Consejos basados en
la instrucción divina
339.
La súplica del padre y la madre debiera ser que “nos enseñe lo que hayamos de
hacer con el niño que ha de nacer”. Jueces 13:8. Hemos presentado al lector lo que Dios ha dicho concerniente a
la conducta de la madre antes del nacimiento de sus hijos. Pero esto no es
todo. El ángel Gabriel fue enviado de los atrios celestiales para dar
instrucción en cuanto al cuidado de los niños después de su nacimiento, a fin
de que los padres comprendiesen plenamente su deber. {CRA 265.1}
Más
o menos en tiempo del primer advenimiento de Cristo, el ángel Gabriel visitó a
Zacarías con un mensaje similar al que había sido dado a Manoa. Al anciano sacerdote
se le dijo que su esposa tendría un hijo, que se llamaría Juan. “Y—dijo el
ángel—tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque
será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu
Santo”. Juan 1:15. Este niño de la promesa habría de criarse con
los hábitos de temperancia más estrictos. Se le iba a confiar una obra
importante de reforma que consistiría en preparar el camino para Cristo. {CRA 265.2}
Existía
entre el pueblo la intemperancia en todas sus formas. El hábito de beber y
comer con lujuria minaba la fuerza física, y degradaba la moral de tal manera
que los crímenes más repugnantes que se cometían no parecían pecaminosos. La
voz de Juan iba a llegar desde el desierto en son de reprensión por los
hábitos pecaminosos de la gente, y sus propios hábitos de abstinencia iban a
ser un reproche por los excesos de su tiempo.—The Signs of the Times,
septiembre 13 de 1910. {CRA 265.3}
El verdadero comienzo de
la reforma
Los
esfuerzos de nuestros obreros que enseñan la temperancia no tienen bastante
alcance para desterrar la maldición de la intemperancia. Una vez formados los
hábitos es difícil vencerlos. La reforma debe empezar con la madre antes del
nacimiento de sus hijos; y si se siguieran fielmente las instrucciones de Dios,
no existiría la intemperancia. {CRA 266.1}
Debiera
ser el esfuerzo constante de cada madre conformar sus hábitos con la voluntad
de Dios, a fin de cooperar con él en proteger a sus hijos de los vicios
destructores de la salud y la vida que existen en la actualidad. Sin dilación
pónganse las madres en la debida relación con su Creador, para que por su
gracia ayudadora levanten alrededor de sus hijos un baluarte contra la
disipación y la intemperancia. Si las madres siguiesen esa conducta, verían a
sus hijos actuar como el joven Daniel, y alcanzar una alta norma de moralidad e
inteligencia, siendo una bendición para la sociedad y un honor para su Creador. {CRA 266.2}
El niño
340.
El mejor alimento para el niño es el que suministra la naturaleza. No debe
privárselo de él sin necesidad. Es muy cruel que la madre, por causa de las
conveniencias y los placeres sociales, procure libertarse del desempeño de su
ministerio materno de amamantar a su pequeñuelo. {CRA 266.3}
La
madre que consiente que otra mujer nutra a su hijo debe considerar cuáles
puedan ser los resultados. La nodriza comunica hasta cierto punto su propio
temperamento y genio al niño a quien amamanta.—El Ministerio de Curación, 297 (1905). {CRA 266.4}
341.
A fin de guardar paso con la moda, la naturaleza ha sido maltratada, en vez de
ser consultada. A veces las madres dependen de una persona mercenaria, o es
necesario sustituir el pecho materno por la mamadera. Y uno de los deberes más
delicados y agradables que la madre puede cumplir para su hijito necesitado,
quien amalgama la vida materna con la suya, y quien despierta los sentimientos
más tiernos en el corazón de la mujer, es sacrificado en el altar de las
locuras fratricidas de la moda. {CRA 267.1}
Hay
madres que sacrifican sus deberes maternos de amamantar a sus hijos simplemente
porque les causa demasiada molestia estar limitadas por sus vástagos, que son
el fruto de su propio cuerpo. El salón de baile y las escenas de placer
excitante han ejercido una influencia paralizadora de las sensibilidades del
alma. Esto ha sido más atrayente para la madre amante de las modas que sus
deberes maternales hacia sus niños. Puede ser que confíe sus hijos al cuidado
de una persona asalariada, para que ejecute los deberes que le corresponden a
ella solamente. Sus falsos hábitos hacen que los deberes necesarios y cuyo
cumplimiento debiera serle un placer, le resulten desagradables, porque el
cuidado de sus niños estorba las exigencias de la vida social. Una persona
extraña cumple los deberes de la madre, y da de su pecho el alimento para
sostenerle la vida. {CRA 267.2}
Y
esto no es todo. Ella también imparte su mal genio al niño lactante. La vida
del niño está vinculada con la de ella. Si la persona asalariada es de un
carácter tosco, apasionado e irrazonable; si no es cuidadosa en lo moral, es
muy probable que el niño sea igual o muy parecido. La misma calidad de sangre
que corre por las venas de la nodriza correrá también por las venas del niño.
Las madres que arrancan a sus hijos de sus brazos maternos, y rehusan cumplir
sus deberes maternales, por serles una carga que difícilmente pueden cumplir,
porque dedican su tiempo a la moda, son indignas del nombre de madre.
Ellas degradan el noble instinto y los atributos sagrados de la mujer, y prefieren
ser mariposas de los placeres mundanos, teniendo menos sentido de su
responsabilidad hacia su posteridad que las bestias. Muchas madres reemplazan
el pecho por la mamadera. Esto es necesario porque no tienen alimento para sus
hijos. Pero en nueve casos de cada diez los métodos de vestir y de comer que
adquirieron en su juventud las han incapacitado para cumplir los deberes que la
naturaleza les ha asignado... {CRA 267.3}
Siempre
me ha parecido un asunto de frialdad despiadada el hecho de que las madres que
pueden amamantar a sus niños los entreguen al biberón. En este caso es
sumamente necesario obtener la leche de una vaca sana y cuidar de que la
mamadera y la leche estén en perfecto estado higiénico. Este detalle es
frecuentemente descuidado y como resultado el niño sufre sin necesidad. Se
pueden presentar casos de afección intestinal y estomacal, y el pobre niño
enferma, aun cuando era sano al nacer. {CRA 268.1}
[How to Live, 39, 40.]—Mensajes
Selectos 2:496, 497 (1865). {CRA
268.2}
342.
