La falta de dominio propio es el primer pecado
229.
Adán y Eva en el Edén eran de noble estatura, y perfectos en simetría y
belleza. Eran sin pecado, y tenían perfecta salud. ¡Qué contraste con la raza
humana actual! La belleza ha desaparecido. La perfecta salud es desconocida.
Doquiera que miremos vemos enfermedad, deformidad e imbecilidad. He averiguado las causas
de esta sorprendente degeneración, y se me señaló el Edén. La hermosa Eva fue
seducida por la serpiente a comer de la fruta del único árbol del cual Dios les
había prohibido comer, o aun tocar, para no morir. {CRA 171.1}
Eva
tenía todo lo que podía hacerla feliz. Estaba rodeada de frutas de toda
variedad. Sin embargo el fruto del árbol prohibido apareció más deseable a sus
ojos que el fruto de todos los otros árboles del huerto de los cuales podía
comer libremente. Fue intemperante en sus deseos. Comió, y por su influencia,
su esposo también comió, y una maldición descansó sobre ambos. La tierra
también fue maldecida a causa del pecado de ellos. Y desde la caída, ha
existido la intemperancia en casi todas sus formas. El apetito ha dominado la
razón. La familia humana ha seguido una conducta de desobediencia, y como Eva,
ha sido engañada por Satanás para descuidar las prohibiciones que Dios ha
establecido, haciéndose la ilusión de que las consecuencias no serían tan
terribles como se había creído. La familia humana ha violado las leves de la
salud, v ha ido a los excesos en casi todo. La enfermedad ha estado aumentando
firmemente. La causa ha sido seguida por el efecto.—Spiritual Gifts 4:120 (1864). {CRA 171.2}
Los días de Noé y los nuestros
230.
Jesús, sentado en el monte de los Olivos, dio instrucciones a sus discípulos
concernientes a las señales que precederían a su venida: “Mas como en los días
de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días antes
del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta
el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio
y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del hombre”. Mateo 24:37-39. Los mismos pecados que
trajeron los juicios sobre el mundo de los días de Noé, existen en nuestro
tiempo. Los hombres y las mujeres llevan hoy su comer y beber tan lejos que
degenera en glotonería y embriaguez. Este pecado prevaleciente, la complacencia
de un apetito pervertido, inflamó las pasiones de los hombres en los días de
Noé, y produjo una corrupción generalizada. La violencia y el pecado alcanzaron
hasta el cielo. Esta corrupción moral fue finalmente eliminada de la tierra por
medio del diluvio. Los mismos pecados de glotonería y embriaguez
entenebrecieron las sensibilidades morales de los habitantes de Sodoma, de
manera que el crimen parecía ser la delicia de hombres y mujeres en aquella
ciudad malvada. Jesús amonesta así al mundo: “Asimismo como sucedió en los días
de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día
en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a
todos. Así será el día en que el Hijo del hombre se manifieste”. Lucas 17:28-30. {CRA 172.1}
Cristo
nos ha dejado aquí una muy importante lección. El quiere presentarnos el
peligro en que estamos de hacer de nuestro comer y beber lo principal. El
presenta el resultado de una complacencia no restringida del apetito. Las
facultades morales se debilitan, de manera que el pecado ya no parece
pecaminoso. El crimen es considerado con liviandad, y la pasión controla la
mente, hasta que los buenos principios e impulsos son desarraigados, y Dios es
blasfemado. Todo esto es el resultado de comer v beber en exceso. Esta es la
misma condición que Cristo declara que existirá en ocasión de su segunda
venida. {CRA
172.2}
El
Salvador nos presenta algo más elevado por lo cual luchar que meramente lo que
hemos de comer y beber, y lo que necesitamos para cubrirnos. El comer, el beber
y el vestirse son llevados a tales excesos que se convierten en crímenes. Se
encuentran entre las señales destacadas de los últimos días, y constituyen una
señal de la próxima venida de Cristo. El tiempo, el dinero y la energía que
pertenecen al Señor, pero que él nos ha confiado, son malgastados en
superfluidades en materia de vestidos y lujos para el apetito pervertide, los
cuales disminuyen la vitalidad y acarrean sufrimiento y decadencia. Es
imposible presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios cuando
continuamente los llenamos de corrupción y enfermedad debido a nuestra
complacencia pecaminosa.—Christian
Temperance and Bible Hygiene, 11, 12; Counsels on Health, 23, 24 (1890). {CRA 173.1}
231.
Una de las más fuertes tentaciones a que el hombre tiene que hacer frente es la
del apetito. En el comienzo el Señor hizo al hombre recto. Fue creado con una
mente del todo equilibrada, y el tamaño y la fuerza de todos sus órganos
estaban plena y armoniosamente desarrollados. Pero debido a las seducciones del
artero enemigo, la prohibición de Dios fue desatendida, y las leyes de la
naturaleza exigieron su completo castigo... {CRA 173.2}
Desde
la primera vez que el género humano se rindió al apetito, la complacencia
propia ha seguido aumentando, hasta el punto de que la salud ha sido
sacrificada sobre el altar del apetito. Los habitantes del mundo
antediluviano eran intemperantes en el comer y beber. Querían tener carne,
aunque Dios en ese tiempo no le había dado al hombre permiso para consumir
alimentos animales. Comieron y bebieron hasta que la complacencia de su apetito
depravado no conoció límites, y entonces se corrompieron tanto que Dios no los
pudo soportar más. Su copa de iniquidad se llenó, y el Señor limpió a la tierra
de esta contaminación moral por medio del diluvio.—Christian Temperance and Bible Hygiene,
42, 43;Counsels on Health, 108-110 (1890). {CRA 173.3}
Sodoma
y Gomorra
Cuando
los hombres se multiplicaron sobre la tierra después del diluvio, de nuevo
olvidaron a Dios, y corrompieron sus caminos delante de él. La intemperancia en
toda forma aumentó, hasta que casi todo el mundo se había entregado a ella.
Ciudades enteras han sido eliminadas de la faz de la tierra por los crímenes
degradantes y las repugnantes iniquidades que las convertían en una mancha en
el hermoso campo de las obras creadas por Dios. La gratificación del apetito
antinatural condujo a los pecados que causaron la destrucción de Sodoma y
Gomorra. Dios adjudica la caída de Babilonia a su glotonería y embriaguez. La
complacencia del apetito y la pasión eran el fundamento de todos sus pecados. {CRA 174.1}
Esaú vencido por el apetito
232.
Esaú codició un plato favorito, y sacrificó su primogenitura para complacer el
apetito. Después que su apetito concupiscente hubo sido gratificado, vio su
locura, pero no halló oportunidad de arrepentirse, aunque trató de hacerlo
cuidadosamente y con lágrimas. Hay muchísimas personas que son iguales que
Esaú. El representa a una clase que tiene una bendición especial y valiosa a su
alcance—la herencia inmortal, una vida tan perdurable como la vida de
Dios, el Creador del universo, felicidad inconmensurable, y un eterno peso de
gloria—pero que hasta ahora han complacido su apetito, sus pasiones y sus
inclinaciones, de tal manera que su poder de discernir y apreciar el valor de
las cosas eternas está debilitado. {CRA 174.2}
Esaú
sintió un fuerte deseo especial de un alimento definido, y por tanto tiempo
había complacido el yo que no sintió la necesidad de abstenerse del plato
tentador y codiciado. Siguió pensando en él sin hacer ningún esfuerzo especial
para reprimir su deseo, hasta que el poder del apetito venció toda otra
consideración, y lo dominó, de manera que imaginó que sufriría gran
inconveniente, y aun la muerte, si no podía tener aquel plato particular.
