Una herencia de
degeneración
194.
El hombre salió de la mano de su Creador perfecto en su estructura y hermoso en
su forma. El hecho de que durante seis mil años haya soportado el peso siempre
creciente de la enfermedad y el crimen, es una prueba concluyente del poder de
resistencia del cual fue dotado. Y aun cuando los antediluvianos generalmente
se entregaron al pecado en forma irrefrenada, pasaron más de dos mil años antes
que la violación de las leyes naturales produjera consecuencias sensibles. Si
Adán no hubiera poseído originalmente un poder físico mayor que el que los
hombres tienen ahora, la raza se habría extinguido. {CRA 139.1}
A
través de sucesivas generaciones desde la caída, la tendencia ha sido siempre
hacia abajo. La enfermedad se ha transmitido de padres a hijos, generación tras
generación. Aun los infantes en la cuna sufren de aflicciones causadas por los
pecados de sus padres. {CRA 139.2}
Moisés,
el primer historiador, presenta un relato bien definido de la vida social e
individual de los primeros días de la historia del mundo, pero no encontramos
ningún caso en que un infante hubiera nacido ciego, mudo, lisiado o imbécil. No
se registra un solo caso de muerte natural en la infancia, en la niñez o al
comienzo de la edad adulta. Las noticias necrológicas del libro de Génesis
están concebidas de esta manera: “Y fueron todos los días que vivió Adán
novecientos treinta años; y murió”. “Y fueron todos los días de Set novecientos
doce años; y murió”. Acerca de otros, el registro sagrado establece: “Murió en
buena vejez, anciano y lleno de años”. Era tan raro que un hijo muriera antes
que su padre, que un hecho tal era considerado digno de ser registrado: “Murió
Harán antes que su padre Taré”. Los patriarcas desde Adán hasta Noé, con pocas
excepciones, vivieron casi mil años. Desde entonces el promedio de la vida ha
estado decreciendo. {CRA 139.3}
En
el tiempo de la primera venida de Cristo, la raza humana había degenerado
tanto, que no solamente ancianos, sino también personas de edad media y jóvenes
eran llevados desde todas las ciudades al Salvador, para ser sanados de sus
enfermedades. Muchos trabajaban bajo una increíble carga de miseria. {CRA 140.1}
La
violación de las leyes físicas, con su consecuente sufrimiento y su muerte
prematura, ha prevalecido por tanto tiempo, que estos resultados se consideran
como la suerte común de la humanidad; pero Dios no creó a la raza en una
condición tan débil. Este estado de cosas no es obra de la Providencia, sino
del hombre. Es el producto de hábitos erróneos: es la consecuencia de violar
las leyes que Dios ha formulado para gobernar la existencia del hombre. Una
transgresión continua de las leyes naturales es una transgresión continua de la
ley de Dios. Si los hombres hubieran sido siempre obedientes a la ley de los
Diez Mandamientos, practicando en su vida los principios de aquellos preceptos,
la maldición de la enfermedad que ahora inunda al mundo no existiría. {CRA 140.2}
“¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:19, 20. Cuando los hombres siguen una conducta que
consumeinnecesariamente su vitalidad o entenebrece su intelecto, pecan contra
Dios; no lo glorifican en su cuerpo y en su espíritu, que son de Dios. {CRA 140.3}
Sin
embargo, a pesar del insulto que el hombre ha inferido a Dios, el amor divino
todavía se extiende a la humanidad; y él permite que brille la luz, habilitando
a los hombres a ver que, a fin de vivir una vida perfecta, deben obedecer las
leyes naturales que gobiernan su ser. ¡Cuán importante es, pues, que el hombre
ande en esta luz, ejercitando todas sus facultades, tanto las del cuerpo como
las de la mente, para la gloria de Dios! {CRA 141.1}
Nos
encontramos en un mundo que está opuesto a la justicia, o sea a la pureza de
carácter, y especialmente opuesto al crecimiento en la gracia. Dondequiera que
miremos, vemos contaminación y corrupción, deformidad y pecado. ¡Cuán opuesto
es todo esto a la obra que debe realizarse en nosotros precisamente antes de
recibir el don de la inmortalidad! Los elegidos de Dios deben aparecer puros en
medio de las corrupciones que pululan entre ellos en estos últimos días. Sus
cuerpos deben ser hechos santos, sus espíritus puros. Si esta obra ha de
realizarse, debe ser abordada de inmediato, con fervor y en forma inteligente.