El período durante el cual los niños reciben su alimentación de la madre es
decisivo. Muchas madres, mientras amamantaban a sus hijos, se han visto
obligadas a trabajar en exceso y a afiebrar su sangre en la cocina; y esto ha
afectado seriamente al lactante, no sólo mediante un alimento afiebrado del
pecho materno; también su sangre ha sido envenenada por el régimen alimenticio
perjudicial de la madre que ha afiebrado todo su organismo y por lo tanto ha
afectado el alimento que recibe el niño. El niño también será afectado por el
estado mental de la madre. Si ella se siente infeliz, si se altera fácilmente,
si es irritable y si tiene arranques de ira, el alimento que el niño recibe de
su madre estará inflamado, y con frecuencia producirá cólicos y espasmos, y en
algunos casos provocará convulsiones y accesos. {CRA 268.3}
También
el carácter del niño es afectado en mayor o menor grado por la naturaleza del
alimento que recibe de la madre. Cuán importante es entonces que la madre,
mientras alimenta al hijo, mantenga un estado de felicidad mental y controle
perfectamente su espíritu. Al hacer esto no perjudicará el alimento del niño, y
el trato calmado y sereno que la madre dará a su hijo contribuirá en gran
medida a modelar su mente. Si el hijo es nervioso y se altera fácilmente, los
modales cuidadosos y calmos de la madre ejercerán una influencia sedante y
correctora, y la salud del niño podrá mejorar notablemente.—The Health Reformer, septiembre de 1871. {CRA 269.1}
Regularidad en las
comidas
[How to Live, 47.]—Mensajes Selectos 2:503, 504 (1865).
343.
La primera educación que los hijos deberían recibir de su madre en la infancia
es la relativa a su salud física. Deberían recibir solamente alimentos
sencillos, de la calidad adecuada para conservar su salud en la mejor
condición, y deberían tomarlos únicamente a horas regulares, no más de tres
veces por día; y aun dos comidas serían mejor que tres. Si se disciplina
debidamente a los hijos, pronto aprenderán que no conseguirán nada llorando o
irritándose. Una madre juiciosa obrará para educar a sus hijos, no sólo en lo
que atañe a su comodidad presente sino también a su bien futuro. Y para
lograrlo les enseñará la importante lección del dominio del apetito y de la
abnegación, con el fin de que puedan comer, beber y vestirse teniendo en cuenta
los mejores intereses de la salud. {CRA 269.2}
344.
No se debiera permitir que los niños coman dulces, frutas, nueces u otros
alimentos entre las comidas. Dos comidas por día son mejores para ellos que
tres. Si los padres dan el buen ejemplo, y obran de acuerdo con los buenos
principios, los niños no tardarán en actuar correctamente. La irregularidad en
la alimentación destruye el tono sano de los órganos de la digestión, y
cuando vuestros hijos se acercan a la mesa, no apetecen el alimento sano; sus
apetitos anhelan lo que no es bueno para ellos. Muchas veces los niños han
sufrido por fiebres graves atraídas por una alimentación impropia, siendo los
padres los culpables. Es el deber de los padres asegurar que los niños formen
hábitos conducentes a la salud, y así ahorrarse mucha angustia.—Testimonies for the Church 4:502 (1880). {CRA 269.3}
345.
Se alimenta a los niños con demasiada frecuencia, lo cual produce fiebre y
sufrimientos de varias clases. El estómago no debe ser mantenido constantemente
trabajando, sino que debe tener períodos de descanso. Sin éstos los niños se
vuelven nerviosos, irritables y están a menudo enfermos.—The Health Reformer, septiembre de 1866. {CRA 270.1}
[Hay que enseñar a los
niños cuándo y cómo deben comer—288] {CRA 270.2}
[Educación temprana de
Daniel—241] {CRA 270.3}
[Véase la Sección IX,
“Regularidad en el comer”.] {CRA 270.4}
Educación temprana del apetito
346.
Difícil sería exagerar la importancia que tiene el hacer adquirir a los niños
buenos hábitos dietéticos. Necesitan aprender que comen para vivir y no viven
para comer. Esta educación debe empezar cuando la criatura está todavía en
brazos de su madre. Hay que darle alimento tan sólo a intervalos regulares, y
con menos frecuencia conforme va creciendo. No hay que darles dulces ni comida
de adultos pues no la puede digerir. El cuidado y la regularidad en la
alimentación de las criaturas no sólo fomentarán la salud, y así las harán
sosegadas y de genio apacible, sino que echarán los cimientos de hábitos que
las beneficiarán en los años subsiguientes. {CRA 270.5}
Cuando
los niños salen de la infancia todavía hay que educar con el mayor cuidado
sus gustos y apetitos. Muchas veces se les permite comer lo que quieren y
cuando quieren, sin tener en cuenta su salud. El trabajo y el dinero tantas
veces malgastados en golosinas perjudiciales para la salud inducen al joven a
pensar que el supremo objeto de la vida, y lo que reporta mayor felicidad, es
poder satisfacer los apetitos. El resultado de tal educación es que el niño se
vuelve glotón; después le sobrevienen las enfermedades, que son seguidas
generalmente por la administración de drogas venenosas. {CRA 270.6}
Los
padres deben educar los apetitos de sus hijos, y no permitir que hagan uso de
alimentos nocivos para la salud. Pero en el esfuerzo por regular la
alimentación, debemos cuidar de no cometer el error de exigir a los niños que
coman cosas desagradables, ni más de lo necesario. Los niños tienen derechos y
preferencias que, cuando son razonables, deben respetarse. {CRA 271.1}
Las
madres que satisfacen los deseos de sus hijos a costa de la salud y del genio
alegre, siembran males que no dejarán de brotar y llevar fruto. El empeño por
satisfacer los apetitos se intensifica en los niños a medida que crecen, y
queda sacrificado el vigor mental y físico. Las madres que obran así cosechan
con amargura lo que han sembrado. Ven a sus hijos criarse incapacitados en su
mente y carácter para desempeñar noble y provechoso papel en la sociedad o en
la familia. Las facultades espirituales, intelectuales y físicas se menoscaban
por la influencia del alimento malsano. La conciencia se embota, y se debilita
la disposición a recibir buenas impresiones. {CRA 271.2}
Mientras
se les enseña a los niños a dominar su apetito y a comer teniendo en cuenta los
intereses de la salud, hágaseles ver que sólo se privan de lo que les sería
perjudicial; que renuncian a ello por algo mejor. Hágase la mesa amena y
atractiva, al surtirla con las cosas buenas que Dios ha dispensado con tanta
generosidad. Sea la hora de comer una hora de contento y alegría. Al gozar
de los dones de Dios, correspondámosle con agradecida alabanza.—El Ministerio de Curación, 297-299 (1905). {CRA 271.3}
347.