Cuanto más pensaba en el asunto, más se fortalecía su deseo, hasta que su
primogenitura, que era tan sagrada, perdió su valor y su carácter sagrado.—Testimonies for the Church 2:38 (1868). {CRA 175.1}
La codicia de Israel por la carne
233.
Cuando el Dios de Israel sacó a sus hijos de Egipto, los mantuvo en gran medida
privados de la carne, pero les dio pan del cielo, y agua de la dura roca. Mas
no se manifestaron satisfechos con esto. Detestaron el alimento que se les
había dado, y desearon verse de vuelta en Egipto, donde podían sentarse ante
las ollas de carne. Preferían soportar la esclavitud, y aun la muerte, antes
que verse privados de la carne. Dios les concedió su deseo, dándoles carne, y
dejando que comieran hasta que su glotonería produjo una plaga, de la cual
muchos murieron.—Christian
Temperance and Bible Hygiene, 43, 44; Counsels on Health, 111, 112 (1890). {CRA 175.2}
Todos
estos son ejemplos
Ejemplo
tras ejemplo podría citarse para mostrar los efectos de entregarse al apetito.
Les pareció un asunto de poca monta a nuestros primeros padres transgredir el
mandamiento de Dios en ese solo hecho: comer de un árbol que era tan
hermoso a la vista y tan agradable al gusto; pero esto quebrantó su lealtad a
Dios, y abrió las puertas a una ola de culpabilidad y miseria que ha inundado
el mundo. {CRA
175.3}
El
mundo de hoy
El
crimen y la enfermedad han aumentado con cada generación. La intemperancia en
el comer y beber, y la satisfacción de las pasiones más bajas, han
entenebrecido las facultades más nobles del hombre. La razón, en lugar de ser
lo que domina, ha llegado a convertirse en el esclavo del apetito en un grado
alarmante. La gente ha complacido un deseo progresivo por los alimentos
suculentos, hasta el punto de que ha llegado a estar de moda el atiborrar el
estómago de toda clase posible de esos alimentos. Especialmente en reuniones de
placer, el apetito es complacido sin restricciones. Se sirven cenas suculentas
y tardías, que consisten en carnes muy sazonadas, con salsas concentradas,
tortas, pasteles, helados, té, café, etc. No es de admirar que con un régimen semejante,
la gente tenga una complexión pálida, y sufra de incontables agonías a causa de
la dispepsia. {CRA
176.1}
234.
Me fue presentado el actual estado de corrupción del mundo. El espectáculo era
terrible. Me he admirado de cómo los habitantes de la tierra no fueron
destruidos, como la gente de Sodoma y Gomorra. He visto que hay razón
suficiente para el actual estado de degeneración y mortalidad en el mundo. La
pasión ciega controla la razón, y en muchos casos toda consideración elevada se
sacrifica a la lujuria. {CRA 176.2}
El
primer gran mal fue la intemperancia en el comer y beber. Los hombres y las
mujeres se han hecho esclavos del apetito. Son intemperantes en el trabajo.
Trabajan exagerada y arduamente para preparar para sus mesas alimentos que
perjudican grandemente el organismo ya recargado. Las mujeres gastan una
gran parte de su tiempo frente a una cocina prendida, preparando alimentos muy
sazonados con especias para complacer el gusto. Y como consecuencia de esto,
los niños son descuidados y no reciben instrucción moral y religiosa. La madre
sobrecargada descuida el cultivo de un temperamento dulce, que es como el
brillo del sol en la casa. Consideraciones eternas llegan a ser secundarias.
Todo el tiempo ha de ser empleado en la preparación de estas cosas para el
apetito que arruina la salud, agría el temperamento y entenebrece las
facultades de razonamiento.—Spiritual Gifts 4:131, 132 (1864). {CRA 176.3}
235.
Encontramos personas intemperantes por doquiera. Las hallamos en los trenes, en
los barcos, y por todas partes. Y debemos preguntarnos qué estamos haciendo
para rescatar a las almas del lazo del tentador. Satanás se halla
constantemente alerta para colocar por completo bajo su dominio a la raza
humana. La forma más poderosa en que él hace presa del hombre es el apetito,
que trata de estimular de toda manera posible. Todos los excitantes
antinaturales son perjudiciales, y cultivan el deseo por el alcohol. ¿Cómo
podemos iluminar a la gente, y evitar los terribles males que resultan del uso
de estas cosas? ¿Hemos hecho todo lo que podemos en este sentido?—Christian Temperance and Bible Hygiene, 16
(1890). {CRA 177.1}
Adorando en el santuario del apetito pervertido
236.
Dios ha concedido grande luz a este pueblo, aunque no estamos fuera del alcance
de la tentación. ¿Quiénes de entre nosotros están solicitando ayuda a los
dioses de Ecrón? Miramos este cuadro, que no ha sido trazado por la
imaginación. ¿En cuántos, aun de entre los adventistas, pueden verse sus
principales características? Un inválido—aparentemente muy concienzudo, pero
fanático y lleno de suficiencia propia—confiesa libremente su desprecio
por las leyes de la vida y la salud, que la misericordia divina nos ha inducido
a aceptar como pueblo. Sus alimentos deben ser preparados de una manera que
satisfaga sus anhelos mórbidos. Más bien que sentarse a una mesa donde se
provea alimento sano, patrocina los restaurantes donde puede satisfacer su
apetito sin restricción. Locuaz defensor de la temperancia, desprecia sus
principios fundamentales. Quiere alivio, pero se niega a obtenerlo al precio de
la abnegación. Este hombre está adorando ante el altar del apetito pervertido.
Es un idólatra. Las facultades que, santificadas y ennoblecidas, podrían ser
empleadas para honrar a Dios, son debilitadas y hechas de poca utilidad. Un
genio irritable, una mente confusa y nervios desquiciados, se cuentan entre los
resultados de ese desprecio de las leyes naturales. Este hombre no es digno de
confianza ni eficiente.—Joyas
de los Testimonios 2:55, 56. {CRA 177.2}
La victoria de Cristo en nuestro favor
237.
En el desierto de la tentación Cristo hizo frente a las grandes tentaciones
fundamentales que habían de asaltar al hombre. Allí se encontró solo con el
enemigo sutil y astuto, y lo venció. La primera gran tentación actuó sobre el
apetito; la segunda, sobre la presunción; la tercera, sobre el amor al mundo.