El Espíritu de Dios debe tener perfecto dominio, para influir toda acción... {CRA 141.2}
Los
hombres han mancillado el templo del alma, y Dios les exige que despierten y
que luchen con toda su fuerza para reconquistar la virilidad que Dios les
concedió. Nada sino la gracia de Dios puede convencer y convertir el corazón;
solamente de él pueden los esclavos de la costumbre recibir poder para
quebrantar las cadenas que los atan. Es imposible que un hombre presente su
cuerpo como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, mientras continúa
complaciendo hábitos que lo privan del vigor físico, mental y moral. De nuevo
el apóstol dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de
la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:2.—Christian Temperance and Bible Hygiene,
7-11; Counsels on Health, 19-23 (1890). {CRA 141.3}
Ignorancia voluntaria de las leyes de la vida
195.
La extraña ausencia de principios que caracteriza a esta generación, y que se
revela en su descuido de las leyes de la vida y la salud, es pasmosa. Prevalece
la ignorancia sobre este tema, en tanto que la luz brilla a nuestro alrededor.
La principal ansiedad de la mayoría es: ¿Qué comeré? ¿qué beberé? ¿con qué me
vestiré? A pesar de todo lo que se ha dicho con respecto a cómo debemos tratar
nuestro cuerpo, el apetito es la gran ley que generalmente rige a los hombres y
las mujeres. {CRA
142.1}
Las
facultades morales están debilitadas, porque los seres humanos no viven en
obediencia a las leyes de la salud, ni hacen de este gran tema un deber
personal. Los padres legan a sus hijos sus propios hábitos pervertidos, y
enfermedades repugnantes corrompen la sangre y enervan el cerebro. La mayor
parte de los hombres y mujeres permanecen en la ignorancia de las leyes que
rigen su ser, complacen el apetito y la pasión a expensas del intelecto y las
normas morales, y parecen dispuestos a seguir ignorando los resultados de su
violación de las leyes naturales. Complacen el apetito pervertido en el uso de
venenos lentos, que corrompen la sangre y minan las fuerzas nerviosas, y en
consecuencia les acarrean enfermedad y muerte. Sus amigos adjudican los
resultados de esta conducta a la dispensación de la Providencia. En esto
insultan al cielo. Ellos se rebelaron contra las leyes de la naturaleza, y
sufrieron el castigo que trae aparejado el abusar de sus leyes. El sufrimiento
y la mortalidad prevalecen hoy por doquiera, especialmente entre los niños.
¡Cuán grande es el contraste entre esta generación y la que vivió durante los
primeros dos mil años!—Testimonies
for the Church 3:140, 141 (1872). {CRA 142.2}
Los resultados sociales del apetito incontrolado
196.
La naturaleza expresará su protesta contra toda transgresión de las leyes de la
vida. Ella soporta los abusos por todo el tiempo que puede; pero finalmente
viene la retribución, y ésta cae sobre las facultades mentales así como sobre
las físicas. Esa retribución no termina con el transgresor; los efectos de la
complacencia de éste se ven en sus descendientes, y así el mal pasa de una
generación a otra. {CRA
143.1}
La
juventud de hoy en día constituye un índice seguro del futuro de la sociedad; y
tal como lo vernos hoy, ¿qué podemos esperar de ese futuro? La mayoría es
adicta al placer y adversa al trabajo. Las personas carecen de valor moral para
negarse a sí mismas y responder a las exigencias del deber. Tienen sólo poco dominio
propio, y se excitan y enojan por el menor motivo. Muchísimos individuos de
toda edad y condición de la vida carecen de principios de conciencia; y con sus
hábitos de ociosidad y despilfarro se arrojan al vicio y están corrompiendo a
la sociedad, tanto que nuestro mundo está llegando a ser una segunda Sodoma. Si
los apetitos y las pasiones estuvieran bajo el gobierno de la razón y la
religión, la sociedad presentaría un aspecto completamente distinto. Dios nunca
se propuso que existiera en el mundo la actual condición lastimosa; ésta ha
sido producida por crasas violaciones de las leyes de la naturaleza.—Christian Temperance and Bible Hygiene,
44, 45; Counsels on Health, 112 (1890). {CRA 143.2}
Leyes violadas: naturales y espirituales
197.