Muchos padres, para evitar la tarea de educar pacientemente a sus hijos en
hábitos de abnegación, y enseñarles a usar correctamente las bendiciones de
Dios, les permiten comer y beber cuando les agrada. El apetito y la
satisfacción propia, a menos que sean restringidos positivamente, crecen con el
crecimiento y se fortalecen con la fuerza. Al iniciarse estos niños en la vida,
y tomar su lugar en la sociedad, carecen de poder para resistir la tentación.
La impureza moral y la grosera iniquidad abundan por doquiera. La tentación a
satisfacer el apetito y los caprichos no ha disminuido con el transcurso de los
años, y los jóvenes por lo general se rigen por los impulsos, y son esclavos
del apetito. En la glotonería, en el fumador y en el bebedor, vemos los
resultados de una educación deficiente.—Testimonies for the Church 3:564 (1875). {CRA 272.1}
La satisfacción propia y la impiedad
348.
Los niños mal alimentados son con frecuencia débiles, pálidos, deficientes en
su desarrollo, y resultan nerviosos, excitables e irritables. Por amor al
apetito se sacrifica todo lo noble, y predominan las pasiones animales. La vida
de muchos niños de cinco, diez y quince años de edad parece estar marcada por
la depravación. Conocen casi todos los vicios. En gran medida los padres son
los culpables de tal estado de cosas y a su cuenta se les acreditarán los
pecados de sus hijos, pues fue la conducta impropia de los padres la que
indirectamente indujo a los hijos a cometer esos pecados. Tientan a sus hijos a
satisfacer su apetito poniendo sobre la mesa carnes y otros alimentos
condimentados, que tienen la tendencia a fomentar las pasiones animales. Por su
ejemplo enseñan a sus hijos la intemperancia en el comer. Se les ha permitido
comer casi en cualquier momento del día, lo cual mantiene siempre ocupado
el sistema digestivo. Las madres han tenido poco tiempo para educar a sus
hijos. Su tiempo valioso lo dedicaban a preparar comidas malsanas que luego
colocaban sobre la mesa. {CRA 272.2}
Muchos
padres y madres han ocasionado la ruina de sus hijos mientras procuraban
regular su vida de acuerdo con la moda. Si esperan visitas, quieren que éstas
se sienten delante de una mesa bien provista como la que encontrarían entre el
círculo de sus amistades. Se dedica mucho tiempo y dinero a este objeto. Por
guardar las apariencias, se preparan alimentos pesados para satisfacer el
apetito, y aun cristianos de nombre hacen tanto despliegue que atraen en
derredor suyo una clase de personas cuyo objeto principal al visitarlas es
comer las golosinas. Los cristianos debieran reformarse al respecto. Aunque
deben atender cortésmente a sus visitas, no deben dejarse esclavizar por la
moda y el apetito.—Spiritual
Gifts 4:132, 133 (1864). {CRA 273.1}
Estudiemos la sencillez
349.
La preparación del alimento debiera ser tan sencilla que no absorba todo el
tiempo de la madre. Es cierto que debe tenerse cuidado de presentar en la mesa
alimento sano y atractivo. No penséis que cualquier cosa que pueda reunirse
descuidadamente como alimento es bastante buena para los niños. Debéis dedicar
menos tiempo a la preparación de alimentos malsanos, para agradar al paladar
pervertido, y más tiempo a la educación y preparación de los niños. Dedicad la
energía que ahora usáis en planes innecesarios referentes a la comida, la
bebida y el vestido, a mantener sus personas aseadas y su ropa limpia.—Christian Temperance and Bible Hygiene,
141 (1890). {CRA 273.2}
350.
Las carnes muy condimentadas seguidas de pasteles pesados, están desgastando
los órganos digestivos de los niños. Si se los acostumbrase a los alimentos
sencillos y sanos, su apetito no exigiría comidas complicadas y mixtas... La carne
dada como alimento a los niños resulta contraproducente... Enseñar a los niños a
subsistir con una dieta a base de carne, resulta nocivo. Es mucho más fácil
crear un apetito falso que corregirlo y reformarlo cuando se ha vuelto una
segunda naturaleza.—Carta
72, 1896. {CRA 273.3}
La intemperancia fomentada
351.
Muchas madres que se quejan de la intemperancia que existe por todas partes, no
buscan bastante hondo para descubrir la causa. Preparan diariamente una
variedad de platos con alimentos muy condimentados que tientan el apetito y
estimulan a comer demasiado. Las mesas de los americanos están servidas de tal
manera que contribuyen a formar alcohólicos. El apetito es el principio
gobernante de una gran mayoría. Cualquiera que fomenta el apetito comiendo
demasiado a menudo alimento de mala calidad, está debilitando su fuerza para resistir
las exigencias del apetito y la pasión en otro sentido, en la medida en que ha
fortalecido la propensión hacia los hábitos erróneos en la alimentación. Las
madres necesitan reconocer su deber, para con Dios y con el mundo, de presentar
a la sociedad hijos con caracteres bien desarrollados. Los hombres y las
mujeres que se presenten en el escenario de acción con principios firmes
estarán preparados para presentarse limpios en medio de la contaminación moral
de esta era corrupta... {CRA 274.1}
La
mesa de muchas mujeres que profesan ser cristianas es servida diariamente con
una variedad de platos que irritan el estómago y afiebran el organismo. La
carne constituye el alimento principal servido en la mesa de algunas familias,
y como consecuencia su sangre está llena de humores cancerosos y escrofulosos.
Sus cuerpos se componen de lo que comen. Pero cuando se presentan el
sufrimiento y la enfermedad, se los considera como una aflicción de la
Providencia. {CRA
274.2}
Repetimos,
la intemperancia empieza en nuestras mesas. Se complace al apetito hasta que su
complacencia se vuelve una segunda naturaleza. Por el uso del café y el té se
fomenta el deseo por el tabaco, y esto despierta el gusto por las bebidas
alcohólicas.—Testimonies
for the Church 3:563 (1875). {CRA 275.1}
352.