Satanás ha vencido a millones tentándolos a la complacencia del apetito. Por
medio de la gratificación del gusto, el sistema nervioso se excita y el poder
del cerebro se debilita, haciendo imposible pensar con calma y en forma
racional. La mente se desequilibra. Sus facultades más altas y más nobles son
pervertidas para servir a la lujuria animal, y los intereses sagrados y eternos
son desatendidos. Cuando se obtiene este objetivo, Satanás puede venir con sus
otras dos principales tentaciones y hallar acceso libre. Sus múltiples
tentaciones surgen de estos tres grandes puntos principales.—Testimonies for the Church 4:44 (1876). {CRA 178.1}
238.
De todas las lecciones que se desprenden de la primera gran tentación de
nuestro Señor, ninguna es más importante que la relacionada con el dominio de
los apetitos y pasiones. En todas las edades, las tentaciones atrayentes para
la naturaleza física han sido las más eficaces para corromper y degradar a la
humanidad. Mediante la intemperancia, Satanás obra para destruir las facultades
mentales y morales que Dios dio al hombre como un don inapreciable. Así viene a
ser imposible para los hombres apreciar las cosas de valor eterno. Mediante la
complacencia de los sentidos, Satanás trata de borrar del alma todo vestigio de
la semejanza divina. {CRA
179.1}
La
sensualidad irrefrenada y la enfermedad y degradación consiguientes, que
existían en tiempos del primer advenimiento de Cristo, existirán, con
intensidad agravada, antes de su segunda venida. Cristo declara que la
condición del mundo será como en los días anteriores al diluvio, y como en tiempos
de Sodoma y Gomorra. Todo intento de los pensamientos del corazón será de
continuo el mal. Estamos viviendo en la víspera misma de ese tiempo pavoroso, y
la lección del ayuno del Salvador debe grabarse en nuestro corazón. Únicamente
por la indecible angustia que soportó Cristo podemos estimar el mal que
representa el complacer sin freno los apetitos. Su ejemplo demuestra que
nuestra única esperanza de vida eterna consiste en sujetar los apetitos y
pasiones a la voluntad de Dios.—El Deseado de Todas las Gentes, 97, 98
(1898). {CRA 179.2}
Mirad
al salvador
En
nuestra propia fortaleza, nos es imposible negarnos a los clamores de nuestra
naturaleza caída. Por su medio, Satanás nos presentará tentaciones. Cristo
sabía que el enemigo se acercaría a todo ser humano para aprovecharse de las
debilidades hereditarias y entrampar, mediante sus falsas insinuaciones, a
todos aquellos que no confían en Dios. Y recorriendo el terreno que el hombre
debe recorrer, nuestro Señor ha preparado el camino para que venzamos. No
es su voluntad que seamos puestos en desventaja en el conflicto con Satanás. No
quiere que nos intimiden ni desalienten los asaltos de la serpiente. “Tened
buen ánimo—dice—; yo he vencido al mundo”. Juan 16:33, VM. {CRA 179.3}
Considere
al Salvador en el desierto de la tentación todo aquel que lucha contra el poder
del apetito. Véalo en su agonía sobre la cruz cuando exclamó: “Sed tengo”. Juan 19:28, VM. El padeció todo lo que nos puede
tocar sufrir. Su victoria es nuestra. {CRA 180.1}
Jesús
confió en la sabiduría y fuerza de su Padre celestial. Declara: “Jehová el
Señor me ayudará; por tanto no he sido abochornado...; y sé que no seré
avergonzado... He aquí que Jehová me ayudará”. Isaías 50:7-9, VM. Llamando la
atención a su propio ejemplo, él nos dice: “¿Quién hay de entre vosotros que
teme a Jehová..., que anda en tinieblas y no tiene luz? ¡Confíe en el nombre de
Jehová, y apóyese en su Dios!” Isaías 50:10. {CRA 180.2}
“Viene
el príncipe de este mundo—dice Jesús—; mas no tiene nada de mí”. Juan 14:30, VM. No había en él nada que respondiera
a los sofismas de Satanás. El no consintió en pecar. Ni siquiera por un
pensamiento cedió a la tentación. Así también podemos hacer nosotros. La
humanidad de Cristo estaba unida con la divinidad. Fue hecho idóneo para el
conflicto mediante la permanencia del Espíritu Santo en él. Y él vino para
hacernos participantes de la naturaleza divina. Mientras estemos unidos con él
por la fe, el pecado no tendrá dominio sobre nosotros. Dios extiende su mano
para alcanzar la mano de nuestra fe y dirigirla a asirse de la divinidad de
Cristo, a fin de que nuestro carácter pueda alcanzar la perfección. {CRA 180.3}
239.
Satanás viene al hombre como vino a Cristo, con su muy poderosa tentación a
complacer el apetito. Bien conoce su poder para vencer al hombre en este
punto. Venció a Adán y Eva en el Edén en el terreno del apetito, y ellos
perdieron su hogar bendito. Lo que acumulara miseria y crimen ha llenado
nuestro mundo después de la caída de Adán. Ciudades enteras han sido borradas
de la faz de la tierra por los crímenes degradantes y la iniquidad odiosa que
las han convertido en una mancha en el universo. La complacencia del apetito
fue el fundamento de todos esos pecados.—Testimonies for the Church 3:561 (1875). {CRA 180.4}
240.
Cristo comenzó la obra de redención en el preciso lugar donde comenzó la ruina.
Su primera prueba tuvo que ver precisamente con el punto en que Adán falló. Fue
por medio de las tentaciones dirigidas contra el apetito como Satanás había
vencido a una gran proporción de la raza humana, y su éxito le había hecho
sentir que el dominio de este planeta caído estaba en sus manos. Pero en Cristo
él encontró a alguien que era capaz de resistirlo, y abandonó el campo de
batalla como un enemigo vencido. Jesús dice: “No tiene nada en mí”. Su victoria
es una seguridad de que nosotros también podemos salir victoriosos en nuestros
conflictos con el enemigo. Pero no es el propósito de nuestro Padre celestial
salvarnos sin un esfuerzo de nuestra parte para cooperar con Cristo. Debemos
desempeñar nuestra parte, y el poder divino, uniéndose con el esfuerzo humano,
producirá la victoria.—Christian
Temperance and Bible Hygiene, 16 (1890). {CRA 181.1}
[Por nuestra causa
Cristo ejerció un dominio propio más fuerte que el hambre o la muerte—295] {CRA 181.2}
[Cristo fortalecido
para resistir por medio de su ayuno; su victoria y ánimo para todos—296] {CRA 181.3}
[Cuando fue más
fieramente tentado, Cristo no comió nada—70] {CRA 181.4}
[La fuerza de la
tentación para complacer el apetito medida por la angustia de Cristo durante su
ayuno—298] {CRA 181.5}
El ejemplo de la victoria de Daniel
241.