A muchos de los afligidos que eran sanados, Cristo dijo: “No peques más, porque
no te venga alguna cosa peor”. Juan 5:14. Así enseñó que la enfermedad es
resultado de la violación de las leyes de Dios, tanto naturales como
espirituales. El mucho sufrimiento que impera en este mundo no existiría
si los hombres viviesen en armonía con el plan del Creador. {CRA 143.3}
Cristo
había sido guía y maestro del antiguo Israel, y le enseñó que la salud es la
recompensa de la obediencia a las leyes de Dios. El gran Médico que sanó a los
enfermos en Palestina había hablado a su pueblo desde la columna de nube,
diciéndole lo que debía hacer y lo que Dios haría por ellos. “Si oyeres
atentamente la voz de Jehová tu Dios—dijo—, e hicieres lo recto delante de sus
ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos,
ninguna enfermedad de las que envié a los Egipcios te enviaré a ti; porque yo
soy Jehová tu Sanador”. Éxodo 15:26. Cristo dio a Israel instrucciones
definidas acerca de sus hábitos de vida y le aseguró: “Quitará Jehová de ti
toda enfermedad”. Deuteronomio
7:15.
Cuando el pueblo cumplió estas condiciones, se le cumplió la promesa. “No hubo
en sus tribus enfermo”. Salmos 105:37. {CRA 144.1}
Estas
lecciones son para nosotros. Hay condiciones que deben observar todos los que
quieran conservar la salud. Todos deben aprender cuáles son esas condiciones.
Al Señor no le agrada que se ignoren sus leyes, naturales o espirituales. Hemos
de colaborar con Dios para devolver la salud al cuerpo tanto como al alma.—El Deseado de Todas las Gentes, 763, 764
(1898). {CRA 144.2}
Sufrimiento acarreado por uno mismo
198.
La familia humana ha traído sobre sí misma enfermedades de diverso género por
sus propios hábitos erróneos. Sus miembros no han estudiado cómo vivir en forma
saludable, y la transgresión que han cometido de las leyes de su ser ha
producido un estado de cosas deplorable. La gente rara vez ha adjudicado el
sufrimiento a la verdadera causa: su propia conducta errónea. Las personas se
han complacido en un comer intemperante, y han hecho un dios de su apetito. En
todos sus hábitos han manifestado temeridadcon respecto a la salud y la vida; y
cuando, como resultado, ha venido sobre ellos la enfermedad, han creído que
Dios era el autor de la misma, en tanto que su propia conducta equivocada les
ha acarreado sus seguros resultados.—(1866) H. to L., cap. 3, p. 49 {CRA 144.3}
199.
La enfermedad no sobreviene nunca sin causa. Descuidando las leyes de la salud
se le prepara el camino y se la invita a venir. Muchos sufren las consecuencias
de las transgresiones de sus padres. Si bien no son responsables de lo que
hicieron éstos, es, sin embargo, su deber averiguar lo que son o no son las
violaciones de las leyes de la salud. Deberían evitar los hábitos malos de sus padres,
y por medio de una vida correcta ponerse en mejores condiciones. {CRA 145.1}
Los
más, sin embargo, sufren las consecuencias de su mal comportamiento. En su modo
de comer, beber, vestir y trabajar, no hacen caso de los principios que rigen
la salud. Su transgresión de las leyes de la naturaleza produce resultados
infalibles, y cuando la enfermedad les sobreviene, muchos no la achacan a la
verdadera causa, sino que murmuran contra Dios. Pero Dios no es responsable de
los padecimientos consiguientes al desprecio de la ley natural... {CRA 145.2}
La
intemperancia en el comer es a menudo causa de enfermedad, y lo que más
necesita la naturaleza es ser aliviada de la carga inoportuna que se le
impuso.—El
Ministerio de Curación, 179, 180 (1905). {CRA 145.3}
[Los padres siembran
semillas de enfermedad y muerte—635] {CRA 145.4}
[La penalidad
inevitable—11, 29, 30, 221, 227, 228, 250, 251, 294] {CRA 145.5}
La enfermedad sigue a la complacencia del apetito
200.
