respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios”. Mateo 4:2-4. {CRA
219.1}
Desde
el tiempo de Adán hasta el de Cristo, el desenfreno había aumentado el poder de
los apetitos y las pasiones, hasta que éstos ejercieron un dominio casi
ilimitado. En esta forma los hombres se habían degradado y degenerado, y por sí
mismos no podían vencer. Cristo venció en favor del hombre, soportando la
prueba más severa. Por nuestra causa, ejerció un dominio propio más fuerte que
el hambre o la misma muerte. Y esta primera victoria entrañaba otros resultados
que intervienen en todos nuestros conflictos con las potestades de las
tinieblas. {CRA
219.2}
Cuando
Jesús entró en el desierto, fue rodeado por la gloria del Padre. Absorto en la
comunión con Dios, se sintió elevado por encima de las debilidades humanas.
Pero la gloria se apartó de él, y quedó solo para luchar con la tentación. Esta
le apremiaba en todo momento. Su naturaleza humana rehuía el conflicto que le
aguardaba. Durante cuarenta días ayunó y oró. Débil y demacrado por el
hambre, macilento y agotado por la agonía mental, “desfigurado era su aspecto
más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adán”. Isaías 52:14, VM. Entonces vio Satanás su oportunidad. Pensó que podía vencer
a Cristo.—El Deseado de Todas las Gentes,
92, 93 (1898). {CRA 219.3}
296.
Cristo entró en la prueba en el terreno del apetito, y durante casi seis
semanas resistió la tentación en favor del hombre. El largo ayuno en el
desierto iba a ser una lección para el hombre caído para todos los tiempos.
Cristo no fue vencido por las fuertes tentaciones del enemigo, y esto da
aliento a toda alma que lucha contra la tentación. Cristo hizo posible que cada
miembro de la familia humana resista a la tentación. Todos los que quieran
vivir piadosamente pueden vencer como Cristo venció, por la sangre del Cordero y
la palabra de su testimonio. El largo ayuno del Salvador le fortaleció para
soportar la prueba. El dio al hombre la prueba de que comenzaría su obra
venciendo donde había comenzado la ruina: en el problema del apetito.—Carta 158, 1909. {CRA
220.1}
297.
Cuando Cristo se veía más fieramente asediado por la tentación, no comía. Se
entregaba a Dios y gracias a su ferviente oración y perfecta sumisión a la
voluntad de su Padre salía vencedor. Sobre todos los demás cristianos profesos,
debieran los que profesan la verdad para estos últimos días imitar a su gran
Ejemplo en lo que a la oración se refiere.—Joyas de los Testimonios 1:219 (1869). {CRA 220.2}
[Para el contexto véase 70.] {CRA 220.3}
298.
El Redentor del mundo sabía que la complacencia del apetito produciría
debilidad física y embotaría de tal manera los órganos de la percepción, que no
discernirían las cosas sagradas y eternas. Cristo sabía que el mundo
estaba entregado a la glotonería y que esta sensualidad pervertiría las
facultades morales. Si la costumbre de complacer el apetito dominaba de tal
manera a la especie humana que, a fin de romper su poder, el divino Hijo de
Dios tuvo que ayunar casi seis semanas en favor del hombre, ¡qué obra confronta
al cristiano para poder vencer como Cristo venció! El poder de la tentación a
complacer el apetito pervertido puede medirse únicamente por la angustia
indecible de Cristo en aquel largo ayuno en el desierto.—Testimonies for the Church 1:416 (1875). {CRA 220.4}
Como preparación
para el estudio de las escrituras
299.
Hay en las Escrituras algunas cosas que son difíciles de comprender, y que,
según el lenguaje de Pedro, los ignorantes e inestables tuercen para su propia
perdición. Tal vez no podamos en esta vida explicar el significado de todo
pasaje de la Escritura; pero no hay puntos de verdad práctica que hayan de
quedar envueltos en el misterio. {CRA 221.1}
Cuando
llegue el momento en que, según la providencia de Dios, el mundo deba ser
probado respecto de la verdad para este tiempo, su Espíritu inducirá a las
mentes a escudriñar las Escrituras, aun con ayuno y oración, hasta que
descubran eslabón tras eslabón, y los unan en una cadena perfecta. Todo hecho
que se relacione directamente con la salvación de las almas quedará tan claro
que nadie necesitará errar ni andar en las tinieblas.—Joyas de los Testimonios 1:283 (1870). {CRA 221.2}
300.
Ciertos puntos difíciles de la verdad presente han sido aprehendidos por los
fervientes esfuerzos de unos pocos que se consagraban a la obra. El ayuno y la
oración ferviente a Dios han movido al Señor a abrir sus tesoros de verdad a su
entendimiento.—Testimonies
for the Church 2:650, 651 (1870). {CRA
221.3}
301.