Las tentaciones a complacer el apetito representan un poder capaz de ser
vencido sólo con la ayuda que Dios puede impartir. Pero con cada tentación
tenemos la promesa de Dios de que habrá una vía de escape. ¿Por qué, entonces,
tantos son vencidos? Es porque no ponen su confianza en Dios. No se valen de
los medios provistos para su seguridad. Las excusas ofrecidas para la
complacencia del apetito pervertido no tienen, por lo tanto, peso alguno ante
Dios. {CRA
182.1}
Daniel
evaluaba su capacidad humana, pero no confió en ella. Su confianza estaba
puesta en la fuerza que Dios ha prometido a todos los que acuden a él con
humilde dependencia, descansando plenamente en su poder. {CRA 182.2}
Propuso
en su corazón de no contaminarse con la porción de la carne del rey, ni con el
vino de su beber; porque sabía que un régimen semejante no fortalecería sus
facultades ni aumentaría su capacidad mental. No quería usar vino, ni ningún
otro estimulante antinatural; no quería hacer nada que oscureciera su mente; y
Dios le dio “conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias”, y
también “entendimiento en toda visión y sueños”. Daniel 1:17... {CRA 182.3}
Los
padres de Daniel lo habían educado en su niñez en hábitos de estricta
temperancia. Le habían enseñado que debía conformarse a las leyes de la
naturaleza en todos sus hábitos; que su comer y beber tenían una influencia
directa sobre su naturaleza física, mental y moral, y que era tenido por
responsable, delante de Dios, por sus capacidades; pues él las consideraba
todas como dones de Dios, y no debía empequeñecerlas o destruirlas por ningún
proceder suyo. Como resultado de esta enseñanza, la ley de Dios fue exaltada en
su mente, y reverenciada en su corazón. Durante los primeros años de su
cautividad, Daniel estaba pasando por una gran prueba que habría de
familiarizarlo con la pompa, la hipocresía y el paganismo de la corte. ¡Por
cierto que era una extraña escuela para prepararlo para una vida de sobriedad,
trabajo y fidelidad! Y sin embargo vivió sin ser corrompido por la atmósfera
del mal de la cual estaba rodeado. {CRA 182.4}
La
experiencia de Daniel y de sus jóvenes compañeros ilustra los beneficios que
pueden resultar de un régimen abstemio, y muestra lo que Dios hará en beneficio
de los que cooperan con él en la purificación y elevación de las almas. Ellos
fueron un honor para Dios, y una luz brillante en la corte de Babilonia. {CRA 183.1}
En
esta historia oímos la voz de Dios que se dirige a nosotros individualmente y
nos pide que reunamos todos los rayos de luz con respecto a este tema de la
temperancia cristiana, para colocarnos en la debida relación con las leyes de
la salud.—Christian
Temperance and Bible Hygiene, 22, 23 (1890). {CRA 183.2}
242.
¿Qué hubiera acontecido si Daniel y sus compañeros hubieran transigido con
aquellos funcionarios paganos, y hubieran cedido ante la presión del momento,
comiendo y bebiendo como era costumbre para los babilonios? Ese solo caso de
apartamiento de los principios habría debilitado su sentido de lo justo y su
aborrecimiento de lo malo. La complacencia del apetito habría comportado el
sacrificio del vigor físico, la claridad intelectual y el poder espiritual. Un
paso equivocado probablemente habría conducido a otros, de manera que, cortada
su relación con el cielo, habrían sido apartados por la tentación.—The Review and Herald, 25 de enero de 1881; Counsels on Health, 66. {CRA 183.3}
[La claridad mental de
Daniel debida a un régimen sencillo y a una vida de oración—117] {CRA 183.4}
[Más acerca de
Daniel—33, 34, 117] {CRA 183.5}
Nuestro deber cristiano
243.
Cuando nos demos cuenta de los requerimientos de Dios, veremos que él nos pide
que seamos temperantes en todas las cosas. El propósito de nuestra creación es
glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu que son de él. ¿Cómo
podremos hacerlo cuando complacemos el apetito en perjuicio de las facultades
físicas y morales? Dios exige que presentemos nuestros cuerpos como sacrificio
vivo. Entonces se nos impone el deber de preservar este cuerpo en la mejor
condición de salud, a fin de poder cumplir con sus requisitos. “Si, pues,
coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31.—Testimonies for the Church 2:65 (1868). {CRA 184.1}
244.
El apóstol Pablo escribe: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a
la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo
obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para
recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo
de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien
golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea
que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. 1 Corintios 9:24-27. {CRA 184.2}
Hay
muchos en el mundo que complacen hábitos perniciosos. El apetito es la ley que
los gobierna. Y debido a sus hábitos erróneos, el sentido moral es oscurecido y
el poder de discernir cosas sagradas es destruido en gran medida. Pero es
necesario que los cristianos sean estrictamente temperantes. Deben colocar la
norma alta. La temperancia en el comer, beber y vestir es esencial. Los
principios deben tener la primacía en lugar del apetito o la fantasía. Los que
comen demasiado, o que ingieren alimentos de una clase objetable, son
fácilmente inducidos a la disipación, y a las otras “codicias necias y dañosas,
que hunden a los hombres en destrucción y perdición”. 1 Timoteo 6:9. Los “colaboradores de
Dios” deben usar todo ápice de su influencia para estimular la siembra de los
verdaderos principios de la temperancia. {CRA 184.3}
Significa
mucho ser leal a Dios. El tiene derechos sobre todos los que están empeñados en
su servicio. El desea que la mente y el cuerpo sean preservados en la mejor
condición de salud, y que toda facultad y atributo se hallen bajo el dominio
divino, y que sean tan vigorosos como los hábitos de cuidado y estricta
temperancia puedan hacerlos. Estamos bajo una obligación ante Dios: la de hacer
una consagración sin reserva de nosotros mismos a él, en cuerpo y alma, con
todas las facultades apreciadas como dones que él nos confiara, para ser
empleados en su servicio. {CRA 185.1}
Todas
nuestras energías y capacidades han de ser constantemente fortalecidas y
mejoradas durante este período de prueba. Solamente los que aprecian estos
principios, y han sido educados a cuidar de sus cuerpos inteligentemente y en
el temor de Dios, deben ser elegidos para asumir responsabilidades en esta
obra. Los que han estado por mucho tiempo en la verdad, y sin embargo no pueden
distinguir entre los principios puros de justicia, y los principios del mal,
cuya comprensión con respecto a la justicia, la misericordia y el amor de Dios
están entenebrecidos, deben ser relevados de sus responsabilidades. Toda
iglesia necesita un testimonio claro y preciso, que dé a la trompeta un sonido
certero. {CRA
185.2}
Si
podemos despertar la sensibilidad moral de nuestros hermanos sobre el tema de
la temperancia, se ganará una gran victoria. Ha de enseñarse y practicarse la
temperancia en todas las cosas de esta vida. La temperancia en el comer, en el
beber, en el dormir, en el vestir, es uno de los grandes principios de la vida
religiosa. La verdad colocada en el santuario del alma guiará en el
tratamiento del cuerpo. Nada que concierna a la salud del agente humano ha de
considerarse con indiferencia. Nuestro bienestar eterno depende del uso que
hagamos durante esta vida de nuestro tiempo, nuestra energía e influencia.—Testimonies for the Church 6:374, 375
(1900). {CRA 185.3}
Esclavos del apetito
245.
Hay una clase que profesa creer la verdad, que no usa tabaco, rapé, té o café,
y que sin embargo es culpable de gratificar el apetito de una manera diferente.