Muchas personas se acarrean la enfermedad por sus excesos. No han vivido
conforme a la ley natural o a los principios de estricta pureza. Otros han
despreciado las leyes de la salud en su modo de comer y beber, de vestir o de
trabajar.—El
Ministerio de Curación, 173 (1905). {CRA 145.6}
201.
La mente no se gasta ni se quebranta tan a menudo por el trabajo diligente y el
estudio arduo, como por comer alimentos impropios a horas inadecuadas, y por el
descuido y la falta de atención a las leyes de la salud... El estudio diligente
no es la causa principal del quebrantamiento de las facultades mentales. La
principal causa es un régimen alimenticio impropio, comidas irregulares, y
falta de ejercicio físico. Las horas irregulares para comer y dormir minan las
fuerzas del cerebro.—The
Youth’s Instructor, 31 de mayo de 1894. {CRA 146.1}
202.
Muchos están sufriendo, y muchos van a la tumba, debido a la complacencia del
apetito. Comen lo que satisface su apetito pervertido, debilitando de esta
suerte los órganos digestivos y perjudicando su facultad de asimilar los
alimentos que han de sostener la vida. Esto trae enfermedad aguda, y demasiado
a menudo sigue la muerte. El delicado organismo resulta gastado por las
prácticas suicidas de los que deben saber mejor lo que hacer. Las iglesias
deben aferrarse lealmente a la luz que Dios ha dado. Cada miembro debe trabajar
inteligentemente para eliminar de su conducta todo hábito pervertido.—Testimonies for the Church 6:372, 373
(1900). {CRA 146.2}
[Enfermedades
provenientes de un régimen pobre, difíciles de curar—315] {CRA 146.3}
[Efecto de comer en
forma indebida sobre el temperamento y la atmósfera del hogar—234] {CRA 146.4}
[Efectos de una reforma
equivocada—316] {CRA 146.5}
Preparando el camino para la ebriedad
203.
Muchas veces la intemperancia empieza en el hogar. Debido al uso de alimentos
muy sazonados y malsanos, los órganos de la digestión se debilitan, y se
despierta un deseo de consumir alimento aún más estimulante. Así se incita al
apetito a exigir de continuo algo más fuerte. El ansia de estimulantes se
vuelve cada vez más frecuente y difícil de resistir. El organismo va llenándose
de venenos, y cuanto más se debilita, tanto mayor es el deseo que siente de
estas cosas. Un paso dado en mala dirección prepara el camino a otro paso peor.
Muchos que no quisieran hacerse culpables de poner sobre la mesa vino o bebidas
embriagantes no reparan en recargarla con alimentos que despiertan tal sed de
bebidas fuertes, que se hace casi imposible resistir a la tentación. Los malos
hábitos en el comer y beber quebrantan la salud y preparan el camino para la
costumbre de emborracharse.—El Ministerio de Curación, 257 (1905). {CRA 146.6}
Hígado enfermo debido a un régimen erróneo
204.