Emprendan los padres una cruzada antialcohólica en sus propios hogares,
mediante los principios que enseñen a sus hijos para que éstos los sigan desde
la infancia, y podrán entonces esperar éxito.—El Ministerio de Curación, 257 (1905). {CRA 275.2}
353.
Los padres deben considerar como su primer objetivo el tratar con inteligencia
a los hijos, para que puedan obtener para ellos mentes sanas en cuerpos sanos.
Los principios de la temperancia deben llevarse a cabo en todos sus detalles de
la vida familiar. Se debe inculcar en los niños el sacrificio propio, e
imponérselo, hasta donde se puede, desde la infancia.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 46; Counsels on Health, 113 (1890). {CRA 275.3}
[Alimentos irritantes
que ocasionan una sed que el agua no calmará—558] {CRA 275.4}
354.
Muchos padres educan los gustos de sus hijos y forman su apetito. Les permiten
comer carne y beber té y café. Los alimentos a base de carne y altamente
sazonados, y el té y café cuyo consumo algunas madres fomentan en sus hijos,
los preparan para desear estimulantes más fuertes, como el tabaco. El uso de
éste despierta el deseo de ingerir bebidas alcohólicas; y el consumo de tabaco
y bebidas reduce invariablemente la energía nerviosa. {CRA 275.5}
Si
las sensibilidades morales de los cristianos se aguzaran en el tema de la
temperancia en todas las cosas, podrían, por su ejemplo, y principiando en sus
mesas, ayudar a los que tienen poco dominio propio, a los que son casi
incapaces de resistir a las instancias de su apetito. Si pudiésemos comprender
que los hábitos que adquirimos en esta vida afectarán nuestros intereses
eternos, y que nuestro destino eterno depende de que nos habituemos a ser
temperantes, lucharíamos para ser estrictamente temperantes en el comer y
beber. {CRA
275.6}
Por
nuestro ejemplo y esfuerzo personales, podemos ser instrumentos para salvar a
muchas almas de la degradación de la intemperancia, el crimen y la muerte.
Nuestras hermanas pueden hacer mucho en la obra de la salvación de los demás,
al poner sobre sus mesas únicamente alimentos sanos y nutritivos. Pueden
dedicar su precioso tiempo a educar los gustos y apetitos de sus hijos, a
hacerles adquirir hábitos de temperancia en todas las cosas, y a estimular la
abnegación y la benevolencia para beneficio de los demás.{CRA 276.1}
No
obstante el ejemplo que Cristo nos dio en el desierto de la tentación al
negarse a complacer el apetito y al vencer su poder, son muchas las madres
cristianas que, por su ejemplo y por la educación que dan a sus hijos, los
están preparando para que lleguen a ser glotones y bebedores. Con frecuencia se
permite a los niños que coman lo que prefieren y cuando quieren, sin tener en
cuenta su salud. Son muchos los niños a quienes se educa desde su infancia para
que lleguen a ser glotones. Por la complacencia del apetito, padecen de
dispepsia desde su tierna infancia. La sensualidad y la intemperancia en el
comer se desarrollan y fortalecen con el aumento de vigor. El poder mental y
físico es sacrificado por la indulgencia de los padres. Adquieren gusto por
ciertos manjares de los cuales no reciben beneficio, sino perjuicio, y como el
organismo se recarga, la constitución se debilita.—Joyas de los Testimonios 1:419, 420 (1875). {CRA 276.2}
[El fundamento de la
intemperancia—203] {CRA 276.3}
Enseñadles a aborrecer los estimulantes
355.
Enseñad a vuestros hijos a aborrecer los estimulantes. Son muchos los que
ignorantemente fomentan en ellos el apetito por estas cosas. He visto en
Europa a nodrizas poner un vaso de vino o cerveza en los labios de los pequeños
inocentes cultivando así en ellos el gusto por los estimulantes. A medida que
crecen, aprenden a depender más y más de estas cosas, hasta que poco a poco
quedan vencidos, y son arrastrados a la deriva y finalmente ocupan la sepultura
de un borracho. {CRA
276.4}
Pero
no es ésta la única manera en que el apetito es pervertido y transformado en
una trampa. Muchas veces el alimento es de tal índole que excita un deseo por
las bebidas alcohólicas. Se presentan delante de los niños platos elaborados:
alimentos condimentados, salsas sabrosas, tortas y pasteles. Estas comidas
demasiado condimentadas irritan el estómago y crean un deseo de estimulantes
cada vez más fuertes. No sólo se tienta al apetito con alimento inadecuado del
cual se permite que los niños consuman en abundancia, sino que se los deja que
coman entre horas, y para cuando alcanzan los doce o catorce años de edad son
dispépticos confirmados. {CRA 277.1}
Posiblemente
habréis visto el grabado que representa el estómago de un aficionado a las
bebidas fuertes. Una condición similar se produce bajo la influencia de las
especias fuertes. Con el estómago en una condición tal, hay un deseo vehemente
de aplacar el apetito, de algo más y más fuerte. El próximo paso será encontrar
a los hijos en la calle aprendiendo a fumar.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 17
(1890). {CRA 277.2}
Alimentos especialmente perjudiciales para los niños
356.
Es imposible para los que dan rienda suelta al apetito que obtengan la
perfección cristiana. Las sensibilidades morales de sus hijos no pueden ser
despertadas fácilmente, a menos que tengan cuidado en la elección de su
alimento. Muchas madres tienden la mesa de tal manera que es una trampa
para la familia. La carne, la mantequilla, el queso, los pasteles suculentos,
el alimento condimentado son consumidos tanto por los mayores como por los
jóvenes. Estas cosas cumplen su obra al trastornar el estómago, excitando los
nervios y debilitando el intelecto. Los órganos que elaboran la sangre no la
pueden convertir en buena sangre. Se hace difícil la digestión del alimento
cocinado con grasa. El efecto del queso es pernicioso. La harina refinada no
ofrece al organismo la nutrición que se obtiene del pan integral. Su uso común
no favorecerá al organismo ni lo mantendrá en la mejor condición. Al principio
las especias irritan las membranas delicadas del estómago, pero finalmente
destruyen su sensibilidad. La sangre se afiebra, se despiertan las propensiones
animales, y a la vez se debilitan las facultades morales e intelectuales, y el
individuo se vuelve siervo de las pasiones más bajas. La madre debe estudiar
para presentar en la mesa una dieta sencilla y a la vez nutritiva.—Christian Temperance and Bible Hygiene,
46, 47; Counsels on Health, 114 (1890). {CRA 277.3}
La supresión de las tendencias al mal
357.