Anhelan con vehemencia carnes muy sazonadas, con salsas concentradas, y su
apetito se ha pervertido tanto que no pueden satisfacerse siquiera con carne, a
menos que se la prepare de una manera muy perjudicial. El estómago resulta
afiebrado, los órganos digestivos son recargados, y sin embargo el estómago
trabaja duramente para deshacerse de la carga que se le impuso por la fuerza.
Después que el estómago ha realizado su tarea está exhausto, lo cual causa
languidez. Aquí muchos son engañados, y piensan que es la falta de alimentos lo
que produce tal sensación, y sin dar al estómago tiempo para descansar, toman
más alimentos, que por el momento quitan la languidez. Y cuanto más se
complazca el apetito, mayores serán sus clamores para ser gratificado. Estas
languideces son generalmente el resultado de comer carne, y comerla con
frecuencia, y en gran cantidad... {CRA 186.1}
Debido
a que está de moda, y de acuerdo con el apetito mórbido, se atiborra el
estómago de tortas, budines y pasteles concentrados, y de toda cosa dañina. La
mesa debe estar cargada con una variedad de alimentos, o de otra manera el
apetito depravado no resulta satisfecho. Por la mañana, estos esclavos del
apetito a menudo tienen un aliento impuro, y una lengua saburrosa. No disfrutan
de salud, y se preguntan por qué tienen dolor de cabeza y diferentes malestares.
Muchos comen tres veces por día, y de nuevo antes de ir a la cama. En poco
tiempo los órganos digestivos resultan gastados, porque no han tenido tiempo de
descansar. Estas personas se convierten en miserables dispépticos, y se admiran
de cómo han llegado a esa condición. La causa ha traído sus seguros resultados.
No debe tornarse una segunda comida hasta que el estómago haya tenido tiempo de
descansar del trabajo de digerir la comida previa. Si de todas maneras se
consume otra comida en el día, ésta debe ser liviana, y varias horas antes de
ir a la cama. {CRA
186.2}
Muchos
están tan dedicados a la intemperancia que no cambiarán su proceder de
complacer la glotonería bajo ninguna consideración. Antes sacrificarían la
salud, y morirían prematuramente, que restringir su apetito intemperante. Y hay
muchos que son ignorantes de la relación que su comer y beber tiene con la
salud. Si los tales fueran iluminados, podrían tener valor moral para renunciar
a su apetito, y comer en forma más espaciada, y sólo la clase de alimentos que
son saludables; así, mediante su propia conducta, se ahorrarían una gran
cantidad de sufrimientos.—Spiritual Gifts 4:129-131 (1864). {CRA 187.1}
Educad
el apetito
Las
personas que han acostumbrado su apetito a comer libremente carnes, salsas muy
sazonadas y diversas clases de tortas y conservas concentradas, no pueden
saborear inmediatamente un menú sano y nutritivo. Su gusto está tan pervertido
que no tienen apetito por un menú sano de frutas, pan sencillo y verduras. No
necesitan esperar que de primera intención les gustará un alimento tan
diferente de aquel que se han complacido en comer. Si al comienzo no pueden
disfrutar de alimentos sencillos, deben ayunar hasta que lo puedan hacer. El
ayuno resultará para ellos de mayor beneficio que la medicina, pues el estómago
del cual se ha abusado encontrará el descanso que por mucho tiempo ha
necesitado, y el hambre verdadera puede ser satisfecha con un régimen sencillo.
Se requerirá tiempo para que el gusto se recupere de los abusos que ha
recibido, y para obtener de nuevo su tono natural. Pero la perseverancia en una
conducta de negación propia en materia de comida y bebida pronto hará sabroso
un régimen sencillo y sano, y pronto éste será consumido con mayor satisfacción
de lo que un sibarita goza de sus bocados exquisitos. {CRA 187.2}
El
estómago no está afiebrado con la carne, ni está abrumado, sino que se halla en
una condición saludable, y puede realizar con rapidez su tarea. No debe haber
demora en la reforma. Deben hacerse esfuerzos para preservar cuidadosamente las
fuerzas restantes de las energías vitales, deshaciéndose de toda carga
abrumadora. El estómago no podrá nunca recuperar plenamente su salud, pero la debida
clase de alimento evitará mayor debilidad, y muchos se recuperarán más o menos,
a menos que hayan ido demasiado lejos en la glotonería suicida. {CRA 188.1}
Los
que se permiten llegar a ser esclavos de un apetito glotón, a menudo van
todavía más allá, y se rebajan a sí mismos complaciendo sus corruptas pasiones,
que han sido excitadas por la intemperancia en el comer y beber. Dan rienda
suelta a sus pasiones degradantes, hasta que la salud y el intelecto sufren
grandemente. La facultad de razonar es destruida en gran medida por los
hábitos. {CRA
188.2}
El efecto de la complacencia física, mental y moral
246.
Muchos estudiantes son deplorablemente ignorantes del hecho de que el régimen
alimenticio ejerce una poderosa influencia sobre la salud. Algunos nunca han
realizado un esfuerzo determinado para gobernar su apetito, o para observar las
debidas reglas con respecto al régimen. Comen demasiado, en las horas
regulares, y algunos comen entre horas cuando quiera que se presente la
tentación. Si los que profesan ser cristianos desean resolver la pregunta que tanta
perplejidad les causa, de por qué sus mentes son lentas, por qué sus
aspiraciones religiosas son tan débiles, no necesitan, en muchos casos, ir más
lejos que la mesa; aquí hay una causa suficiente, aunque no hubiere ninguna
otra. {CRA
188.3}
Muchos
se separan a sí mismos de Dios por la complacencia de su apetito. El que toma
nota de la caída de un gorrión, el que ha contado los cabellos de nuestra
cabeza, toma nota del pecado de los que complacen un apetito pervertido a
expensas del debilitamiento de las facultades físicas, entorpeciendo el
intelecto y amortiguando las percepciones morales.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 83
(1890). {CRA 189.1}
Un día futuro de remordimiento
247.
Muchos están incapacitados para trabajar tanto mental como físicamente porque
comen con exceso y satisfacen las pasiones concupiscentes. Las propensiones
animales son fortalecidas, mientras que la naturaleza moral y espiritual queda
debilitada. Cuando estemos en derredor del gran trono blanco, ¿qué informe
presentará la vida de muchos? Entonces verán lo que podrían haber hecho si no
hubiesen degradado las facultades que Dios les dio. Entonces comprenderán a qué
altura de grandeza intelectual podrían haber alcanzado, si hubiesen dado a Dios
toda la fuerza física y mental que les había confiado. En la agonía de su
remordimiento, anhelarán poder volver a vivir de nuevo su vida.—Joyas de los Testimonios 2:30 (1882). {CRA 189.2}
[Efectos sobre la mente
y el cuerpo del comer en exceso—219, 220] {CRA 189.3}
El apetito antinatural debe ser restringido
248.