El sábado pasado, mientras estaba hablando, vuestros pálidos rostros se
destacaron claramente delante de mí, tal como me habían sido mostrados. Vi la
condición de vuestra salud, y los males que habéis sufrido durante tanto
tiempo. Se me mostró que no habéis vivido en forma saludable. Vuestros apetitos
han sido perjudiciales para la salud, y habéis gratificado el gusto a expensas
del estómago. Habéis introducido en vuestro estómago artículos que es imposible
convertir en buena sangre. Esto ha colocado una carga pesada sobre el hígado,
debido a que los órganos digestivos se hallaban perturbados. Ambos tenéis
hígados enfermos. La reforma pro salud sería de beneficio para vosotros dos, si
la siguierais estrictamente. No lo habéis hecho. Vuestros apetitos son
mórbidos, y debido a que no os gusta un régimen sencillo, compuesto de harina
de trigo sin cernir, verduras y frutas preparadas sin especias o grasas, estáis
transgrediendo constantemente las leyes que Dios ha establecido en vuestro
organismo. Mientras hacéis esto, debéis sufrir la penalidad; porque a cada
transgresión se le adjudica una penalidad. Sin embargo, constantemente os
admiráis de vuestra salud precaria. Estad seguros de que Dios no obrará un
milagro para salvaros de los resultados de vuestra propia conducta...—Testimonies for the Church 2:67-70 (1868). {CRA 147.1}
Los
manjares suculentos y la fiebre
No
existe tratamiento que pueda aliviaros de vuestras actuales dificultades
mientras coméis y bebéis de la manera en que lo hacéis. Podéis hacer en vuestro
favor lo que los más experimentados médicos nunca podrán. Regulad vuestro
régimen. A fin de gratificar el gusto, frecuentemente colocáis una carga pesada
sobre vuestros órganos digestivos recibiendo en el estómago alimentos que no
son los más saludables, y a veces en cantidades inmoderadas. Esto cansa el
estómago, y lo inhabilita para la recepción de alimentos, aun de los más
saludables. Mantenéis vuestros estómagos constantemente debilitados, debido a
vuestros hábitos erróneos en el comer. Vuestros alimentos son demasiado
suculentos. No están preparados en una forma sencilla y natural, sino que son
completamente inadecuados para el estómago cuando los habéis preparado para
agradar vuestro gusto. La naturaleza resulta cargada, y trata de resistir vuestros
esfuerzos para incapacitarla. Escalofríos y fiebres son el resultado de esas
tentativas para deshacerse de la carga que le habéis puesto encima. Debéis
sufrir la penalidad de las leyes de la naturaleza violadas. Dios ha establecido
leyes en vuestro sistema que no podéis violar sin sufrir el castigo
correspondiente. Habéis consultado el gusto sin preocuparos de la salud. Habéis
hecho algunos cambios, pero habéis tomado solamente algunos pasos en la reforma
del régimen. Dios exige de vosotros temperancia en todas las cosas. “Si, pues,
coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31. {CRA 148.1}
Culpando
a la providencia
De
todas las familias con las que estoy relacionada, ninguna necesita los
beneficios de la reforma pro salud más que vosotros. Gemís bajo el peso de
dolores y postraciones que no podéis explicar, y tratáis de someteros a esa
condición de tan buena gana como podéis, pensando que la aflicción es vuestra
suerte, y que la Providencia lo ha ordenado así. Si pudierais abrir los ojos y
pudierais ver los pasos que habéis tomado en vuestra vida para llegar
precisamente a vuestra actual condición de salud empobrecida, os admiraríais de
vuestra ceguera a no ver el verdadero estado del caso que tenéis delante.
Habéis desarrollado apetitos antinaturales, y no sacáis de vuestros alimentos
ni la mitad del gusto que tendríais si no hubierais usado vuestro apetito en
forma equivocada. Habéis pervertido la naturaleza, y habéis estado sufriendo
las consecuencias, y esto ha sido muy penoso. {CRA 149.1}
El
precio de “una buena comida”
La
naturaleza soporta los abusos por tanto tiempo como puede sin resistirse; pero
de pronto despierta y realiza un gran esfuerzo para liberarse de los estorbos y
del mal tratamiento que ha sufrido. Entonces vienen los dolores de cabeza, los
escalofríos, las fiebres, la nerviosidad, la parálisis, y otros males demasiado
numerosos para ser mencionados. Un proceder equivocado en el comer o en el
beber destruye la salud y con ella la dulzura de la vida. ¡Oh, cuántas veces
habéis comprado lo que llamasteis una buena comida a expensas de un organismo
afiebrado, pérdida del apetito, y pérdida del sueño! ¡La incapacidad de
disfrutar de los alimentos, una noche de insomnio, horas de sufrimiento: todo
por una comida en que el gusto fue gratificado! {CRA 149.2}
Millares
han complacido sus apetitos pervertidos, han consumido una buena comida, como
ellos dicen, y como resultado, se han acarreado una fiebre, o alguna otra
enfermedad aguda, y algunos hasta la muerte. Eso fue placer comprado a un
costo inmenso. Sin embargo muchos lo han hecho, y estos asesinos de sí mismos
han sido elogiados por sus amigos y por el ministro, y llevados directamente al
cielo a su muerte. ¡Qué pensamiento! ¡Glotones en el cielo! No, no; los tales
nunca entrarán por las puertas de perla de la ciudad de oro de Dios. Los tales
nunca serán exaltados a la diestra de Jesús, el precioso Salvador, el Hombre
doliente del Calvario, cuya vida fue una vida de constante abnegación y sacrificio.