¿Se darán cuenta las madres de esta época de lo sagrado de su misión, no para
tratar de estar a la par con sus vecinos ricos, sino para tratar de superarlos
en el fiel cumplimiento de instruir a sus hijos para una vida mejor? Si a los
niños y a los jóvenes se les enseñaran hábitos de abnegación y dominio propio,
si se les enseñase a comer para vivir y no a vivir para comer, habría menos
enfermedad y menos corrupción. Habría menos necesidad de realizar cruzadas en favor
de la temperancia, que al fin significan poca cosa, si en la juventud, que
modela a la sociedad, se implantaran los principios de la temperancia. Tendrían
entonces fuerza moral e integridad para resistir, con el poder de Jesús, la
corrupción de los últimos días... Los padres pueden haber transmitido a sus
hijos tendencias al apetito y las pasiones, lo cual hará más difícil la obra de
educar y preparar a esos niños para que sean verdaderamente temperantes y
tengan hábitos puros y virtuosos. Si se les ha transmitido por medio de los
padres, como legado, el deseo de alimentos malsanos, estimulantes y narcóticos,
¡qué solemne responsabilidad descansa sobre tales padres de contrarrestar las
malas tendencias que han legado a sus hijos! ¡Con cuánta diligencia y
sinceridad debieran los padres hacer su deber, con fe y esperanza, hacia sus
hijos desventurados! {CRA
278.1}
Los
padres debieran considerar como su primera obligación la comprensión de las
leyes de la vida y de la salud, para que nada sea hecho por ellos, en la
preparación de los alimentos, o mediante cualquier hábito, que desarrolle malas
tendencias en sus niños. Cuán cuidadosas deben mostrarse las madres al preparar
sus mesas con alimentos sencillos y sanos, a fin de que los órganos de la
digestión no sean debilitados, las fuerzas nerviosas del organismo
desequilibradas, y contrarrestadas las enseñanzas que debieran recibir, por el
alimento ofrecido. Este alimento fortalece o debilita los órganos del estómago
y tiene mucho que ver en el control de la salud física y moral de los niños,
que son propiedad de Dios comprados con su sangre. Se ha encomendado a los
padres una comisión sagrada, la de guardar la constitución física y moral de
sus hijos, para que el sistema nervioso quede bien equilibrado y no esté en
peligro su alma. Los que miman el apetito de sus hijos, y no controlan sus
pasiones, verán la terrible equivocación que han cometido, en la formación de
esclavos adictos al tabaco y al alcohol, cuyos sentidos están entumecidos y de
cuyos labios salen mentiras y profanidades.—Testimonies for the Church 3:567, 568
(1875). {CRA 279.1}
La cruel bondad de la complacencia
358.
Se me mostró que una de las causas principales de la situación deplorable que
impera en la actualidad es que los padres no sienten su obligación de criar a
sus hijos deacuerdo con la ley natural. Las madres aman a sus hijos con un amor
idólatra y miman su apetito sabiendo que éste dañará su salud y como resultado
les traerá enfermedad y desdicha. Esa bondad cruel en gran parte se manifiesta
en esta generación. Los deseos de los niños son satisfechos a costa de la salud
y de una feliz disposición, porque es más fácil para la madre satisfacerlos
momentáneamente que negarles lo que piden. {CRA 279.2}
Así
las madres están sembrando la semilla que crecerá y dará fruto. A los niños no
se les enseña a negarse los gustos ni a restringir sus deseos. Se vuelven
egoístas, exigentes, desobedientes, desagradecidos e impíos. Las madres que
hacen esto cosecharán con amargura el fruto de la semilla que han sembrado. Han
pecado contra el cielo y contra sus hijos, y Dios las tendrá por responsables.—Testimonies for the Church 3:141 (1873). {CRA 280.1}
359.
Cuando padres e hijos se encuentren en el juicio final, ¡qué escena
presenciarán! Miles de niños que han sido esclavos de su apetito y de vicios
degradantes, cuyas vidas son naufragios morales, se encararán frente a frente
con los padres que los hicieron lo que son. ¿Quiénes, sino los padres, deben
llevar esta responsabilidad? ¿Es el Señor el culpable de la corrupción de estos
jóvenes? ¡No! ¿Quién, por lo tanto, ha hecho esta obra espantosa? ¿No fueron
los pecados de los padres transmitidos a los niños en apetitos pervertidos? y
¿no fue terminada la obra por aquellos que descuidaron la enseñanza según el modelo
que Dios ha dado? Tan seguramente como que existen, estos padres tendrán que
pasar en revista delante de Dios.—Christian Temperance and Bible Hygiene,
76, 77 (1890). {CRA 280.2}
Observaciones de viaje
360.
Mientras viajaba, oí a padres hacer la observación de que el apetito de sus
hijos era sumamente delicado y a menos que se les diera carne y pasteles,
no podían comer. Cuando llegó la hora del almuerzo, observé la calidad de
comida que se les servía: pan de trigo, tajadas de jamón cubiertas de pimienta
negra, encurtidos, torta y mermeladas. La tez pálida y demacrada de estos niños
indicaba claramente que el estómago sufría por estos abusos. Dos de estos niños
notaron que una familia vecina ingería queso con la comida y perdieron el
apetito por lo que se les ofrecía, hasta que su madre complaciente pidió un
pedazo de queso para darlo a sus hijos, pues temía que sus queridos niños no
terminaran la comida. La madre hizo esta observación: “A mis hijos les gusta
tanto esto o aquello, que les permito obtener lo que quieran; porque el
organismo pide el alimento que necesita”. {CRA 280.3}
Esto
podría ser correcto si el apetito nunca hubiese sido pervertido. Hay un apetito
natural y un apetito depravado. Los padres que han enseñado a sus hijos a
ingerir alimento malsano y estimulante toda su vida, hasta que el gusto se ha
pervertido, de modo que ansían comer arcilla, lápices de pizarra, café quemado,
residuos de té, canela, clavos de olor y especias, no pueden pretender que las
exigencias del apetito son lo que el organismo requiere. El apetito ha sido
educado torcidamente hasta que se ha depravado. Los delicados órganos del
estómago han sido estimulados y quemados hasta que han perdido su delicada
sensibilidad. El alimento sencillo y saludable les resulta insípido. El
estómago sometido a abusos no puede cumplir el trabajo que se requiere, a menos
que lo inciten a ello sustancias más fuertes. Si a estos niños se les hubiese
enseñado desde su infancia a ingerir solamente los alimentos sanos, preparados
de la manera más sencilla, conservando sus propiedades naturales en todo lo
posible, evitando las carnes, grasas y todas las especias, el gusto y el
apetito no serían menoscabados. En su estado natural, ellos podrían indicar, en
un grado importante, la comida mejor adaptada a las necesidades del
organismo. {CRA
281.1}
Mientras
los padres y los hijos consumían sus manjares delicados, mi esposo y yo misma
ingerimos nuestra sencilla merienda a la hora acostumbrada, a la 1 PM, la que
consistía en pan de trigo sin mantequilla y una abundante cantidad de fruta.