La Providencia ha estado guiando al pueblo de Dios para sacarlo de los hábitos
extravagantes del mundo, de la complacencia del apetito y de la pasión, a
fin de que asuma una posición firme sobre la plataforma de la negación del yo,
y de la temperancia en todas las cosas. El pueblo a quien Dios está guiando
será un pueblo peculiar. No será como el mundo. Si los hijos de Dios siguen las
directivas divinas, realizarán los propósitos del Señor, y rendirán su voluntad
a la voluntad de él. Cristo habitará en su corazón. El templo de Dios será
santo. Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es el templo del Espíritu Santo. Dios
no exige que sus hijos se nieguen a sí mismos para perjuicio de su fortaleza
física. El les pide que obedezcan las leyes naturales, a fin de preservar su
salud física. La senda de la naturaleza es el camino que él nos señala, y es un
camino suficientemente ancho para todo cristiano. Con pródiga mano Dios nos ha
provisto de una rica y variada abundancia para nuestro sustento y para nuestro
gozo. Pero a fin de disfrutar del apetito natural, que preservará la salud y
prolongará la vida, él restringe el apetito. El dice: ¡Cuidado, restricción,
negación, apetito antinatural! Si creamos un apetito pervertido, violamos las
leyes de nuestro ser, y asumimos la responsabilidad de abusar de nuestros
cuerpos y de acarrearnos enfermedad.—Christian Temperance and Bible Hygiene,
150, 151 (1890). {CRA 189.4}
249.
Los que han recibido instrucciones acerca de los peligros del consumo de carne,
té, café y alimentos demasiado condimentados o malsanos, y quieran hacer un
pacto con Dios por sacrificio, no continuarán satisfaciendo sus apetitos con
alimentos que saben son malsanos. Dios pide que los apetitos sean purificados y
que se renuncie a las cosas que no son buenas. Esta obra debe ser hecha antes
que su pueblo pueda estar delante de él como un pueblo perfecto.—Joyas de los Testimonios 3:354 (1909). {CRA 190.1}
250.
Dios no ha cambiado, ni se propone cambiar nuestro organismo físico, a fin de
que podamos violar una sola ley sin sentir los efectos de esta violación.
Pero muchos cierran voluntariamente sus ojos a la luz... Al complacer sus
inclinaciones y apetitos, violan las leyes de la vida y la salud; y si obedecen
a la conciencia, deben estar controlados por los principios en su comer y
vestir, en vez de ser guiados por la inclinación, la moda y el apetito.—The Health Reformer, septiembre de 1871. {CRA 190.2}
La utilidad de los obreros de Dios depende de que dominen su apetito
251.
Presente Ud. ante el pueblo la necesidad de resistir la tentación de complacer
el apetito. Es aquí donde muchos fallan. Explique cuán estrechamente
relacionados están la mente y el cuerpo, y muestre la necesidad de guardar a
ambos en la mejor condición posible... {CRA 191.1}
Todos
los que complacen el apetito, malgastan las energías físicas, y debilitan el
poder moral, tarde o temprano sentirán la retribución que sigue a la
transgresión de la ley física.{CRA 191.2}
Cristo
dio su vida para comprar la redención del pecador. El Redentor del mundo sabía
que la complacencia del apetito estaba acarreando debilidad física y
amorteciendo las facultades perceptivas, de tal manera que las cosas sagradas y
eternas no pudieran ser discernidas. El sabía que la complacencia propia estaba
pervirtiendo las facultades morales, y que la gran necesidad del hombre era la
conversión: una conversión del corazón, de la mente y del alma, conversión de
una vida de complacencia propia a una vida de negación del yo y de abnegación.
Quiera el Señor ayudarlo a Ud. como su siervo a apelar a los ministros y a
despertar a las iglesias dormidas. Que el trabajo que Ud. hace como médico y
ministro esté en armonía con los principios. Es con este propósito con el cual
nuestros sanatorios están establecidos, para predicar la verdadera
temperancia... {CRA
191.3}
Como
pueblo, necesitamos una reforma, y especialmente la necesitan los
ministros y maestros de la Palabra. He sido instruida para decir a nuestros ministros
y a los presidentes de nuestras asociaciones: Vuestra utilidad como obreros
para Dios en la obra de rescatar a las almas que perecen, depende mucho de
vuestro éxito en dominar el apetito. Dominad el deseo de gratificar el apetito,
y si lo hacéis, vuestras pasiones serán fácilmente dominadas. Entonces vuestras
facultades mentales y morales serán más fuertes. “Y ellos le han vencido... por
medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos”.—Carta 158, 1909. {CRA 191.4}
Un ruego a los colaboradores
252.
El Señor os ha escogido para hacer su obra, y si trabajáis con cuidado, con
prudencia, y ponéis vuestros hábitos en el comer en perfecta sujeción al
conocimiento que tenéis y a la razón, tendréis horas mucho más placenteras y
agradables que si actuáis imprudentemente. Aplicad los frenos, resistid vuestro
apetito, colocándolo bajo estricto control, y entonces abandonaos en las manos
de Dios. Prolongad vuestra vida por una cuidadosa vigilancia de vosotros
mismos.—Carta
49, 1892. {CRA 192.1}
La conducta abstemia aumenta el vigor
253.
Los hombres que se dedican a dar el último mensaje de amonestación al mundo, un
mensaje que ha de decidir el destino de las almas, deben hacer en su propia
vida una aplicación práctica de las verdades que predican a los demás. Deben
ser para la gente ejemplos en su manera de comer y beber y en su casta
conversación y comportamiento. En todas partes del mundo, la glotonería, la
complacencia de las pasiones viles y los pecados graves son ocultados bajo el
manto de la santidad por muchos que profesan representar a Cristo. Hay hombres
de excelente capacidad natural, cuya labor no alcanza a la mitad de lo que
podría ser si ellos fuesen templados en todas las cosas. La satisfacción
del apetito y la pasión embota la mente, disminuye la fuerza física y debilita
el poder moral. Sus pensamientos no son claros. No pronuncian sus palabras con
poder; éstas no son vivificadas por el Espíritu de Dios para alcanzar los
corazones de los oyentes. {CRA 192.2}
Así
como nuestros primeros padres perdieron el Edén por complacer el apetito,
nuestra única esperanza de reconquistar el Edén consiste en dominar firmemente
el apetito y la pasión. La abstinencia en el régimen alimenticio y el dominio
de todas las pasiones conservarán el intelecto y darán un vigor mental y moral
que capacitará a los hombres para poner todas sus propensiones bajo el dominio
de las facultades superiores, para discernir entre lo bueno y lo malo, lo
sagrado y lo profano. Todos los que tienen un verdadero sentido del sacrificio
hecho por Cristo al abandonar su hogar del cielo para venir a este mundo a fin
de mostrar al hombre, por su propia vida, cómo resistir la tentación, se
negarán alegremente a sí mismos y resolverán participar de los sufrimientos de
Cristo. {CRA
193.1}
El
temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Los que venzan como Cristo
venció, necesitarán precaverse constantemente contra las tentaciones de
Satanás. El apetito y las pasiones deben ser sometidos al dominio de la
conciencia iluminada, para que el intelecto no sufra perjuicio, y las
facultades de percepción se mantengan claras a fin de que las obras y trampas
de Satanás no sean interpretadas como providencia de Dios. Muchos desean la
recompensa y la victoria finales que han de ser concedidas a los vencedores,
pero no están dispuestos a soportar los trabajos, las privaciones y la
abnegación como lo hizo su Redentor. Únicamente por la obediencia y el esfuerzo
continuo seremos vencedores como Cristo lo fue. {CRA 193.2}
El
poder dominante del apetito causará la ruina de millares de personas, que si
hubiesen vencido en ese punto, habrían tenido fuerza moral para obtener la
victoria sobre todas las demás tentaciones de Satanás. Pero los que son
esclavos del apetito no alcanzarán a perfeccionar el carácter cristiano. La
continua transgresión del hombre durante seis mil años ha producido enfermedad,
dolor y muerte. Y a medida que nos acerquemos al fin, la tentación de complacer
el apetito será más poderosa y más difícil de vencer.—Joyas de los Testimonios 1:421-423 (1875). {CRA 193.3}
[La senda de la
abnegación en el comer es la senda de la salud—473] {CRA 194.1}
La relación de los hábitos con la santificación
254.