Los que desean sinceramente la verdad no vacilarán en exponer sus puntos de
vista a la investigación y la crítica, y no se molestarán si alguien contradice
sus opiniones e ideas. Este era el espíritu que reinaba entre nosotros hace
cuarenta años. Nos reuníamos con el alma agobiada, orando para que fuésemos uno
en fe y en doctrina; porque sabíamos que Cristo no se divide. Investigábamos un
punto cada vez. La solemnidad caracterizaba estas reuniones de investigación. Las
Escrituras eran abiertas con una actitud de reverencia. Con frecuencia
ayunábamos, a fin de comprender mejor la verdad.—[The Review and Herald, julio 26 de 1892.]; Testimonies for the Church 2:650, 651. {CRA 222.1}
Cuando se necesita
la ayuda divina
302.
Para ciertas cosas, el ayuno y la oración son recomendados y apropiados. En la
mano de Dios son un medio de limpiar el corazón y de fomentar la buena
disposición. Obtenemos respuesta a nuestras oraciones porque humillamos
nuestras almas delante de Dios.—Carta 73, 1896. {CRA
222.2}
303.
Dios ha dispuesto que los que asumen responsabilidades se reúnan a menudo para
consultar unos con otros y orar fervientemente pidiendo la sabiduría que sólo
él puede impartir. Unidos, presentad a Dios vuestras dificultades. Hablad
menos; mucho tiempo precioso se pierde en conversaciones que no producen luz.
Que los hermanos se unan en ayuno y oración para obtener la sabiduría que Dios
ha prometido otorgar liberalmente.—Gospel Workers, 236 (1892) (edic. antigua). {CRA 222.3}
304.
Siempre que sea necesario, para el progreso de la causa de la verdad y la
gloria de Dios, hacer frente a un.—Testimonies for the Church 1:624 (1867). oponente, ¡con cuánto cuidado y humildad
deben [los defensores de la verdad] entrar en el conflicto! Con escrutinio del
corazón, con ferviente oración y frecuente ayuno, debieran rogar a Dios que les
ayude especialmente para dar una victoria gloriosa a su preciosa y salvadora
verdad, a fin de exponer el error en su verdadera deformidad, y que sus
defensores queden completamente derrotados. {CRA 222.4}
[El ayuno del Salvador es una lección para los
que vivimos en una época espantosa—238] {CRA
223.1}
El ayuno verdadero
305.
El ayuno verdadero, que debiera recomendarse a todos, es abstinencia de todo
alimento estimulante, y el debido consumo de alimentos sencillos que Dios ha
provisto en abundancia. Los hombres debieran pensar menos acerca de lo que
beberán y comerán del alimento temporal y dar más importancia al alimento del
cielo que los tonificará y vitalizará en toda su experiencia religiosa.—Carta 73, 1896; Medical
Ministry, 283. {CRA 223.2}
306.
De ahora en adelante hasta el fin del tiempo, los hijos de Dios debieran ser
más fervientes y más despiertos, y no confiar en su propia sabiduría, sino en
la sabiduría de su Caudillo. Ellos debieran dedicar días especiales al ayuno y
la oración. No es necesario que se abstengan de alimento, pero debieran comer
con moderación alimentos sencillos.—The Review and Herald, febrero 11 de 1904. {CRA 223.3}
307.
Todos los ayunos del mundo no asumirán el lugar de la sencilla confianza en la
Palabra de Dios. “Pedid—dice—y recibiréis”... No se os pide que ayunéis
cuarenta días. El Señor ayunó por vosotros en esta forma en el desierto de la
tentación. No habría virtud en un ayuno tal; pero hay virtud en la sangre de
Cristo.—Carta 206, 1908. {CRA 223.4}
308.
El espíritu del ayuno y la oración verdaderos es el espíritu que entrega la
mente, el corazón y la voluntad a Dios.—Manuscrito 28, 1900. {CRA
224.1}
Como remedio para
la enfermedad
309.
La intemperancia en el comer es a menudo causa de enfermedad, y lo que más necesita
la naturaleza es ser aliviada de la carga inoportuna que se le impuso. En
muchos casos de enfermedad, el mejor remedio para el paciente es un corto
ayuno, que omita una o dos comidas, para que descansen los órganos rendidos por
el trabajo de la digestión. Muchas veces el seguir durante algunos días una
dieta de frutas ha proporcionado gran alivio a personas que trabajaban
intelectualmente; y un corto período de completa abstinencia, seguido de un
régimen alimenticio sencillo y moderado, ha restablecido al enfermo por el solo
esfuerzo de la naturaleza. Un régimen de abstinencia por uno o dos meses
convencerá a muchos pacientes de que la sobriedad favorece la salud.—El Ministerio de Curación, 180 (1905). {CRA 224.2}
310.