Comimos nuestra merienda con gusto y con corazones agradecidos porque no
estábamos obligados a llevar con nosotros todo un cargamento de provisiones
para satisfacer un apetito caprichoso. Comimos abundantemente y no sentimos
hambre hasta la mañana siguiente. El vendedor de naranjas, nueces, maíz tostado
y caramelos hizo muy poco negocio con nosotros. {CRA 282.1}
La
calidad de alimento ingerida por los padres y los hijos no se convertía en
buena sangre y temperamentos agradables. Los niños eran pálidos. Algunos tenían
llagas feas en la cara y las manos. Otros, con llagas en los ojos, estaban casi
ciegos, lo cual echaba a perder la belleza de la cara. Había otros que no
presentaban llagas en la piel, pero sufrían de tos, catarro y otras
dificultades de la garganta y los pulmones. Vi a un niño de tres años de edad
que sufría de diarrea. Tenía fiebre alta, pero parecía creer que todo lo que
necesitaba era comida. Pedía, cada pocos minutos, que se le diera torta, pollo
y encurtidos. La madre respondía como una esclava obediente a cada pedido del
niño; y cuando la comida pedida no llegaba tan rápidamente como se la esperaba,
y los gritos y llamadas se volvían desagradablemente urgentes, la madre
contestaba: “Sí, sí, querido, te lo vamos a dar”. Después que la comida llegaba
a sus manos la arrojaba al suelo con enojo, porque tardó en llegar. Una niñita
comía de su porción de jamón hervido, pepinos en vinagre con pan y mantequilla,
cuando descubrió el plato del cual yo comía. Allí había algo que ella no tenía,
y se negó a comer. La niña de seis años de edad dijo que quería un plato. Pensé
que lo que ella deseaba era la linda manzana colorada que yo estaba
comiendo; y a pesar de que teníamos una porción limitada, sentí tanta lástima
por los padres, que le dí una linda manzana. Me la arrebató de la mano y con
desdén la arrojó al piso del vagón. Pensé: Si esta niña puede salir con la
suya, avergonzará ciertamente a su madre. {CRA 282.2}
Esta
manifestación de enojo era el resultado de la indulgencia de la madre. La
calidad de alimento que proveía a su hija ejercía un desgaste continuo sobre
los órganos de la digestión. La sangre era impura y la niña, enfermiza, era
irritable. La calidad del alimento que se le daba cada día era de una
naturaleza tal que excitaba las pasiones bajas y deprimía la parte moral e
intelectual. Los padres estaban formando el carácter de su hija. La estaban
desarrollando egoísta y carente de amor. No reprimían sus deseos ni controlaban
sus pasiones. ¿Qué se puede esperar de una criatura tal, si es que llega a la
edad adulta? Muchos no comprenden la relación que hay entre la mente y el
cuerpo. Si el organismo está trastornado por los alimentos impropios, el
cerebro y los nervios son afectados y las pasiones se excitan con facilidad. {CRA 283.1}
Una
niña de unos diez años de edad estaba afectada de escalofríos y fiebre, y no
quería comer. La madre le rogaba: “Come un poco de este bizcochuelo. Aquí
tienes una linda presa de pollo. ¿No quieres probar estas mermeladas?”
Finalmente la niña comió lo equivalente a lo que habría comido una persona
sana. Los alimentos que se le impuso con insistencia no convenían a un estómago
sano, y de ninguna manera debieran ingerirse estando enfermo. Más o menos dos
horas más tarde, la madre estaba refrescando la cabeza de la niña preguntándose
por qué la niña tenía una fiebre tan elevada. Había añadido combustible al
fuego y se sorprendía de que el fuego ardiese. Si se hubiese permitido que la
naturaleza siguiera su curso en la niña, y su estómago tomase el descanso que
tanto necesitaba, sus sufrimientos habrían sido mucho menores. Estas madres no estaban
preparadas para criar hijos. La mayor causa del sufrimiento humano se debe a la
ignorancia con respecto a cómo cuidar de nuestro cuerpo. {CRA 283.2}
Muchos
se preguntan: ¿Qué comeré y cómo viviré, para disfrutar del momento actual? Los
deberes y los principios son puestos a un lado en favor de los placeres. Si
queremos tener salud debemos vivir para obtenerla. Si queremos desarrollar un
carácter cristiano perfecto, debemos vivir para obtenerlo. En gran medida los
padres son responsables de la salud física y moral de sus hijos. Debieran
instruir a sus hijos e instarlos a que sigan las leyes de la salud para su
propio bien, y para ahorrarse la desgracia y el sufrimiento. ¡Cuán extraño es
que las madres permitan a sus niños que sufran la ruina de su salud física,
mental y moral! ¿Cómo se entiende tal ternura? Estas madres inutilizan a sus
hijos para que tengan felicidad en esta vida, y hacen muy insegura la
perspectiva para una vida futura.—The Health Reformer, diciembre de 1870. {CRA 284.1}
La causa de la irritabilidad y la nerviosidad
361.