Es imposible que cualquiera disfrute de la bendición de la santificación
mientras sea egoísta y glotón. Los que tal hacen gimen bajo una carga de
enfermedades debido a los malos hábitos en el comer y beber, que hacen
violencia a las leyes de la vida y la salud. Muchos están debilitando sus
órganos digestivos al complacer un apetito pervertido. El poder que tiene la
constitución humana de resistir los abusos que se cometen con ella es
admirable; pero los hábitos erróneos persistentes que consisten en comer y
beber en exceso debilitarán toda función del cuerpo. Que estas personas débiles
consideren lo que podrían haber sido si hubieran vivido en forma temperante, y
promovido la salud en lugar del abuso. En la gratificación del apetito y la
pasión pervertidos, aun los profesos cristianos incapacitan a la naturaleza en
su obra, y aminoran el poder físico, mental y moral. Algunos que lo están
haciendo, pretenden estar santificados para Dios; pero tal pretensión no tiene
fundamento... {CRA
194.2}
“El
hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde
está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los
ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué
hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y
dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es
despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es
malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo,
pues a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de
los ejércitos... Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me
despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o
enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice
Jehová”. Malaquías
1:6-8, 13.{CRA 194.3}
Demos
cuidadosa atención a estas advertencias y reproches. Aunque fueron dirigidos al
antiguo Israel, no son menos aplicables al pueblo de Dios hoy. Y debemos
considerar las palabras del apóstol en que él ruega a sus hermanos, por la
misericordia de Dios, que presenten sus cuerpos, “en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios”. Esta es la verdadera santificación. No es meramente una
teoría, una emoción, o una forma de palabras, sino un principio vivo y activo
que entra en la vida cotidiana. Requiere que nuestros hábitos en el comer,
beber y vestir, sean tales que aseguren la preservación de la salud física,
mental y moral, de manera que podamos presentar al Señor nuestros cuerpos, no
como una ofrenda corrompida por los malos hábitos, sino como “un sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios”. {CRA 195.1}
Nadie
que profese piedad considere con indiferencia la salud del cuerpo, y se halague
a sí mismo con el pensamiento de que la intemperancia no es un pecado, y que no
afectará su espiritualidad. Existe una estrecha simpatía entre la naturaleza
física y la moral.—The
Review and Herald, 25 de enero de 1881. {CRA 195.2}
Se requiere una decisión del carácter
255.
El negarse a satisfacer el apetito exige decisión del carácter. Por falta de
esta decisión multitudes son arruinadas. Débiles, flexibles, fácilmente
desviables, muchos hombres y mujeres fallan completamente en el plan de llegar
a ser lo que Dios desea que sean. Los que carecen de decisión de carácter no
pueden hacer un éxito de la tarea diaria de vencer. El mundo está lleno de
personas embrutecidas, intemperantes, de una mente debilitada, ¡y cuán difícil
es para ellos llegar a ser verdaderos cristianos! {CRA 195.3}
¿Qué
dice el gran Médico misionero? “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Es la obra de Satanás la de tentar a los
hombres a tentar a sus semejantes. Este hace lo posible para inducir a los
hombres a colaborar con él en su obra de destrucción. El lucha para inducirlos
a entregarse tan completamente a la complacencia del apetito y a las
diversiones y locuras excitantes por las cuales clama naturalmente la
naturaleza humana, pero que la Palabra de Dios decididamente prohíbe, que
puedan ser clasificados como sus ayudadores: trabajan con él para destruir la
imagen de Dios en el hombre. {CRA 196.1}
Mediante
las poderosas tentaciones de los principados y potestades, muchos son
entrampados. Esclavizados por el capricho del apetito, son embrutecidos y
degradados... {CRA
196.2}
“¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:19, 20. {CRA 196.3}
Los
que comprenden constantemente que ésta es su relación con Dios, no pondrán en
el estómago alimentos que agraden el apetito, pero que perjudiquen los órganos
digestivos. No echarán a perder la propiedad de Dios complaciéndose en hábitos
impropios en el comer, beber y vestir. Tendrán gran cuidado de la maquinaria
humana, porque se dan cuenta de que deben hacerlo a fin de trabajar en sociedad
con Dios. El quiere que sean sanos, felices y útiles. Pero a fin de que
ellos puedan serlo, deben colocar su voluntad del lado de la voluntad divina.—Carta 166, 1903. {CRA 196.4}
256.
Por todas partes ha de hacerse frente a tentaciones excitantes a seguir la
concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la
vida. El ejercitarse en los principios firmes, y en el estricto control de los
apetitos y las pasiones, en el nombre de Jesús el Conquistador, será lo único
que los conducirá por la vida en forma segura.—The Health Reformer, mayo de 1878. {CRA 197.1}
La tentativa fútil de una reforma gradual
257.
Algunos dicen, cuando se hace un esfuerzo para iluminarlos sobre este punto [el uso del alcohol y
del tabaco]:
“Lo dejaré poco a poco”. Pero Satanás se ríe de todas estas decisiones. El
dice: Están seguros en mi poder. No tengo temor de ellos en ese terreno. Pero
él sabe que no tiene poder sobre el hombre que, cuando los pecadores lo
tientan, tiene el valor moral de decir NO en forma terminante y positiva. Tal
persona ha rechazado la compañía del diablo, y mientras se aferra a Jesús está
seguro. Está donde los ángeles del cielo pueden relacionarse con él, dándole
poder para vencer. {CRA
197.2}
El ruego de Pedro
258.
El apóstol Pedro entendía la relación que hay entre la mente y el cuerpo, y
levantó su voz para amonestar a los hermanos: “Amados, yo os ruego como a
extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan
contra el alma”. 1 Pedro
2:11.