Hay un lugar señalado para todos los tales entre los indignos, los que no
tienen parte alguna en la vida mejor, en la herencia inmortal. {CRA 149.3}
Efecto del comer impropio sobre el ánimo
205.
Muchos echan a perder su ánimo o disposición comiendo en forma impropia.
Debemos ser tan cuidadosos para aprender las lecciones de la reforma pro salud
como lo somos para tener nuestros estudios perfectamente preparados; porque los
hábitos que adoptamos en este sentido ayudan a formar nuestro carácter para la
vida futura. Es posible que uno eche a perder su experiencia espiritual por un
mal uso del estómago.—Carta
274, 1908. {CRA 150.1}
Llamamiento a adoptar la reforma
206.
Cuando se han contraído hábitos dietéticos erróneos debe procederse sin
tardanza a una reforma. Cuando el abuso del estómago ha resultado en dispepsia
deben hacerse esfuerzos cuidadosos para conservar el resto de la fuerza vital,
evitando todo recargo inútil. Puede ser que el estómago nunca recupere la salud
completa después de un largo abuso; pero un régimen dietético conveniente
evitará un mayor aumento de la debilidad, y muchos se repondrán más o menos del
todo. No es fácil prescribir reglas para todos los casos; pero prestando
atención a los buenos principios dietéticos se realizarán grandes reformas, y
la persona que cocine no tendrá que esforzarse tanto para halagar el apetito. {CRA 150.2}
La
moderación en el comer se recompensa con vigor mental y moral, y también ayuda
a refrenar las pasiones.—El
Ministerio de Curación, 237 (1905). {CRA 151.1}
207.
Deben escogerse los alimentos que mejor proporcionen los elementos necesarios
para la reconstitución del cuerpo. En esta elección, el apetito no es una guía
segura. Los malos hábitos en el comer lo han pervertido. Muchas veces pide
alimento que altera la salud y causa debilidad en vez de producir fuerza.
Tampoco podemos dejarnos guiar por las costumbres de la sociedad. Las
enfermedades y dolencias que prevalecen por doquiera provienen en buena parte
de errores comunes respecto al régimen alimenticio.—El Ministerio de Curación, 227 (1905). {CRA 151.2}
208.
Sólo cuando demostremos ser inteligentes tocante a los principios de una vida
sana, podremos discernir los males que resultan de un régimen alimenticio
impropio. Aquellos que, habiéndose impuesto de sus errores, tengan el valor de
modificar sus costumbres, encontrarán que la reforma exige luchas y mucha
perseverancia. Pero una vez que hayan adquirido gustos sanos, verán que el
consumo de la carne, en el que antes no veían mal alguno, preparaba lenta pero
seguramente la dispepsia y otras enfermedades.—Joyas de los Testimonios 3:360. {CRA 151.3}
209.
Dios exige que su pueblo progrese constantemente. Debemos aprender que la
satisfacción de nuestros apetitos es el mayor obstáculo que se oponga a nuestro
progreso intelectual y a la santificación del alma. No obstante todo lo que
profesamos en lo que concierne a la reforma pro salud, algunos de entre
nosotros se alimentan mal. El halago de los apetitos es la causa principal
de la debilidad física y mental, del agotamiento y de las muertes prematuras.
Toda persona que busca la pureza de la mente debe recordar que en Cristo hay un
poder capaz de dominar los apetitos.—Joyas de los Testimonios 3:356, 357. {CRA 151.4}
[El comer en exceso, una causa de enfermedad:
Véase Sección VII, “El comer en exceso” y Sección VIII, “Dominio del apetito”.] {CRA 152.1}
[La relación del régimen a base de carne con la
enfermedad—668, 677, 689, 690, 691, 692, 713, 722] {CRA 152.2}
[Enfermedad producida por el té y el café—734,
736, 737, 741] {CRA 152.3}
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