La regularidad debiera ser la regla en todos los hábitos de los niños. Las
madres cometen un grave error al permitir a sus hijos que coman entre horas. El
estómago se perturba por esta costumbre, y se echan los cimientos para futuros
sufrimientos. Su inquietud puede haber sido motivada por alimentos malsanos que
no fueron digeridos; pero la madre considera que no puede perder tiempo para
razonar sobre el asunto, y corregir su proceder pernicioso. Ni tampoco puede
detenerse para calmar sus congojas impacientes. Ella les da a los enfermitos un
trozo de torta u otras golosinas para calmarlos, pero esto simplemente aumenta
el mal. Algunas madres, en su afán de trabajar, son dominadas por el
apresuramiento nervioso, volviéndose más irritables que los niños, y tratan,
por medio de reprensiones y hasta golpes, de atemorizar a los niños para
que se estén quietos. {CRA 284.2}
Con
frecuencia las madres se quejan de la condición delicada de sus hijos, y
consultan al médico, cuando, si sólo quisieran usar un poco de sentido común,
verían que las dificultades son causadas por equivocaciones cometidas en el
régimen alimenticio. {CRA
285.1}
Estamos
viviendo en una época de glotonería, y los hábitos que los niños están
adquiriendo, aun en el caso de muchos adventistas del séptimo día, están en
oposición directa con las leyes de la naturaleza. Me encontré sentada cierta
vez a la mesa con varios niños de menos de doce años de edad. Se les sirvió una
abundante porción de carne, y de pronto una niña delicada y nerviosa pidió
pepinos en vinagre. Un frasco de salsa que contenía mostaza y fuertes especias
le fue dado del cual se sirvió abundantemente. La niña era conocida por su
temperamento nervioso e irritable y estos condimentos picantes se prestaban
para producir este estado de cosas. El hijo mayor creía que no podía comer una
sola comida si no había carne y se manifestaba muy disgustado, y llegaba hasta
la falta de respeto si no se le servía. La madre lo había mimado en sus gustos
hasta el punto de haber llegado a ser una esclava de sus caprichos. No le
habían enseñado a trabajar y pasaba su tiempo leyendo cosas inútiles o peores
que inútiles. Se quejaba casi constantemente de dolor de cabeza y no le
agradaban los alimentos sencillos. {CRA 285.2}
Los
padres deben mantener ocupados a sus hijos. La peor fuente del mal es la
indolencia. El trabajo físico que trae cansancio saludable a los músculos,
despertará el apetito por el alimento sencillo y sano, y el joven que está
debidamente empleado no se levantará de la mesa protestando porque no hay
delante de él un plato con carne y otras golosinas para tentar su apetito. {CRA 285.3}
Jesús,
el Hijo de Dios, al trabajar con sus manos como carpintero, dejó un ejemplo
para toda la juventud. Que aquellos que tienen a menos asumir los deberes
comunes de la vida recuerden que Jesús se sujetó a sus padres, y contribuyó con
su parte al sostenimiento de la familia. Pocos lujos se veían en la mesa de
José y María, porque se contaban entre los pobres y humildes.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 6, 62 (1890); Fundamentals of Christian Education, 150, 151. {CRA 285.4}
La relación del régimen con el desarrollo moral
362.
El poder de Satanás sobre la juventud de esta época es terrible. A menos que
las mentes de nuestros hijos estén firmemente equilibradas por los principios
religiosos, su moralidad será corrompida por el ejemplo vicioso con el cual
entran en contacto. El peligro mayor de los jóvenes estriba en la falta de
sujeción. Los padres indulgentes no enseñan a sus hijos el dominio de sí
mismos. El alimento que colocan delante de ellos es de tal calidad que irrita
el estómago. La excitación producida se comunica al cerebro y como resultado
las pasiones se despiertan. Nunca se repetirá suficientemente que cualquier
cosa que el estómago ingiere no sólo afecta el cuerpo sino también la mente.
Los alimentos toscos y estimulantes afiebran la sangre, excitan el sistema
nervioso y con demasiada frecuencia embotan la sensibilidad moral, de modo que
la razón y la conciencia son vencidas por los impulsos sensuales. Es difícil y
a veces imposible para una persona intemperante en la comida, mantenerse
paciente y serena. De ahí la importancia especial de permitir a los niños,
cuyos caracteres no están todavía formados, que ingieran solamente alimento
sano y sencillo. Fue con amor como nuestro Padre celestial mandó la luz de la
reforma pro salud para guardarnos contra el mal que proviene de un apetito
desenfrenado. {CRA
286.1}
“Si,
pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de
Dios”. 1
Corintios 10:31.
¿Es esto lo que hacen los padres cuando preparan la comida para la mesa y
llaman a la familia para compartirla? ¿Ponen delante de sus hijos los alimentos
que ellos saben que les proporcionarán la mejor calidad de sangre, que
mantendrán el organismo sin fiebre y lo pondrán en la mejor relación con la
salud y la vida, o, sin tener en cuenta el futuro bienestar de sus niños, les
proporcionan alimento malsano, estimulante e irritable?—Christian Temperance and Bible Hygiene,
134 (1890). {CRA 286.2}
363.
Pero aun los reformadores de la salud pueden equivocarse en cuanto a la
cantidad de alimento. Pueden comer desmedidamente de un alimento bueno. Algunos
en esta casa se equivocan en la calidad. Nunca se han decidido acerca de la
reforma pro salud. Han elegido comer y beber lo que les agrada y cuando les
agrada. Su organismo se está perjudicando al seguir este método. No sólo esto,
sino que están perjudicando a sus familias al colocar sobre la mesa alimentos
excitantes, que fortalecerán las pasiones animales de sus hijos, y los harán
indiferentes a las cosas celestiales. Los padres están así fortaleciendo las
pasiones animales y disminuyendo las fuerzas espirituales de sus hijos. ¡Qué
penalidad costosa tendrán que pagar al final! ¡Y se sorprenden de que sus hijos
sean tan débiles moralmente!—Testimonies for the Church 2:365 (1870). {CRA 287.1}
La corrupción entre los niños
364.
Vivimos en una era corrupta. Es un tiempo en que Satanás parece tener el
control absoluto sobre las mentes que no están completamente consagradas a
Dios. Por lo tanto hay una gran responsabilidad que descansa sobre los padres y
guardianes que tienen niños que criar. Los padres han tomado sobre sí la
responsabilidad de traer al mundo estos hijos; y ahora ¿en qué consiste su
deber? ¿Consiste en dejarlos que se críen como quieren y a su voluntad?