Muchos consideran que este texto es una advertencia contra la licencia
solamente; pero tiene un significado más amplio. Prohíbe toda gratificación
perjudicial del apetito o la pasión. Todo apetito pervertido llega a ser una
concupiscencia que combate contra nosotros. El apetito nos fue dado con un buen
propósito, no para ser ministro de muerte al ser pervertido, y en esta forma
degenerar hasta llegar a producir las “concupiscencias que batallan contra el
alma”... {CRA
197.3}
La
fuerza de la tentación a complacer el apetito puede ser comprendida sólo cuando
se recuerda la inexpresable angustia de nuestro Redentor durante su largo ayuno
en el desierto. El sabía que la complacencia del apetito pervertido amortecería
tanto las percepciones del hombre, que éste no podría discernir las cosas
sagradas. Adán cayó por la satisfacción del apetito; Cristo venció por la
negación del apetito. Y nuestra única esperanza de recuperar el Edén es por
medio de un firme dominio propio. Si el apetito pervertido tenía un poder tan
grande sobre la humanidad que, a fin de quebrantar su dominio, el divino Hijo
de Dios hubo de soportar un ayuno de casi seis semanas en favor del hombre,
¡qué obra está delante del cristiano! Sin embargo, por grande que sea la lucha,
éste puede vencer. Con la ayuda del poder divino que soportó las más fieras
tentaciones que Satanás pudo inventar, él también puede ser completamente
victorioso en su guerra contra el mal, y finalmente podrá llevar la corona de
victoria en el reino de Dios.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 53, 54 (1890). {CRA 198.1}
Por el poder de la voluntad y la gracia de Dios
259.
Por medio del apetito, Satanás gobierna la mente y el ser entero. Millares que
podrían haber vivido, han ido a la tumba como náufragos físicos, mentales y
morales, porque sacrificaron todas sus facultades en la complacencia del
apetito. La necesidad de que los hombres de esta generación llamen en su
auxilio el poder de la voluntad, fortalecido por la gracia de Dios, a fin de
soportar las tentaciones de Satanás, y resistir hasta la menor
complacencia del apetito pervertido, es mucho mayor de lo que era hace varias
generaciones. Pero la actual generación tiene menos poder de dominio propio que
los que vivieron entonces.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 37 (1890). {CRA 198.2}
260.
Pocos tienen la fibra moral para resistir la tentación, especialmente del
apetito, y para practicar la negación de sí mismos. A algunos les resulta una
tentación demasiado fuerte para ser resistida el ver a otros tomar la tercera
comida; e imaginan que están con hambre, cuando la sensación no es un llamado
del estómago de que se le dé más alimento, sino un deseo de la mente que no ha
sido fortificada con los principios firmes, y disciplinada para negarse a sí
misma. Los muros del dominio propio y de la restricción de sí mismo no deben en
ningún caso ser debilitados y desmoronados. Pablo, el apóstol de los gentiles,
dice: “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que
habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. 1 Corintios 9:27. {CRA 199.1}
Los
que no vencen en las cosas pequeñas, no tendrán poder moral para soportar las
grandes tentaciones.—Testimonies
for the Church 4:574 (1881). {CRA 199.2}
261.
Fijaos con cuidado en vuestra alimentación. Estudiad las causas y sus efectos.
Cultivad el dominio propio. Someted vuestros apetitos a la razón. No maltratéis
vuestro estómago recargándolo de alimento; pero no os privéis tampoco de la
comida sana y sabrosa que necesitáis para conservar la salud.—El Ministerio de Curación, 248 (1905). {CRA 199.3}
262.
En nuestro trato con los incrédulos, no permitamos que nos desvíen de los
principios correctos. Al sentarnos a sus mesas, comamos con templanza, y
únicamente alimentos que no confundan nuestra mente. Evitemos la intemperancia.
No podemos debilitar nuestras facultades mentales o físicas, e incapacitarnos
para discernir las cosas espirituales. Mantengamos nuestra mente en tal
condición que Dios pueda inculcarle las preciosas verdades de su Palabra.—Joyas de los Testimonios 2:551, 552 (1900). {CRA 199.4}
Una cuestión de valor moral
263.
Algunos de vosotros os expresáis como si os agradara que alguien os dijese
cuánto se debe comer. No debe ser así. Tenemos que actuar desde un punto de
vista moral y religioso. Debemos ser templados en todas las cosas, porque se
nos ofrece una corona incorruptible, un tesoro celestial. Y ahora quiero decir
a mis hermanos y hermanas: Preferiría tener valor moral, asumir una posición
definida y gobernarme a mí misma. No quisiera imponer esta carga a otra
persona. Coméis demasiado y luego lo lamentáis, y seguís pensando en lo que
coméis y bebéis. Comed lo que os beneficia, y levantaos de la mesa sintiéndoos
libres ante el cielo, sin remordimiento de conciencia. No creo que se deben
evitar todas las tentaciones a los niños ni a los adultos. Nos espera una
lucha, y debemos mantenernos en situación de resistir las tentaciones de
Satanás; pero necesitamos saber que poseemos en nosotros poder para ello.—Joyas de los Testimonios 1:191 (1870). {CRA 200.1}
264.
Se me ha dado un mensaje para transmitiros: Comed a horas regulares. Debido a
los hábitos erróneos en el comer estáis preparándoos para sufrimientos futuros.
No es siempre seguro aceptar invitaciones a comidas, aunque éstas provengan de
vuestros hermanos y amigos, que desean prodigaros muchas clases de alimentos.
Sabéis que podéis comer dos o tres clases de alimentos en una comida sin
perjuicio para vuestros órganos digestivos. Cuando sois invitados a una comida,
rehuid las muchas variedades de alimentos que ponen ante vosotros los que os
han invitado. Esto es lo que debéis hacer si queréis ser fieles
centinelas. Cuando se coloca ante vosotros alimentos que, una vez consumidos,
impondrán a los órganos digestivos horas de duro trabajo, no podemos, si
consumimos estos alimentos, culpar del resultado a los que los colocan ante
nosotros. Dios espera que decidamos nosotros mismos consumir solamente los
alimentos que no causarán sufrimiento a los órganos digestivos.—Carta 324, 1905. {CRA
200.2}
[El cuerpo ha de ser siervo de la mente—35] {CRA 201.1}
[Educación temprana del apetito—346, 353] {CRA 201.2}
[El apetito ha de ser negado con interés y con
celo—65] {CRA 201.3}
[La oración por sanamiento por parte de los
intemperantes—29>] {CRA 201.4}
[Efectos de la complacencia sobre la influencia
y la utilidad—72] {CRA 201.5}
La victoria en
Cristo
265.
Cristo peleó la batalla en el terreno del apetito, y salió victorioso; y
nosotros también podemos vencer por medio de la fuerza derivada de él. ¿Quiénes
entrarán por las puertas en la ciudad? No los que declaran que no pueden
quebrantar la fuerza del apetito. Cristo resistió el poder de aquel que
quisiera retenernos en la esclavitud; aunque debilitado por su largo período de
ayuno de cuarenta días, resistió la tentación, y demostró por medio de este
acto que nuestros casos no son desesperados. Yo sé que no podemos obtener la
victoria solos; y ¡cuán agradecidos debiéramos estar de que tenemos un Salvador
viviente, quien está listo y dispuesto a ayudarnos!—Christian Temperance and Bible Hygiene, 19 (1890).{CRA 201.6}
266.
Una vida pura y noble, de victoria sobre nuestros apetitos y pasiones, es
posible para todo el que une su débil y vacilante voluntad a la omnipotente e
invariable voluntad de Dios.—El Ministerio de Curación, 131, 132 (1905). {CRA 201.7}
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