Algunas personas recibirían más beneficio de abstenerse de alimentos durante un
día o dos por semana que de cualquier tratamiento o consejo médico. El ayunar
un día por semana les sería de beneficio incalculable.—Joyas de los Testimonios 3:137 (1902). {CRA 224.3}
311.
El comer con demasiada frecuencia y en cantidades demasiado grandes, recarga
los órganos digestivos y afiebra el organismo. La sangre se vuelve impura, y
como resultado de esto ocurren varias clases de enfermedades... {CRA 224.4}
Los
enfermos, en tales casos, pueden hacer para sí lo que otros no pueden hacer con
la misma eficacia. Debieran comenzar por aliviar su naturaleza de la carga que
han puesto sobre ella. Debieran eliminar la causa. Ayunen un corto tiempo y
den al estómago una oportunidad de descansar. Alivien la condición febril del
organismo mediante una cuidadosa y sabia aplicación de agua. Estos esfuerzos
ayudarán a la naturaleza en su lucha para librar de impurezas el organismo.—Spiritual Gifts 4:133, 134 (1864). {CRA 224.5}
312.
Las personas que han complacido su apetito, comiendo carne en abundancia, y
salsas muy sazonadas acompañadas de pasteles y conservas excitantes, no pueden
inmediatamente apreciar un régimen sencillo, sano y nutritivo. Su gusto está
tan pervertido que no les apetece una dieta sana compuesta de frutas, pan
sencillo y verduras. No pueden pretender que hallarán agrado al principio en
una alimentación tan diferente de aquélla, a cuyo gusto estaban acostumbrados.
Si al principio no les agradan los alimentos sencillos debieran ayunar hasta
que logren su objeto. Ese ayuno les resultará de mayor beneficio que la
medicina, porque el estómago maltratado encontrará que el descanso que le era
tan necesario y un hambre verdadera pueden ser satisfechos con un régimen
sencillo. Se necesitará tiempo para que el gusto se recupere de los abusos que
ha sufrido y recobre su tono natural. Pero el perseverar en una abnegación
completa en cuanto al comer y beber no tardará en demostrar que el alimento
sencillo y saludable es más apreciado y se comerá con más satisfacción que los
alimentos rebuscados.—Spiritual
Gifts 4:130, 131; Counsels on Health, 148 (1864). {CRA 225.1}
Guardaos de la abstinencia debilitante
313.
En los casos de fiebre elevada, la abstinencia de comida por un corto tiempo
reducirá la fiebre y hará más eficaz el empleo del agua. Pero el médico en
servicio necesita comprender la condición verdadera del paciente, y no permitirá
que sea privado de alimento por mucho tiempo, debilitando así su organismo.
Durante el estado de fiebre intensa, los alimentos pueden irritarlo y excitar
la sangre; pero tan pronto como la fuerza de la fiebre ha disminuido se deben
dar alimentos en forma cuidadosa y juiciosa. Si se lo priva demasiado tiempo de
alimento, el estómago que clama por él creará fiebre, la que será aliviada
cuando se le proporcione alimento de calidad apropiada. Así se le da a la
naturaleza algo que hacer. Si hay un gran deseo de alimento, aun durante la
fiebre, el satisfacer aquel deseo con una cantidad moderada de alimento
sencillo sería menos peligroso que negarle al paciente el alimento. Cuando éste
no pueda pensar en otra cosa, la naturaleza no será recargada con una pequeña
porción de alimento sencillo.—Testimonies for the Church 2:384, 385 (1870). {CRA 225.2}
Consejos a un
pastor anciano
314.
Se me ha informado que Ud. se acostumbró a comer tan sólo una vez por día
durante cierto plazo; pero yo sé que esto es malo en su caso, porque se me ha mostrado
que Ud. necesitaba una dieta nutritiva, y que estaba en peligro por ser
demasiado abstinente. Su fuerza no permite una disciplina tan severa... {CRA 226.1}
Me
parece que Ud. ha errado al ayunar dos días. Dios no se lo exige. Le ruego que
tenga cautela y coma en abundancia alimentos sanos dos veces por día. Lo cierto
es que Ud. perderá fuerza y podría ocurrir que su mente se desequilibre si no
cambia su régimen tan severo.—Carta 2, 1872. {CRA
226.2}
Gracias, ahora se Como ayunar, saludos
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