Permitidme deciros, una responsabilidad grande descansa sobre estos padres... {CRA 287.2}
He
dicho que algunos de Uds. son egoístas. No habéis comprendido lo que yo quería
decir. Os habéis preocupado por los manjares de mejor sabor. El gusto y el
placer han tenido la preferencia, en vez de la gloria de Dios y el deseo de
progresar en la vida divina, y alcanzar la santidad en el temor de Dios. Habéis
consultado vuestros propios placeres, vuestro propio apetito; y mientras lo
hacíais, Satanás ha ganado terreno con respecto a vosotros, y como sucede generalmente,
ha frustrado vuestros esfuerzos cada vez. {CRA 288.1}
Algunos
de vosotros habéis llevado a vuestros hijos al médico para saber qué les
pasaba. Os podría haber dicho en dos minutos cuál era la dificultad. Vuestros
hijos están corrompidos. Satanás ha obtenido el control de ellos. El se os ha
adelantado, mientras que vosotros que sois como Dios para ellos, para
cuidarlos, estabais descuidados, estupefactos y durmiendo. Dios os ha ordenado
que los criéis y los enseñéis en el temor del Señor. Pero Satanás ha ganado la
delantera y los ha rodeado de ligaduras. Y sin embargo seguís durmiendo. Que el
Señor se compadezca de vosotros y vuestros hijos, porque cada uno de vosotros
necesita la compasión de él.—Testimonies for the Church 2:359-362 (1870). {CRA 288.2}
Las
cosas podrían haber sido diferentes
Si
os hubieseis puesto de parte de la reforma pro salud; si hubieseis añadido a
vuestra fe virtud, a la virtud conocimiento, y al conocimiento temperancia, las
cosas podrían haber sido diferentes. Pero habéis sido parcialmente despertados
por la iniquidad y la corrupción que existe en vuestras casas... {CRA 288.3}
Debierais
estar enseñando a vuestros hijos. Debierais estar enseñándoles cómo evitar los
vicios y la corrupción de esta época. En lugar de esto, muchos hacen ensayos
para descubrir algo bueno para comer. Colocáis sobre vuestras mesas
mantequilla, huevos y carne, y vuestros hijos participan de esto. Se los
alimenta precisamente con lo que excitará las pasiones animales, y
entonces venís a la reunión y pedís a Dios que bendiga y salve a vuestros
hijos. ¿Hasta qué altura llegan vuestras oraciones? Tenéis una obra que hacer
primero. Cuando hayáis hecho para vuestros hijos todo lo que el Señor os ha
encargado, entonces podéis confiadamente solicitar la ayuda que Dios ha
prometido daros. {CRA
288.4}
Debierais
estudiar la templanza en todo. Debéis estudiarla con relación a lo que coméis y
lo que bebéis. Y sin embargo decís: “A nadie le importa lo que como o lo que
bebo o lo que sirvo sobre mi mesa”. Es algo que importa a alguien, a menos que
encerréis a vuestros hijos, o vayáis al desierto donde no molestaréis a nadie,
y donde vuestros niños rebeldes y viciosos no corromperán la sociedad con la
cual tratan. {CRA
289.1}
Enseñad a los niños cómo hacer frente a la tentación
365.
Vigilad vuestro apetito; enseñad a vuestros hijos por el ejemplo y por precepto
a adoptar una alimentación sencilla. Enseñadles a que sean laboriosos, no
simplemente atareados, sino ocupados en trabajo útil. Procurad despertar su
sensibilidad moral. Enseñadles que Dios tiene ciertos derechos sobre ellos, desde
los primeros días de su niñez. Decidles que hay corrupciones morales a las
cuales hay que hacer frente por todos lados; que necesitan ir a Jesús y
entregarse a él de cuerpo y alma, y que en él obtendrán fuerza para resistir
toda tentación. Hacedles recordar que no fueron creados simplemente para
satisfacerse a sí mismos, sino que son los agentes del Señor para propósitos
nobles. Enseñadles, cuando son tentados en los caminos de la indulgencia
egoísta, cuando Satanás procura apartar a Dios de su vista, a que miren a
Jesús, rogándole: “Sálvame, Señor, para que no sea vencido”. Los ángeles se les
acercarán en contestación a su oración, y los conducirán por caminos seguros. {CRA 289.2}
Cristo
rogó por sus discípulos, no que fuesen quitados del mundo, sino que fuesen
guardados del mal, a fin de que no cayesen en las tentaciones que afrontan por
todos lados. Esta es una plegaria que debiera elevar cada padre y cada madre.
Pero, ¿deben rogar a Dios en favor de sus hijos, y luego dejarlos que hagan lo
que quieran? ¿Deben mimar el apetito hasta que llega a dominarlos, y luego
pretender dominar a los hijos? No; la temperancia y el dominio propio debieran
ser enseñados desde la cuna. Debe descansar sobre la madre mayormente la
responsabilidad de esta obra. El vínculo terrenal más tierno es el que existe
entre la madre y su hijo. El niño es más fácilmente impresionado por la vida y
el ejemplo de la madre que por la del padre, por este vínculo de unión más
fuerte y tierno. Sin embargo, la responsabilidad de la madre es pesada y debe
recibir la ayuda constante del padre.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 63, 64; Fundamentals of Christian Education, 152, 153 (1890). {CRA 290.1}
366.
Os conviene, madres, que empleéis las horas preciosas que Dios os concede en
formar el carácter de vuestros hijos, enseñándoles a adherirse estrictamente a
los principios de la temperancia en el comer y el beber... {CRA 290.2}
Satanás
se da cuenta de que no tiene tanto poder sobre la mente cuando se mantiene el
apetito dominado como cuando se lo satisface; y él está constantemente obrando
para impulsar a los hombres al apetito. Bajo la influencia de alimentos
malsanos, la conciencia se vuelve insensible, la mente se oscurece, y su
susceptibilidad a las impresiones se menoscaba. Pero la culpa del transgresor
no disminuye porque la conciencia ha sido violada hasta que se ha vuelto
insensible.—Christian Temperance and Bible
Hygiene, 79, 80;Fundamentals of Christian Education, 143 (1890). {CRA 290.3}
367.
Padres y madres, orad y velad. Guardaos mucho de la intemperancia en cualquiera
de sus formas. Enseñad a vuestros hijos los principios de una verdadera reforma
prosalud. Enseñadles lo que deben evitar para conservar la salud. La ira de
Dios ha comenzado ya a caer sobre los rebeldes. ¡Cuántos crímenes, cuántos
pecados y prácticas inicuas se manifiestan por todas partes! Como denominación,
debemos preservar con cuidado a nuestros hijos de toda compañía depravada.—Joyas de los Testimonios 3:360, 361 (1909). {CRA 290.4}
[El hogar en el campo y su relación con el
régimen y la moral—711] {CRA
291.1
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